Charles de Foucauld y el “misterio de Nazaret”

Artículo publicado el día 1 de diciembre de 2016 en http://www.diocesismalaga.es.                  



En el día del beato Carlos de Foucauld, a cien años de su muerte, recuperamos la vida del «pequeño hermano universal» desde su nacimiento hasta la conversión, desde la experiencia en la Trapa hasta los tuareg del desierto. Hablan Fraccaro y Sequeri.


CRISTINA UGOCIONI/ MILÁN/ VATICAN INSIDER

El jueves primero de diciembre se cumple el primer centenario de la muerte del beato Charles de Foucauld, figura fundamental de la espiritualidad cristiana reciente, un hombre que —dijo Papa Francisco— «tal vez como pocos otros intuyó el alcance de la espiritualidad que emana de Nazaret»; un hombre cuyo carisma —observó el teólogo Pierangelo Sequeri– «fue donado y destinado, anticipadamente, para este tiempo de la Iglesia».

El oficial, el explorador

Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, Francia, el 15 de septiembre de 1858. Durante la adolescencia sufrió la influencia del escepticismo religioso y del positivismo científico que caracterizaban su época; escribió, refiriéndose a esa época: «desde la edad de 15 o 16 años toda la fe había desaparecido en mí». Entró a la escuela militar y se convirtió en oficial. Due enviado con su regimiento a Argelia. En 1882 abandonó el ejército y emprendió un viaje de exploración que lo condujo primero a Marruecos y después al desierto argelino y tunecino.

«¡Dios mío, haz que yo Te conozca!»

Volvió al seno familiar parisino, en 1886, con la intención de preparar un texto sobre sus descubrimientos: fue un tiempo decisivo para su conversión. Escribió: «He iniciado a ir a la iglesia, sin ser creyente, pasaba largas horas repitiendo una extraña oración: “¡Dios mío, si existes, haz que yo Te conozca!”». Su conversión, acompañada por el abad Henry Huvelin, fue en octubre de ese mismo año: «Apenas creí que había un Dios, comprendí que no podía más que vivir para Él»

Jesús, obrero de Nazaret

Hizo inmediatamente un largo peregrinaje a la Tierra Santa, durante el que anotó: «Deseo conducir la vida que he entrevisto y percibido al caminar pos las calles de Nazaret, en donde Nuestro Señor, pobre artesano perdido en la humildad y en la oscuridad, apoyó los pies». Dirigiéndose a Jesús, escribió: «¡Cuán fértil en ejemplos y lecciones es esta vida de Nazaret! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Qué bueno fuste al habernos dado esta instrucción durante 30 años!».

Al volver a su patria entró a la Trapa Notre-Dame des Neiges y después due enviado a la Trama de Akbés, en Siria. Pero se dio cuenta de que en la Trama no es posible «conducir la vida de pobreza, de abyección, de desapego efectivo, de humildad, diría incluso de recogimiento de Nuestro Señor en Nazaret». Un episodio significativo que vivió en ese tiempo: «Una semana me mandaron a rezar un poco al lado de un pobre obrero del lugar, católico, que murió en la fracción de al lado: ¡qué diferencia entre esta casa y nuestras habitaciones! Yo anhelo Nazaret».

La misma vida de Nuestro Señor

Al darse cuenta de que «ninguna congregación de la Iglesia da la posibilidad de conducir hoy y co Él esta vida que Él condujo de esta manera», se preguntaba si «no era hora de buscar a algunas almas con las cuales […] formar un inicio de pequeña Congregación de este tipo: el objetivo sería el de conducir cuanto lo más exactamente posible la misma vida de Nuestro Señor, viviendo únicamente del trabajo de las manos, sin aceptar ningún don espontáneo ni oblación, y siguiendo al pie de la letra todos sus consejos, sin poseer nada, privándonos de lo más posible, antes que nada para conformarnos a Nuestro Señor y después para darle lo más posible en la persona de los pobres. Añadir a este trabajo muchas oraciones».

Nazaret es la vida de Jesús, no simplemente su prefacio

Surgió algo conscientemente inédito en la geografía religiosa, observó Sequeri en el volumen «Charles de Foucauld. El Evangelio viene de Nazaret» (Vita e Pensiero): «La novedad de la intuición se da, en primer lugar, por la neta referencia cristológica de la imitación/secuela de Nuestro Señor Jesús: “la misma vida de Nuestro Señor” Jesús, es decir “la existencia humilde y oscura de Dios, obrero de Nazaret”». En otras palabras: «Nazaret no es el “prólogo” de la vida pública, el simple momento “preparatorio” de la misión, ni la forma de una “pre-evangelización” que ofrece un genérico compartir y un anónimo testimonio […] Nazaret es la vida de Jesús, no simplemente su prefacio. Es la misión redentora en acto, no su mera condición histórica. Nazaret es el trabajo, la cercanía, la proximidad doméstica del Hijo que se nutre durante largos años de lo que le importa al “abba-Dios” (“¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”, Lc. 2, 49). ¿De dónde podría partir una nueva evangelización sin detenerse por todo el tiempo necesario en el fundamento en el que Dios la puso para el Hijo mismo?».

La lectura de los Evangelios

En 1897, el hermano Charles deja la Trapa y se muda a Nazaret, en donde vivió durante 3 años, en una casita en el monasterio de las clarissa. Marcaban sus días el trabajo, la adoración silenciosa de la Eucaristía y la lectura de los Evangelios. «De Foucauld desea vivir imitando a Jesús, “obrero de Nazaret”: y para hacerlo decide encomendarse a los Evangelios, que lee cotidianamente y sobre los que medita por escrito», cuenta Antonella Fraccaro, religiosa de las Discípulas del Evangelio (Instituto religioso que forma parte de la Asociación de Familias Espirituales Charles de Foucauld) y autora del volumen «Charles de Foucauld y los Evangelios». «Sus meditaciones —algunos miles de páginas— tienen un corte intimista y auto referencial; sacan a la luz sobre todo el vínculo intenso y afectuoso que Foucauld vive con el Señor. En el centro de las meditaciones no está su autor, sino la persona de Jesús y Su estilo, que debe ser asimilado día a día con Su gracia. Los motivos que inspiran la lectura de los Evangelios se expresan en un breve texto, muy significativo, escrito en una pequeño papel utilizado como separador. Anotó el hermano Charles dirigiéndose a Jesús: “Leo: 1o) para darte una prueba de amor, para imitarte, para obedecerte; 2o) para aprender a amarte mejor, para aprender a imitarte mejor, para aprender a obedecerte mejor; 3o) para poder hacer que los otros te amen, para poder hacer que los demás te imiten, para poder hacer que los demás te obedezcan”».

Con el pueblo del desierto

Durante el tiempo que pasó en Nazaret maduró en su interior la vocación al sacerdocio: fue ordenado en 1901 en Francia, y al año siguiente se estableció en Beni Abbès, en la parte argelina del Sahara, «entre las ovejas más perdidas, entre las más abandonadas». En esos días escribió: «De las 4.30 de la mañana a las 20.30 de la noche, no dejo de hablar, de ver gente: esclavos, pobres, enfermos, soldados, viajeros, curiosos […] Quiero que se acostumbren todos los habitantes de la tierra a considerarme un hermano, el hermano universal». En 1905 decidió dirigirse hacia el sur, entre los Tuareg, a Tamanrasset, en donde no hay «ni guarniciones, ni telégrafos, ni europeos».

