Carlos de Focauld, un santo diferente

Artículo de Amador Campos Serrano publicado el 3 de diciembre de 2.018 en https://www.noroeste.com.mx                               

Ir a https://www.noroeste.com.mx

Decir que Carlos de Foucauld es un santo diferente parece ser una imprecisión, pero realmente no lo es, no por la manera de cómo esta es, sino porque ha sido concebida tendiendo un estereotipo de la santidad de inexacta manera.

Ser un imitador de Cristo pudiera parecer el ideal a seguir, pero surge la pregunta, ¿imitarlo para qué? Si se es tan solo imitador de Jesús no se es auténtico consigo mismo, ni Él así lo quiere. Seguir a Cristo es aprender a ser nosotros mismos dentro de nuestras diferentes capacidades, que marcan nuestra singularidad, todo dentro del modelo que Él mismo nos inspira.

Hay diferencias en cada uno y en esas diferencias se encuentra la virtud, pero también la limitación. “Conócete a ti mismo”, decía el sabio griego, Diógenes de Sinope. Hay una riqueza en cada uno, solo debe de ser descubierta y, parafraseando la analogía de la parábola evangélica, se encontrará un tesoro escondido.

Carlos de Foucauld es un paradigma de nuestro tiempo, un hombre que, teniéndolo todo, fue capaz de dejarlo todo, una vida que inicia en una tragedia y terminará en una tragedia, pero en ella, él supo encontrar lo valioso en la misma tragedia, a tal punto de renunciar a todo para poder tenerlo todo.

Encontrándose en una vida de derroche al heredar una cuantiosa fortuna, a tal punto de caer en el placer y en el desorden, tuvo la capacidad de volverse a sí mismo en una búsqueda de un Dios que no tenía, al menos como otros lo habían imaginado.

Fue el sacerdote Henri Huvelin, sin falsos prejuicios acerca de una santidad, que cautiva a muchos, quien en un dialogo lo llevo a encontrarse consigo mismo y en ello encontró a Dios. El mismo sacerdote lo invitó al sacramento de la reconciliación y después al de la comunión.

Habiendo buscado un lugar para tener experiencia de Jesús pobre, eligió a Nazaret, viviendo en una comunidad trapense, después de un tiempo, descubrió que aún ahí no encontraba esa vida en grado suficiente en cuanto tal.

“Ve y vende cuanto tienes”, aunque pudo haber dicho ya no tengo nada, encontró algo que podía dejar y eso era su propio ambiente cultural y así, en una entrega total, se fue a vivir de una manera eremítica entre una cultura diferente a la suya y una fe diferente también, siguiendo las palabras del Apóstol Pablo sobre Jesús, quien vivió en total anonadamiento.

En su búsqueda de ir al encuentro de los olvidados, encontró la vocación al sacerdocio, no con el prestigio que le otorga el poseer el poder de Dios, sino como la oportunidad de un servicio a sus hermanos.

En su vida ermitica, como ya lo había hecho en una etapa pasada como militar, allá en Marruecos, sus pasos lo llevaron ahora a una búsqueda intelectual, investigando las formas de vida de los habitantes del tuareg, en el Sahara, ahí donde había escogido para vivir su encuentro con Dios.

Finalmente fue asesinado por una banda de criminales, un 1 de diciembre, culminando su búsqueda de entrega a Dios, un Dios al cual había buscado, encontrándolo en él mismo.