Carlos de Foucauld, un hombre de Adviento

Genaro Ávila-Valencia S.J. presenta una mirada sobre el amor a Jesús y al Evangelio de este hijo de Dios.                              

Carlos de Foucauld en sus años de juventud fue un muchacho ambicioso; audaz explorador de Marruecos, donde quedó hondamente impactado por la fe de sus pobladores. Un joven brillante que, por sus grandes aportes geográficos y etnográficos, fue reconocido con la medalla de oro por parte de la Sociedad de Geografía de París.

Si nos tomamos la osadía de definir su vida, podríamos afirmar que se trata de una búsqueda constante del Amado de su alma, aún antes de conocerle ya le amaba en lo más íntimo de su ser, aún antes de poderlo nombrar ya se sentía atraído por la indecible belleza de su presencia, aún antes de conscientemente saberlo ya lo buscaba una y otra vez; buscaba a Aquel que en su más profundo centro lo habitaba calladamente. Él mismo nos cuenta que su vocación religiosa nació al mismo tiempo de su conversión.

El gran regalo espiritual del Hermano Carlos de Jesús, como a él le gustaba ser llamado, fue la simplicidad de su vida. La gracia que tenía de volver lo ordinario en algo extraordinario por amor, de anhelar con paz la más oscura de las abyecciones, de abrazar con serenidad el polvo de los días grises donde no hay brillo, ni color, ni aplausos ni reflectores: la vida oculta de Nazaret, al mero estilo de Jesús. Una vida inútil para los pragmáticos criterios mundanales, una vida muda para los ruidos estridentes de una sociedad de consumo, una vida pequeña e insignificante para los grandes políticos hambrientos de fama, una vida pobre y miserable para los mezquinos empresarios que dominan al mundo. Dejemos que él mismo nos cuente su deseo más hondo en sus propias palaras:

“Toda nuestra vida, por muda que sea, la vida de Nazaret, la vida de desierto, como la vida pública, debe ser una predicación del Evangelio por el ejemplo; toda nuestra existencia, todo nuestro ser, debe gritar el Evangelio sobre los tejados; toda nuestra persona debe respirar a Jesús, todos nuestros actos, toda nuestra vida deben gritar que nosotros somos de Jesús, deben presentar la imagen de la vida evangélica; todo nuestro ser debe ser una predicación viva, un reflejo de Jesús, un perfume de Jesús, algo que grita a Jesús, que haga ver a Jesús, que brille como una imagen de Jesús…”

Carlos de Foucauld nos enseña a atravesar el desierto de la vida haciendo el bien, amando el sol de las más calurosas jornadas y la arenosa sequedad de los días áridos. Nos enseña que el desierto no sólo es el lugar de la tentación sino también el lugar del encuentro enamorado, de las noches estrelladas y la brillante luna que no deja nunca de acompañarnos. Nos enseña a despojarnos de las banalidades que tanto nos pesan y a sabernos detener reverentemente ante lo simple, lo pequeño y lo pobre, y desde ahí, dejarnos iluminar en nuestros días más oscuros.

El hermano universal, como lo llama el Papa Francisco al final de su bella encíclica Fratelli Tutti, nos invita en este tiempo de adviento a tejer fraternidad y sororidad en medio de la contrastante diferencia y diversidad de personas. Nos invita a no perder la esperanza y abrazar este histórico desierto que nos ha tocado atravesar en medio de esta pandemia. Nos invita a no perder la paciencia y buscar siempre la comunión con todos y, si algún hilo se enreda, volverlo a desenredar e hilar fino, muy fino. El hermanito Carlos murió asesinado en la puerta de su ermita el 1 de diciembre de 1916 en Tamanrasset, una ciudad ubicada al sur de Argelia. Allí quedó el cuerpo sin vida del que quiso ser el hermano de todos y todas, ahí se apagó su corazón atravesado por la crudeza de un disparo; Ahora late eternamente junto al Amor de su alma.