La belleza doméstica de la radicación evangélica

La Nazaret que Charles anhelaba no estaba en la Trapa sino en el desierto. Sequieri comenta al respecto: «El punto no es tanto el de la dureza de la ascesis sino el de una imitación “real” de Nazaret: que tiene que encontrar las condiciones del propio rigor en la normalidad del contexto en el que las condiciones ya están dadas y no son artificialmente buscadas o reconstruidas religiosamente. En esas condiciones, efectivamente, el “pequeño hermano universal” se radica como su “bien amado hermano Jesús”, porque los hombres y las mujeres ya se han radicado: porque son la vida cotidiana, el horizonte de su mirada sobre el mundo». El rigor de esta “inhabitación” incluye «un principio de simplificación y un criterio de afinidad que liberan la singular belleza doméstica de la radicación evangélica».

Hermano y familiar de los Tuareg

Charles fue pródigamente generoso con sus Tuareg. «Quiso vencer las desconfianzas, conquistar su confianza, fraternizar, volverse un familiar; quiso hacer que conocieran la bondad de Jesús», dice Fraccaro. «Su tiempo estaba dividido entre la oración, las relaciones con los indígenas, a los que ayudaba y apoyaba de diferentes maneras, y los estudios de la lengua tuareg: redactó incluso un diccionario tuareg-francés. En las cartas a sus amigos lejanos les pedía que rezaran por estas almas abandonadas, y también por él: “Récenle para que yo haga lo que quiere de mí para ellos, porque yo soy el único, desgraciadamente, que me ocupo de ellos por Su parte y para Él».

La presencia eucarística

Los gestos de atención, la tenaz dedicación a los hombres y a las mujeres del desierto, conviven con una total relación/conversación con el Señor presente en la Eucaristía. Foucauld lo llevó entre quienes no lo conocían porque también ellos son “suyos”. Es una presencia, una bendición que todos perciben, todos sienten la oración y las palabras que la habitan, todos intuyen el vínculo especial al que da vida. La presencia eucarística del Señor condensa en sí la palabra y el gesto cristiano menos “anónimos” que existan (Sequeri).

Si el grano de trigo no muere

Charles de Foucauld murió el primero de diciembre de 1916, en Tamanrasset. Lo golpeó una bala durante una escaramuza provocada por las tropas rebeldes del Sahara. Él, que desde 1893 hasta el final de su vida se aplicó a la redacción de «Reglas» para estar agregaciones que tanto había deseado, murió solo. En las décadas siguientes, nacieron muchas familias de religiosos, religiosas, sacerdotes y laicos que se inspiran en él: en la actualidad son veinte y tienen presencia en todo el mundo. Reunidas en la Asociación de Familias Espirituales Charles de Foucauld, incluyen a alrededor de 13 mil personas. «En su diversidad —concluye Fraccaro– estas familias tienen rasgos comunes: la radicación en los contextos de la existencia ordinaria, la vida en pequeñas comunidades unidas por un espíritu fraterno, la meditación de la Palabra de Dios, la dedicación a las almas que más sufren y más abandonadas. El grano de trigo, muriendo, ha dado fruto, justamente como De Foucauld –tan vinculado a este versículo del Evangelio de Juan (12, 24)— esperaba que sucediera».

Charles de Foucauld, profeta de la fraternidad universal


Artículo publicado el 14 de Diciembre de 2016 por María Teresa Rearte en www.ellitorial.com (Argentina).             

El 1º de diciembre se cumplieron cien años de la muerte de Charles de Foucauld (1858-1916), el hermano Carlos de Jesús, cuyo testimonio en tiempos de indigencia espiritual, tanto como de intemperie en medio de la problemática y aún conflictiva relación con el Islam, adquiere particular relevancia y significación para los cristianos.

Profeta de la fraternidad universal, “Charles de Foucauld representa para la historia de la Iglesia un punto del que no se puede volver: su profecía cayó en el desierto del Sahara como el evangélico grano de trigo, el 1º de diciembre de 1916”, dice el Hno. Michael David Semeraro, monje benedictino y maestro de espiritualidad. Quien también explica que el martirio del Hno. Carlos de Jesús muestra la “disponibilidad de dar la vida hasta el fondo”. Es un hecho que no se puede interpretar en “clave político-cultural”, ni ser usado para ningún tipo de campaña. Sino que “abrió nuevos senderos y nuevos caminos mucho antes de que el Concilio Vaticano II cobrara conciencia” (Cfr. Declaración conciliar “Nostra aetate”, Nº 3). El beato Charles de Foucauld vivió la total adhesión al evangelio, porque él se expuso unilateralmente, sin esperar gestos de reciprocidad, en su fraterna relación con los musulmanes.

Los estudiosos han visto que se perfilan en él referencias a Benito de Nursia, las que pudieron ser adquiridas en el tiempo en que vivió como trapista. Y atesoró los valores de la vida contemplativa de atención a Dios y servicio a los hermanos. De Francisco de Asís aprendió la constante vuelta al evangelio. Y a la vez, el aprecio por la condición de minoridad, que le permitió salir de sí e ir hacia el otro como hermano.

De familia de nobles que, a la muerte de sus padres cuando tenía seis años, fue recogido por su abuelo materno, cuya fortuna heredó y dilapidó en la vida mundana y licenciosa, el vizconde Charles de Foucauld descubrió, en su encuentro con el Islam, el aprecio por la interioridad y el llamado a la trascendencia, que lo ayudaron en su retorno a su fe bautismal. En la profundidad del desierto argelino, el hermano Carlos de Jesús leía el evangelio y adoraba la presencia de Cristo en la Eucaristía, no para contraponer su identidad a la de su entorno; sino para cultivar una fraternidad más abierta. Unido al pueblo tuareg, en vano esperaba la llegada de algunos discípulos. Se veía envejecer solo, como un árbol sin frutos. No obstante, una certidumbre se acrecentaba en su interior: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Así comprendió que para salvar con Jesús, como Él hay que pasar por el fracaso y aún la muerte. Lo cual evidencia el error de los triunfalismos de algunos cristianos. Y el sentido de la esperanza de otros, en medio de aparentes derrotas.

En Nazaret, el 6 de junio de 1897, había escrito: “Pienso que debes morir mártir, despojado de todo, echado por el suelo, desnudo, desfigurado, cubierto de sangre y de heridas, violenta y dolorosamente asesinado”. Al anochecer del 1º de diciembre de 1916, un grupo de tuaregs rebeldes llega a Tamanrasset. Todo se desarrolla rápidamente. La ermita es saqueada, el guardia que debe custodiarlo en un momento de pánico se descontrola, tira sobre el rehén y lo mata. En su Testamento, que data de 1911, se puede leer: “Deseo ser sepultado en el mismo lugar donde moriré. Allí descansaré hasta la resurrección”. Y hay un agregado, en 1913, que dice: “Sin adornos, en una tumba sencilla. Sin monumentos, con una cruz de madera”.

En 1929, el escritor René Bazin publicó la primera biografía de Carlos de Foucauld, que lo hizo conocer y empezaron a llegar los discípulos. El hermano Carlos de Jesús murió solo. No obstante, inspiradas en él nacieron las familias de sacerdotes, religiosas y religiosos, institutos seculares y laicos, que en la actualidad suman veinte, y tienen presencia en todo el mundo. De él, ha hecho notar el teólogo Pierangelo Sequeri, que “fue donado y destinado anticipadamente para este tiempo de la Iglesia”.

Promovamos la reconciliación y la humildad en nuestros corazones


Artículo sobre la celebración de Centenario en Nicaragua publicado por Pedro Ortega Ramírez en www.el19digital.com.   

Durante la celebración de la misa vespertina en la catedral de Managua para conmemorar los 100 años del martirio del santo católico Carlos De Foucauld, Su Eminencia Cardenal Leopoldo Brenes, llamó a los nicaragüenses en esta época navideña, a convertir sus corazones en Jesucristo y a promover la reconciliación como una forma de vida.

Precisamente el alto prelado nicaragüense habló del tema de la conversión, ejemplificando la vida del santo Carlos De Foucauld, que en 1886 tuvo una profunda experiencia de cuando convirtió su vida para amar a Jesucristo, después de vivir una adolescencia y juventud muy dura.

“Estaba leyendo sobre Carlos De Foucauld y vemos toda una vida que bien podríamos en algún caso decir, de un abandono de Dios, él en algún momento lo pensó así, teniendo seis años y su hermano como 3 años quedaron huérfanos de padre y madre y comenzaron a vivir con los abuelos, a crecer en la vida de fe, pero el joven Carlos ya a los 13 años, prácticamente, como decimos los nicaragüenses, se tiró por la calle de en medio, se fue olvidando de Dios, de las Gracia, pero aunque uno se olvide, Dios no se olvida de nosotros”, señaló Brenes al detallar parte de la vida de este santo de la iglesia católica.

Reseñó que Carlos hacía su vida alejada de Dios, pero el Señor nunca lo abandonó. “Le digo con toda sinceridad que me ha impresionado ese pensamiento y ese deseo que Carlos tenia y hace la petición: ‘Si existe que yo te conozca’”.

A partir de esa petición, Dios no se hace de rogar y se muestra a De Foucauld, y le invita a cambiar de vida y partir de ahí, surge la conversión.

Igual, el Cardenal Brenes habló de Juan el Bautista, quien tuvo la misión especial de preparar el camino del Señor para que entre en la vida de hombres y mujeres.

“El Señor lo estaba llamando para ser un misionero, para llevar a aquellos hermanos inquietos quizás, o no inquietos, para conocer al Dios de amor y de misericordia y es lo que nos presenta Juan El Bautista, nos invita a buscar al Señor, a hacer esos propósitos buenos”, instó el líder religioso a los cristianos que llegaron a la eucaristía vespertina.

Fue aquí que Su Eminencia Brenes, instó a las familias a dejar atrás las rencillas, las desavenencias, el odio y convertirse como lo hizo Carlos De Foucauld, a servir a Dios, a reconciliarse y amar.

“Hay que nivelar nuestras vidas y nivelarla a una conversión, a nivel de un cambio sincero de vida, a un cambio sincero de nuestras actitudes. Juan El Bautista invita a un cambio total de corazón, a una conversión total, a un cambio radical en nuestras vidas”, instó el Cardenal Brenes.

La feligresía asistente a la misa, destacó las palabras de Su Eminencia, señalando que es tiempo que esos corazones duros, se conviertan para hacer el bien y sobre todo perdonar.

“En este tiempo de navidad, es tiempo de perdón, ahora que viene el niño Jesús que entre en nuestros corazones y que estemos en paz, que estemos en reconciliación con Dios, porque estando reconciliado estamos bien con nuestros vecinos, nuestros amigos”, dijo Martha Elena Ocón, del barrio Ayapal.

Para Jorge Marín, el mensaje del Cardenal Brenes es atinado en estos momentos de Navidad, sobre todo porque la Iglesia es la principal promotora de la paz y de la reconciliación y del dialogo.

“Nuestro hermano Carlos De Foucauld nos dijo que hay que ver en cada ser humano a Cristo, que nace se reproduce y se multiplica, nos sirve para amar, para acoger, en estos tiempos Nicaragua necesita eso; pedirse perdón, escucharse y sanar las heridas, comenzar un cambio nuevo, y esta navidad es para eso, nace un camino nuevo”, señaló Marín, miembro de la Fraternidad Carlos De Foucauld.

Foucauld es la imagen en la que pueden reconocerse todos los fracasados de la historia

Artículo publicado por Cameron Doody el 1 de diciembre de 2016 en http://www.periodistadigital.com.              

Pablo D'Ors: 
"Foucauld es la imagen en la que pueden reconocerse
todos los fracasados de la historia"
Bajarse en la vida, no subir. No buscar la fama ni dejarse agobiar por la lucha incesante del mundo por el éxito, porque -como nos enseñó Jesús- "la verdad está abajo"


De entre todos los santos y beatos que tiene la Iglesia, no hay ninguno que mejor encarnó el fracaso que Charles de Foucauld. Precisamente por eso -porque es más fácil identificarse con un fracasado que con una persona de éxito- los Amigos del Desierto quisieron rendirle al beato un emotivo homenaje la noche de este miércoles, en vísperas del 100 aniversario de su muerte.

Soldado, patriota, explorador, criado, monje. Foucauld probó su suerte en varias profesiones a lo largo de su vida pero no triunfó en ninguna. Pero como recordó el sacerdote Pablo D'Ors anoche en la iglesia de los carmelitas descalzos en la madrileña Plaza de España, por todo ello "Foucauld es la imagen en la que pueden reconocerse todos los fracasados de la historia". Cuando no vemos cumplidos nuestros sueños, nos encontramos con él, en el desierto, en estos momentos tan áridos que todos hemos experimentado. Y para sobrevivir, o volver a florecer, en territorio tan aparentemente hostil, él nos propone un camino: el de callarnos para redescubrir a la voz de nuestra conciencia. El de convertirnos en lo que siempre estábamos llamados a ser.

Cantos, evangelio, homilía, meditación. Resumido en palabras, la celebración de anoche no parece tener nada, quizás, que lo distingue de cualquier otra liturgia. Incluso con el "rito de lavatorio de pies", tan propio del ceremonial ritualizado del Jueves Santo, que se mencionaba en el panfleto. De la misma forma en que tenemos que mirar al rostro de Foucauld para entender su "secreto" -tan ricamente definido por D'Ors como "el poder de la mansedumbre"- para sentir la fuerza del homenaje de anoche hay que recurrir a la dimensión física del acto.

No solo se nos fueron lavado los pies, sino también se los lavamos a otros. Nos agachamos y nos humillamos. No solo fueron esas acciones la esencia de la vida de Foucauld, explicó D'Ors, sino que constituyen el quid de la fe cristiana, la de Él que "se despojó de sí mismo, tomando forma de siervo", como dice Filipenses. Bajarse en la vida, no subir. No buscar la fama ni dejarse agobiar por la lucha incesante del mundo por el éxito, porque -como nos enseñó Jesús- "la verdad está abajo".

Padre mío, me abandono a Ti. Por muy bella que sea, ni incluso la oración de Foucauld -que, pese a que el beato ni tuvo ni un solo seguidor en vida, la rezan más de 10.000 de sus hijos espirituales hoy en día- le hace justicia a su legado. Quizás éste se dejó entrever solo a la salida del templo al frío de la noche invernal, a esa tierra tan extraña, pero, aún así, misteriosamente reconfortante. De noche, iremos de noche, que para encontrar la Fuente, solo la sed nos alumbra. Como suele pesar, solo la palabra poética -en este caso, la del canto que cantamos al principio- nos puede aproximar a la verdad de lo que vivimos.

Carlos de Foucauld y el Espíritu de Asís, Raíz de Europa

Artículo publicado el día 2 de Diciembre de 2016 por Agustín Ortega en www.periodistadigital.com.               

Estamos celebrando el aniversario del Beato Carlos de Foucauld, uno de los testimonios espirituales y de la iglesia más significativos de nuestra época. Como se ha dicho, hay claras semejanzas entre Foucauld y Francisco de Asís, que recoge lo más valioso de la fe, de la santidad y tradición de la iglesia. Efectivamente, ambos europeos, la primera etapa de su existencia llevaron una vida más superficial y egolátrica, centradas en sus ambiciones e intereses individuales. Tras lo cual, experimentaron un proceso de conversión a Jesús en una espiritualidad de encarnación en la pobreza fraterna y solidaria con los pobres de la tierra; frente a los ídolos del poder y de la riqueza-ser rico. Como manifestaba Foucauld, “no sé si habrá alguien que pueda contemplarte en el pesebre y seguir siendo rico: yo no puedo”.

Una vida de fe mística en comunión con Dios en Cristo, con la iglesia y con los otros, con los pobres, excluidos y últimos de este mundo. Esta espiritualidad de encarnación, desde el último lugar en la pobreza solidaria y liberadora, como se revela en Jesús de Nazaret, asume la realidad y el mundo. Con sus alegrías e injusticias, sus gozos, trabajos, sufrimientos u opresiones. En el espesor u hondura de la realidad e historia, se realiza una vida espiritual profunda y madura que integra e inter-relaciona: la fe y la misión, la mística y el servicio, la contemplación y la lucha por la justicia; la oración y el compromiso liberador con los pobres, la celebración de la liturgia con sus sacramentos, como la eucaristía, y una vida honrada. Con una moral que promueve el desarrollo humano e integral.

Ante las autoridades y poderosos de la tierra, Foucauld denuncia constantemente la injusticia, tal como es la esclavitud. Como él mismo afirma, "hace falta querer la justicia y odiar la iniquidad, y cuando se comete una gran injusticia contra alguien, tenemos responsabilidad, hace falta decirlo…No tenemos derecho a ser centinelas dormidos o perros mudos o pastores indiferentes”. En Foucauld, como en Francisco de Asís, no hay dualismos espiritualistas o esquizofrenias entre la mística y la vida, la fe y la cultura o razón, la oración y la militancia por la justicia frente al mal e injusticia. El proceso de conversión en el seguimiento de Jesús, con una vida espiritual madura e intensa, se va realizando en la misión del Evangelio que se hace servicio de la fe, de la solidaridad y de la justicia con los pobres. Con un diálogo profundo con los otros, con las otras culturas, naciones o etnias y religiones que acoge todo lo bueno, bello y verdadero de esta alteridad. Y que, al mismo tiempo, va promoviendo la liberación integral de todo mal, pecado e injusticia.

La vida de humildad, entrega y pobreza encarnada en la solidaridad fraterna con los pobres, lleva a Foucauld a este diálogo de la fe con la cultura empleando las mediaciones de la razón e inteligencia. Frente a todo fundamentalismo y sectarismo, fanatismo e integrismo, es una espiritualidad y ética efectiva e inteligente que promueve la cultura, el estudio e investigación. En un conocimiento, compresión y transformación de la realidad, que es imprescindible en la misión evangelizadora. Es la misión de la inteligencia de la fe que transmite el Evangelio de la no violencia, de la paz y de la justicia con los pobres. Para testimoniar así el bien, la bondad y la misericordia, la verdad y la belleza del Dios que se revela en Jesús de Nazaret.

Todo un testimonio de inculturación de la fe que encarna el Evangelio en la realidad. Una mística de los ojos abiertos, asumiendo toda la realidad de los otros, la realidad social e histórica, para promover la salvación liberadora e integral de todo lo que deshumaniza u oprime. Como se observa, esta mística y espiritualidad que expresa todo este humanismo solidario e integral, es y debe ser la raíz de Europa. Frente a la Europa de los mercaderes, del capital y del mercado convertidos en falsos dioses con sus ídolos del poder y de la riqueza-ser rico. La Europa de las armas, guerras y violencias, de la destrucción cultural, social y ecológica, con sus vallas y fronteras excluyentes, que no respeta la vida, dignidad y derechos de las personas.

Por tanto, Carlos de Focauld en el espíritu de Asís, que es la más auténtica raíz de Europa como son sus santos, nos ofrecen toda una alternativa espiritual, cultural, moral y social. Desde la fraternidad y moral universal (católica) de la fe, que se hace pobreza solidaria en la paz y justicia con los pobres de la tierra. Con la acogida y cuidado de los otros, de los pueblos, culturas y de esa casa común como es el planeta (la naturaleza y hábitat ecológico). En un dialogo (encuentro) inter-religioso e inter-cultural que lleva al desarrollo y ecología integral, espiritual, humana, social y ambiental. Una espiritualidad y trascendencia de la existencia, hacia los otros y los pobres, hacia el cosmos y Dios que, en Cristo, es comunión con todo el universo.

Vigilia en Madrid

Un sencillo homenaje de oración, sin misa, pero con mucho silencio y adoración. El día 30 de Noviembre.       
 

A las 20 horas en la parroquia de los Padres Carmelitas de la Plaza de España.

Coloquio internacional en París: Carlos de Foucauld, en plural

Este coloquio parisino de los días 1 y 2 de diciembre podría ofrecer a este centenario una dimensión profana inédita.  

Con motivo del centenario de la muerte de Charles de Foucauld (1858-1916), el laboratorio "Lexiques, Dictionnaires, Informatique" (LDI - CNRS UMR 7187) de la Universidad de París 13 organiza un simposio internacional y multidisciplinar sobre el trabajo científico de Carlos de Foucauld.

La movilidad de la genialidad foucauldiano maravilla. Creador con siete caras, Carlos de Foucauld fue oficial en el ejército francés, explorador, geógrafo, ermitaño religiosa católica, etnógrafo, lingüista y lexicógrafo. Ordenado en 1901, decidió instalarse en Tamanrasset y se convierte en un apasionado del estudio de la lengua Tuareg. Su amigo Adolphe Calassanti-Motylinski dijo durante una de sus misiones saharianas: "Para hacer el diccionario del dialecto de este país, sería necesario vivir aquí veinte años, hablar el idioma como si fuera su lengua materna y elaborar el vocabulario sin la ayuda de informante alguno". Carlos de Foucauld acumuló una experiencia de más de veinte años en el país. De 1905 a 1916, se instaló entre los Tuareg del Ahaggar y estudió el idioma, las costumbres y las tradiciones.

Más allá de su obra espiritual que sus biógrafos resaltan (René Bazin, Jean-François Six, Antoine Chatelard...), Carlos de Foucauld también desarrolló un amplio trabajo científico. Elaboró el diccionario Tuareg-Francés que sigue siendo una referencia. La primera edición de ese diccionario enciclopédico -una versión abreviada- fue confiado a René Basset, especialista en Berber, quien publicó los dos volúmenes entre 1918 y 1920 con el editor Jourdan-Carbonel. La obra completa se publicó en 1951 en la Imprenta Nacional: cuatro volúmenes autógrafos, más de 2.000 páginas con ilustraciones y notas diversas.

Carlos de Foucauld también escribió notas para "Un ensayo de Gramática Tuareg (1920), Poemas Tuareg (1925-1930), un Diccionario Tuareg-francés abreviado de nombres propios (1940), Textos Tuareg en prosa (1984), Cantos Tuareg (1997). Durante mucho tiempo este trabajo científico se ha infravalorado hagiógrafos del autor porque lo consideraban "profano". Sin embargo, en su ermita Carlos de Foucauld pasó más de diez horas diarias a escribir su diccionario. Su tiempo se dividió entre la oración y el trabajo lingüístico. El sitio que ocupó el trabajo científico en la vida de Charles de Foucauld nos debe llevar a interrogar su trabajo lingüístico en su conjunto y, en particular, el Diccionario Tuareg-Francés del dialecto del Ahaggar.

Se trata, por ejemplo, de analizar las técnicas lexicográficos usadas ​​en la descripción de la lengua Tuareg según el triple punto de vista de la nomenclatura, la macroestructura y la microestructura. Vamos a abordar los problemas de los métodos, la arquitectura formal de la obra, el programa utilizado, La elección del modo de transcripción, la clasificación de las palabras Tuareg, etc. También investigaremos el origen del interés de Carlos de Foucauld por el idioma Tuareg, su trabajo preparatorio para el diccionario, sus lecturas, sus fuentes y las influencias que lo han marcado,  su colaboración con Calassanti de Motylinski, sin olvidar el trabajo que realizó para recoger y traducir la literatura Tuareg.

Este coloquio será una oportunidad para comprender mejor las múltiples facetas de una personalidad extraordinaria cuyo compromiso ha ayudado a dar a conocer la lengua y la cultura de los Tuareg.

Más información (en francés): 

Nazaret, escuela de encarnación

Editorial de la revista "Id y evangelizad" del 13 de octubre de 2016.                         

Carlos de Foucauld es un eslabón fundamental en la espiritualidad y la teología de encarnación. Puso en el centro la esencia del Evangelio, Nazaret. 
A pesar de su educación burguesa y gracias a la búsqueda apasionada de la Verdad, en la que le aguijonearon el testimonio de algunos musulmanes y cierto cura con discernimiento de espíritus, Foucauld descubre que las complicadas devociones y las posturas teorizantes sólo sirven para enfriar corazones y dominar los más altos deseos. 
El Evangelio sin glosa, como Francisco, ese es el camino de Foucauld. Incluso más allá: el Evangelio en sus fuentes, en donde se formó y se tejió; en donde fue adquiriendo sentido, propósito, palabras y afectos… en Nazaret. Al calor de una madre y un padre adoptivos. Aprendiendo el lenguaje de sus hermanos, y con él los sentimientos que expresa: dolor, alegría, esperanza, pan, perdón, odio, llanto, vida y muerte. Aprendiendo desde el silencio y en el último lugar porque sólo desde ahí se puede observar y entender todo. Nazaret, donde más tiempo pasó Nuestro Señor, con mucha diferencia. En el puesto más atrás de todos. Donde habitan los pobres. 
Y Dios siempre hace realidad nuestros deseos. Ellos son lo más real que tenemos. El Buen Dios le concedió a Carlos de Foucauld vivir en la ultimidad. En el servicio oculto. Entre los más pobres de los pobres. Cada vez más abajo, más descenso, todavía más. Hasta morir asesinado por los que más amó en su vida. Hasta morir sin nadie que compartiese su proyecto, a pesar de que había recibido una promesa abrahámica de ser padre de multitudes. A pesar. 
Volver a Nazaret. Esa es la propuesta de Foucauld. No sólo para sí mismo. No sólo para los que -más tarde y gracias al P. Voillaume- seguirían sus huellas. Nazaret es camino para toda la Iglesia, llamada a ser pobre y para los pobres. Nazaret significa dejar de poner nuestra confianza en los medios, en las técnicas pastorales y en los métodos, para abandonarnos: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo sea. Lo acepto todo con tal que se haga tu voluntad y no la mía”. Por eso el Señor nos está despojando de tanta falsa seguridad y nos regala la persecución. Son bendiciones que nos permiten abrazarnos a la Cruz desnuda y al Santísimo Sacramento, el sacramento que sólo un pobre pudo haber imaginado: ¡El Salvador en apariencia de pan! Nuestro problema es que trivializamos estos hechos para que no nos escandalicen, ya que son absolutamente inasimilables para la mentalidad burguesa. 
Nazaret es volver a escuchar el Evangelio como si fuese la primera vez, pero de labios de los pobres, salido de sus manos. Sólo ellos lo entienden porque está moldeado por otro pobre, que siente y habla como ellos, que percibe, canta y llora como ellos. El pobre de Nazaret. Editorial de la revista Id y evangelizad.

Entrevista al hermano José Luis Navarro de Midelt (trapense)

Nos adentramos en la Casa de Nazaret de la mano de un contemplativo encarnado en el mismo mundo que de Foucauld descubrió.

Seguramente nos preguntamos quién es el Hermano José Luís, aunque la pregunta exacta sería ¿por qué trapense en el Atlas? En esta entrevista tenemos ocasión de conocerle un poco más desde el corazón, que es el lugar en el cual nos gusta ser hermanos y, desde esa profundidad, poder alcanzar a comprender por qué Marruecos y el islam, digamos que estamos continuando el contenido final del Boletín anterior (nº 74 - Septiembre) y adentrándonos al mismo tiempo en la Casa de Nazaret, en este caso de la mano de un contemplativo encarnado en el mismo mundo que nuestro Beato Carlos de Foucauld descubrió. 

HOREB.- Un día cambiaste el Monasterio de Santa María de Huerta de Soria por la Trapa de Notre Dame de l’Atlas, en el Atlas marroquí; un cambio así no es por casualidad sino que procede de algún movimiento interior. 

H. JOSÉ LUIS.- No, no fue simple casualidad. He de confesar que desde siempre me atrajo de forma especial la cultura musulmana. Cuando llegaban mis vacaciones las aprovechaba para conocer mejor esta cultura y viajaba a Egipto, Turquía, Jordania, Palestina, Siria, Argelia, Marruecos,..  Entre mis mejores amigos había árabes musulmanes, con los que, junto con otros amigos de Zaragoza, fundamos una asociación hispano-árabe a la que llamamos "Sadaka". Y fue precisamente en un viaje para esta asociación, cuando descubrí el monasterio de Huerta (la Providencia tiene sus mediaciones). 
 
Por otro lado también tuve siempre una gran atracción por el Hermano Carlos de Foucauld. Y mucho más después de una peregrinación que pude hacer en camión con un pequeño grupo a visitar ciertos lugares emblemáticos de su vida en el Magreb. Fue un viaje con destino en el Hoggar, Tamanrasset y la ermita del Assekrem. También visitaríamos su tumba en El Goléa, sus pasos en In Salah,  Béni Abbès,…  

El cambio del monasterio soriano de  Sta. Mº de Huerta a Notre Dame de l’Atlas sobrevino a causa de los acontecimientos de Tibhirine. Cuando yo entré al monasterio, no conocía la existencia de una comunidad en Argelia. De haberlo sabido, tal vez hubiese entrado allí. Yo conocía Argelia, tenía allí muchos amigos y nos visitábamos en algunas ocasiones.   Le tenía mucho cariño a ese país y a sus gentes. Cuando en marzo del 96 conocí el secuestro de los hermanos en Tibhirine sufrí un fuerte impacto. En principio descubrir esa comunidad y de esta forma terrible. Luego sentí un gran dolor por Argelia, por los musulmanes, por el impacto tan negativo que iba a producir en nuestra sociedad hacia ese país que yo amaba y hacia el Islam. Durante los casi dos meses de secuestro hasta el doloroso final, hubo tiempo de mucha oración y mucha reflexión. Cuando llegó la trágica noticia de su ejecución yo ya había decidido que si hacían falta voluntarios para rehacer la comunidad, estaba dispuesto a unirme.  

El día que se celebró en el monasterio de Huerta una Vigilia especial por los Hermanos de Atlas, en un momento determinado se leyó el Testamento del padre Christian, que nos acababa de llegar y la Providencia quiso que fuese yo el elegido para leerlo en la celebración. Recuerdo que me emocioné mucho y me costaba pronunciar las palabras. Sobre todo algunos párrafos, con los que me veía muy identificado, como este: “En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato…. Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.”  

Aquel día de la lectura del Testamento del padre Christian, fue la fecha en que me comprometí espiritualmente con Christian y con los Hermanos de Atlas a hacer lo posible para unirme a la comunidad para que continuase. No pasó mucho tiempo sin que el Abad General hiciese una llamada a la Orden pidiendo voluntarios. A partir de ese momento lo manifesté a mi abad y expuse mi deseo de ir a Argelia. Mi abad acogió mi petición y la tuvo en consideración desde el primer momento. Pero no podía irme aún. Todavía era novicio, debía terminar mi noviciado, profesar y continuar con la formación monástica. Y en el año 2000 pude unirme a la comunidad de N.D. de l’Atlas, que canónicamente ya estaba trasladada a Midelt en Marruecos. 

HOREB.- En medio del Islam, sin intención de convertir a nadie, sin proselitismos ni propagandas, una vida de sencillez basada en la Regla de San Benito, ¿qué razón tiene de ser hoy en día? 

H. JOSE LUIS.- La vida cisterciense en el monasterio magrebí, tiene en cuenta la peculiaridad de nuestra situación en Marruecos, como lo era en Argelia. Esta singularidad la acogemos como un don de Dios de ser el único monasterio contemplativo de hombres en  toda el África del Norte. En el Magreb, nuestra presencia y la de la Iglesia local, encuentra su pleno sentido en el encuentro con los creyentes del Islam, vivido como un don de Dios que debe dar fruto en un espíritu de respeto y verdadera apertura que implica mantenerse firme en las propias convicciones más hondas, con una identidad clara y gozosa, pero abiertos a comprender las singularidades del otro, conscientes de que el diálogo realmente puede enriquecer a cada uno. Conscientes también de nuestra humanidad común, comenzando por la convivencia y la buena vecindad. Ello nos invita a vivir con cierta mirada al exterior. No faltan en nuestro entorno, entre nuestros amigos y vecinos. Los acontecimientos familiares y sociales, las alegrías y las penas, las circunstancias de todo tipo, incluidas las fiestas religiosas,  son ocasiones que se nos ofrecen para conocernos mejor, para ayudarnos unos a otros, para encontrarnos sin que sea necesario crear otras ocasiones artificiales. 

Pero hay también otro aspecto de nuestra actuación, cara a nuestro entorno. Hemos de considerarnos como « embajadores de Cristo » (cf. 2Cor 5, 20) en el Magreb. Para ello contamos como monjes con una vocación particular en la oración. Esta vocación es una responsabilidad muy particular de nuestra condición monástica y nos da la ocasión de ser un testimonio de la oración.  

En la sociedad musulmana la llamada a la oración resuena cinco veces al día, también nosotros tenemos la tarea de celebrar las alabanzas de Dios con asiduidad, como hijos de Dios. Y los monjes, muy especialmente, consagramos a esto toda nuestra vida  mostrando que este Dios y Padre puede colmar toda nuestra existencia.  

A través de la oración, discreta, perseverante, en medio de una humanidad con la que compartimos nuestro día a día, hacemos presente y damos a conocer en qué consiste «Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1,27). La oración está en el corazón de nuestra vocación. 

Este ministerio de la oración, como toda nuestra vida, encuentra su fuente y su cumbre en la Eucaristía. Aquí nuestras eucaristías se revisten de una dimensión especial por la fragilidad y precariedad de nuestra presencia. Aquí podemos vivir lo esencial, aún cuando nuestra existencia parezca banal y sin relieve. La eucaristía adquiere un valor de universalidad y eternidad. Presentes  junto al pan y al vino, toda la existencia de los que le rodean, por los hombres y mujeres que, aunque no conozcan necesariamente el Evangelio, buscan con rectitud amar y servir a Dios. Por esto nuestra presencia de Iglesia es indispensable, sea cual sea su extensión, sea cual sea su importancia. Cuando celebramos la eucaristía hacemos presente a Cristo en su sacrificio redentor que abarca toda la historia de los pueblos en los que vivimos. 

El P. Peyriguère, nos puede iluminar en una sola palabra de su reflexión sobre la Eucaristía. Él decía: “La misa la digo a solas, pero solo, no lo estoy nunca... Soy, estando a solas, todo el Cuerpo Místico que ruega y se inmola ...” 

HOREB.- Dinos, como es la vida de un trapense en Midelt, qué hace en medio del Atlas o, dicho de otro modo, la fe y la iglesia cómo están encarnadas. 

H. JOSE LUIS.- Al P. Christian de Chergé, igual que a nosotros y la Iglesia del Magreb nos gusta vernos  «en Visitación». Nos gusta leer en el relato de la Visitación (Lc 1, 39-56) nuestra misión. Como María que lleva a Jesús,  nosotros salimos a visitar a nuestros hermanos y hermanas y cada encuentro es como una efusión del Espíritu Santo. Como en el relato de la Visitación, el Espíritu es el artífice del encuentro, posibilitando la acción de gracias por los frutos recibidos, frutos que son siempre sorprendentes. 

María porta la Gran Esperanza. El Espíritu empuja a María y a la Iglesia para que se den prisa, dispone a la acogida y abre a la fecundidad del Cielo. Nos hace experimentar una alegría parecida a la que brotó durante el encuentro entre Isabel y María. Los tesoros que una y otra llevaban en su seno se estremecieron dentro de ellas mismas. Conducidos por el Espíritu, en nosotros brota la alegría cuando nuestros corazones se abren al misterio del otro. 

De igual modo, nosotros mismos, situados en este nivel de verdad, atentos al encuentro con el otro y a recibirle tal y como es, nos unimos desde lo que llevamos, experimentando una comunión verdaderamente espiritual.  Fijándonos en María, en este misterio de la Visitación, aprendemos a ser gratuitos, a pasar de la eficacia a la fecundidad. Así poder entrar en el servicio gratuito, en donde la relación es puro respeto, don sin prejuicio, acogida del camino del otro, de su luz, su esperanza. Sabiendo que la conciencia de cada uno es un misterio sagrado, al que no podemos aproximarnos sin antes quitarnos las sandalias. Y así experimentar, en el corazón de lo cotidiano compartido con humildad, un crecimiento en humanidad cuya última etapa es el encuentro con Dios. 

Puedo decir que llegamos a amarnos los unos a los otros. Amo al pueblo que nos acoge y nos sentimos amados por ellos. Los sufíes del grupo "Ribat es-Salam", ("Vínculo de Paz", grupo en el que participaban los hermanos de Tibhirine) utilizaban una imagen para hablar de nuestra relación con los musulmanes. Es como una escalera con doble pendiente. Está puesta en el suelo y la cima toca el cielo. Nosotros subimos por un lado, ellos suben por el otro, cada uno según su método. Cuanto más cerca estamos de Dios, más cerca estamos los unos de los otros. Y recíprocamente, cuanto más cercanos estamos los unos de los otros, más cercanos estamos de Dios. Toda la teología está ahí dentro. Y ello nos acerca más a ambos a Dios.  

HOREB.- Tú que nos conoces bien, ¿qué queda de la visión del Hermanito Carlos de Foucauld y de los marabouts de corazón rojo que siguieron su estela? 

H. JOSE LUIS.- La Comunidad de Ntra. Sra. del Atlas se mira mucho, desde siempre, en la espiritualidad del Hermanito Carlos de Foucauld. Como colofón a esta vinculación, está el guardar la tumba con los restos del P. Peyriguère, en su memorial, junto a la Capilla de Charles de Foucauld. Existen muchos vínculos entre Carlos de Foucauld y Notre Dame de l’Atlas. Es suficiente con leer las homilías de los Hermanos de Tibhirine, así como las charlas de los capítulos del P. Christian y las cartas de unos y otros para descubrir lo fuerte que era la presencia de Carlos de Foucauld entre ellos, entre los 7 sin excepción. 

También nuestros hermanos que sobrevivieron a los acontecimientos de Tibhirine, los padres Amédée y Jean-Pierre Schumacher, estaban influidos de ese mismo espíritu. De hecho cuando el p. Amédée, en su juventud, dejó los Misioneros de África, quiso entrar en los Hermanos de Jesús; pero el padre Voillaume le aconsejó ir a la Trapa de N.D. de l´Atlas en Tibhirine…  Lo mismo podemos decir del p. Jean-Pierre Schumacher, que se sentía muy atraído por la vida escondida de Nazaret y por la espiritualidad de los Hermanitos en el libro «En el corazón de las masas» del P. Voillaume que fue por mucho tiempo su libro de referencia.  

El Hermano Carlos de Foucauld está reconocido por todos como «un hermano universal, afirmado en el apostolado de la amistad, en la experiencia de "vivir con" y en el compartir como un signo de testimonio. Él fue un pionero en mostrar al mundo una nueva manera de presencia en el respeto al otro a pesar de las diferencias de cultura y religión. 

Y en esto podríamos terminar con René Voillaume cuando explica cómo vivir una amistad desinteresada: "Los seguidores de Foucauld, a través de su presencia silenciosa, manifiestan, por su manera de amar, ese respeto misterioso por la libertad de la inteligencia y del corazón que hallamos en Dios: esa paciencia incansable de la misericordia divina, que está humildemente sentada a la puerta del pecador o del incrédulo, y allí espera. Y manifestar a alguien una amistad enteramente desinteresada, amándole por sí mismo, sin intentar convencerle o traerle a la fe, aunque, desde luego, sin ocultarle nuestra fe, puede ser a menudo la única manera de revelarle la plenitud del amor que reside en Dios" (Lettres aux Fraternités I, Cerf, Paris 1960, 337). Y esto podríamos considerarlo como nuestro modo de vivir nuestra vocación en tierras del Islam. 

HOREB.- Queremos agradecer al Hno. José-Luís el esfuerzo realizado pues, entre sus múltiples labores se halla la hospedería y atención a los visitantes del Monasterio de Notre Dame des Neiges del Atlas, un lugar muy visitado por jóvenes y no tan jóvenes que buscan un reencuentro desde el silencio y al que estamos invitados a asistir. Para nuestra Comunidad HOREB es un lugar de referencia que nos mantiene unidos al espíritu de los marabouts de corazón rojo y al testimonio de los mártires. En el siguiente enlace podéis contactar: http://www.ocso.org/monastery/midelt/?lang=es 

Marabouts de corazón rojo

Pongamos hoy nuestros ojos en tres figuras que muestran que el Espíritu Santo sopla e inspira donde quiere y en quien quiere.
Artículo publicado en el Boletín Ecuménico de la Comunidad Horeb Carlos de Foucauld nº 74


El hermanito Inacio Jose do Vale, de los Irmâozinhos da Visitaçâo – Beato Charles de Foucauld (Brasil) nos recuerda estos días que el renombrado teólogo dominico francés y Cardenal Yvés Congar gustaba de repetir una y otra vez que el Espíritu Santo había dado dos grandes místicos para nuestro tiempo, en una etapa tan oscura de la humanidad, y que estos son Santa Teresita del Niño Jesús y el Hermanito Carlos de Foucauld. Dos grandes místicos actuales para la Iglesia de hoy a los cuales hay que sumar un tercero que vivió y descubrió como ellos el “Misterio de la Navidad y el secreto de Nazaret”, perfume de familia que tanto gustaba a San Francisco de Asís, quien los precedió siglos antes y con quien junto a Santa Teresita de Niño Jesús y del Hermanito Charles de Foucauld bebemos las familias cristianas para renovar nuestra esperanza y alegría tal y como nos dice el Papa Francisco en la encíclica “Amoris laetitia” (65). 

Normalmente todos los fundadores han tenido una corte inmediata de seguidores, seglares y religiosos que han seguido de inmediato sus pasos en tropel y difundido por doquier su mensaje y su concepto de Iglesia; sin embargo el Hermanito Carlos de Foucauld nos abre a un nuevo estilo de fundación: la “no-fundación”, de hecho morirá sin haber conocido ninguna fraternidad al estilo que él deseaba ni bajo las reglas por él escritas, como si Dios en nuestro pequeño hermano quisiera lanzarnos a todos un mensaje “seguid el Evangelio” y “guardad todas estas cosas en silencio en vuestro corazón”. 
 
Pongamos hoy nuestros ojos en tres figuras que avalan este hecho y que nos muestran que el Espíritu Santo sopla e inspira una misma acción donde quiere y en quien quiere: P. Charles-André Poissonnier, P. Charles Enrion y P. Albert Peyriguère, tres hombres nacidos a finales del siglo XIX, que viven en el siglo XX la espiritualidad del hermanito Carlos de Foucauld y que proyectan su sombra sobre cuantos deseamos vivir en este mismo espíritu en las periferias dentro del siglo XXI. 

Un corazón rojo sobre el hábito, una vida de silencio sonoro, contemplación en medio de quienes les rodean, adoración eucarística y hacer aquello que hubiese hecho Jesús de Nazaret, no escaparse del mundo sino santificar el mundo como levadura en la masa es el lema central de estos hermanos sobre quienes hoy ponemos nuestros ojos.

Decía Fray Charles-André Poissonier, sacerdote franciscano instalado entre los bereberes marroquís, tras la lectura de René Bazin sobre la meditación de la vida de Jesús “si él (Foucauld) hubiese venido y fundado una Orden, en ella hubiese ingresado”, tomando el nombre de Carlos en su profesión religiosa como homenaje a Foucauld. El fraile que repartirá hasta 3.000 panes en un solo día a sus hermanos bereberes, atendiendo a cuantos enferman de tifus y mueren de hambre sin alejarse por un solo segundo de ellos, sin cesar de orar en cuerpo y en actitud desde que comienza el día hasta que acaba, concluirá su joven vida diciendo “entregar la vida por amor a Jesús en los hermanos es el mayor regalo deseado”.

P. Charles Henrion tras sufrir el cautiverio con los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, descubre su vocación eremítica, de quien dirá Jacques Maritain que Henrion se ha reencontrado con Paul Claudel y he tenido una visión desconcertante pues “entró un corazón, un corazón rojo coronado por una cruz roja en medio de una forma blanca, se deslizó, doblado, habló y me dio la mano… Me ha hipnotizado esa vestidura, era como si Charles tuviese su cabeza sobre su pecho como los mártires, haciéndome pensar en la esencia del hombre y en lo que soy.” Fundará un eremitorio femenino en Túnez que será expulsado a Francia y ubicado en Villecroze (Francia) y a Petits Freres de l‟Eucharistie, en ambos casos siguiendo los escritos espirituales de Carlos de Foucauld. Sus últimas palabras fueron “hasta aquí todo ha sido cosa de Dios; no cambiéis nada para que así siga siendo”. 

Por último nos queda el Padre Albert Peyriguère, consagró su vida siguiendo la huella del Hermano Carlos de Foucauld a las gentes más pobres del Atlas marroquí mediante una incansable caridad. Herido en la Batalla de Verdún durante la Primera Guerra Mundial y conocedor de la vida mística por su tesis sobre San Bernardo quiso fundar en Tunez una fraternidad de hermanitos bajo la regla de Carlos de Foucauld pero la enfermedad se lo impidió, debiendo trasladarse de Ghardaia (Argelia; antes había estado en Hammamet, Tunez) a El Khab – Kenifra en donde iniciará una aventura extraordinaria y en la que la que la misericordia de Dios se hará presente a través de la atención sanitaria a miles de bereberes, adultos y niños, en el dispensario que abre con la única ayuda de la Divina Providencia y sin más recursos que la sonrisa, la amabilidad, el respeto a las costumbres… Todos cuantos llegan a la fraternidad son recibidos por P. Peyriguère al estilo de Foucauld “cuando alguien atraviesa nuestro techo es un tesoro el que ha llegado, es el tesoro de los tesoros, es el mismo Jesús”. 

El Padre Peyriguère en una canción berebere es comparado a un árbol bajo cuya sombra se refugian los pobres. Dios se hizo misericordia para los bereberes en él. Unas pinceladas que nos devuelven a la realidad de cuantos sobre nuestro pecho trazamos un sagrado corazón de Jesús rojo, que nos invitan a mirar una vez más a nuestros orígenes: Jesús y a la visión del Beato Carlos de Foucauld para una nueva iglesia “que se arriesgue a amar hasta el final”, como nos recuerda nuestro Obispo Jacques Gaillot.

Convocatoria de las IV Jornadas de Desierto online

Carlos de Foucauld: Es necesario pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios....        

Del 21 al 27 de Noviembre de 2016
 
 IVª JORNADAS DEL DESIERTO ON-LINE CON CARLOS DE FOUCAULD

 Tema: EVANGELIZACIÓN

Inscripciones entre el 15 de septiembre y el 15 de noviembre




Carlos de Foucauld, desde Nazaret donde hacía de sirviente del Monasterio de Clarisas de allí, escribe una carta al padre Jerónimo, fechada el 19 de mayo de 1898, donde, entre otras cosas dice: “Es necesario pasar por el desierto y permanecer en él para recibir la gracia de Dios: es en el desierto donde uno se vacía y se desprende de todo lo que no es Dios, y donde se vacía completamente la casita de nuestra alma para dejar todo el sitio a Dios solo. Los hebreos pasaron por el desierto, Moisés vivió en él antes de recibir su misión, san Pablo al salir de Damasco fue a pasar tres años en Arabia, vuestro patrón San Jerónimo y San Juan Crisóstomo se prepararon también en el desierto. Es indispensable. Es un tiempo de gracia. Es un período por el que tiene que pasar necesariamente toda alma que quiera dar fruto; es necesario este silencio, este recogimiento, este olvido de todo lo creado, en medio de los cuales Dios establece en el alma su reino, y forma en ella el espíritu interior, la vida íntima con Dios, la conversación del alma con Dios en la fe, la esperanza y la caridad. […] y es en la soledad, en esta vida a solas con solo Dios, en el recogimiento profundo del alma que olvida todo lo creado para vivir sólo en unión con Dios, donde Dios se da todo entero a quien se da todo entero a Él”.
 
La Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld organiza, como años anteriores, una Semana de Desierto online, con textos de Carlos de Foucauld y miembros de la Familia Espiritual. Estas jornadas se hacen la última semana de noviembre, antes de celebrar el centenario de la muerte del hermano Carlos de Foucauld el 1º de diciembre. En concreto este año se realizarán entre los días 21 y 27. Pueden participar en estas jornadas todas las personas que lo deseen. El plazo de inscripción se abre el 15 de septiembre.
 
Que Dios te bendiga en estas Jornadas de Desierto que vamos a emprender en el Nazaret donde estamos situados vitalmente.

Te ofrecemos unas pautas que debes adaptar según tus circunstancias.

Lo importante es que tengas un lugar recogido en tu habitación donde puedas orar.

Te puede ayudar tener ante tus ojos un icono de Jesús y otro de la Virgen, pues según la tradición ortodoxa en el icono está la presencia misma de Jesús o de María.

Practiquemos en todo momento la “Oración de Jesús”.

Hemos establecido tres vehículos de comunicación, además de la intercesión de los unos por los otros en la oración:

1. Si quieres hacer alguna confidencia, pregunta, discernimiento, aclaración, etc. personal, puedes escribir al Coordinador de las Jornadas de Desierto: Valentí Vázquez
valentivazquez@gmail.com

2.Para cuestiones generales u organizativas:
foucauld.horeb@gmail.com

3. Para comunicaciones espirituales con todos los participantes en las Jornadas de Desierto, previa inscripción (habilitada del 15 de Septiembre al 4 de diciembre de 2016):
horebdesierto@googlegroups.com