 Fuente:  https://www.vaticannews.va

Beato Carlos Foucauld (El hermano universal)

Publicado por Ángel Gutiérrez Sanz en la sección "Un santo para cada día" de https://www.religiondigital.org                                   


Estamos ante un místico contemplativo de nuestro tiempo, que nos ha traído la denominada “Espiritualidad del desierto”

Estamos ante un místico contemplativo de nuestro tiempo, que nos ha traído la denominada “Espiritualidad del desierto”. Nació en Estrasburgo el 15 de Septiembre de 1558 descendiente de una familia que ostentaba el título de Vizconde de Foucauld. A la edad de 6 años, cuando todavía era un niño, quedó huérfano de padre y madre, haciéndose cargo de él su abuelo, que se prodigaría en cariño y afecto con el pequeño Carlos. La vida seguía y tuvo que afrontar la situación tal y como se presentaba. El 28 de abril de 1872 hace su Primera Comunión y se confirma en el mismo día, pero pronto sería víctima de una sociedad sin Dios y se va alejando para pensar solo en él mismo y en el modo de satisfacer sus propios deseos.

En 1876 ingresó en la Academia de Oficiales. Acabados los estudios militares, muere su abuelo y recibe una cuantiosa herencia. Es un joven de 20 años que solo piensa en vivir bien y comer mejor, por lo que le llamaban el “Gordo Foucauld”. “Duermo mucho. Como mucho. Pienso poco.”, nos dirá el mismo. En octubre de 1880, Carlos fue enviado a Argelia de donde salió despedido por comportamiento poco ejemplar.

Posteriormente trabajaría en Marruecos de incógnito como explorador y geógrafo, realizando un trabajo excelente de investigación, que mereció que se le otorgara la medalla de oro de la Sociedad Geográfica de Paris y lo que es más importante la publicación de este trabajo en año 1883-84 bajo el título de “Reconnaissance au Maroc” que le catapultaría a la fama, pero él por aquel entonces estaba ya metido en otros asuntos. Una crisis espiritual le traía fuera de sí. “Dios mío, si existes, haz que te conozca”. Esta era la oración desesperada de un alma que buscaba a Dios por todas las partes y no acababa de encontrarlo. Le buscaba en la calle, le buscaba en las Iglesias, le buscaba dentro de sí; hasta que un día exactamente el 30 de Octubre de 1886 se encontró con el P. Henri Huvelin y ahí comenzó a cambiar todo. Pidió ser oído en confesión y ya reconciliado con Dios, por consejo de Huvelin, emprendió de inmediato un viaje a Tierra Santa para conocer más de cerca a Jesús de Nazaret. Su vida se había trasformado y él no sabía cómo agradecérselo a Dios. “¡Cómo me guardabas bajo tus alas mientras yo ni siquiera creía en tu existencia!”. “Forzado por las circunstancias, me obligaste a ser casto. Era necesario para preparar mi alma a recibir la verdad: El demonio es demasiado dueño de un alma que no es casta.” “¡Qué bueno que has sido! ¡Qué feliz que soy!” 


Charles de Foucauld

De Tierra Santa volvió enfervorizado, con la promesa en firme de encerrarse en los muros de un convento y vivir solo para Dios, pero su confesor puso freno a este arrebato y le hizo esperar 3 años de reflexión, que se le hicieron interminables. Por fin llega el día deseado y el 15 de Enero de 1890 Foucauld entra en la trapa, se hace a la vida monacal, aprende a convivir en comunidad, se siente a gusto allí, pero él piensa que puede dar aún más a nuestro Señor y por su mente pasa la idea de fundar una congregación que se ajuste a sus aspiraciones. “Me he preguntado si no habría la posibilidad de buscar algunas almas con quienes pudiera formarse un comienzo de pequeña congregación.” El 23 de Enero de 1897 el Superior General le concede el permiso para salir de la trapa.


Carlos llega a Nazaret. Vive en una humilde cabaña y trabaja de jardinero para unas monjitas, pasando largas horas ante el sagrario. Se da cuenta que solo siendo sacerdote puede gozar del privilegio de vivir apartado teniendo solo por compañía a Jesús Sacramentado, por lo que marcha a Francia. Allí consigue ordenarse después de un año de preparación. Se siente llamado a entregar su vida por las almas abandonadas y piensa en Marruecos que conoce bien.

El 28 de octubre de 1901, Carlos llega a Béni Abbès pequeño y abandonado pueblo del Sahara argelino cerca de la frontera de Marruecos, donde es bien recibido y le construyen una casita, con una capillita y unas celdas para huéspedes. Carlos no se cansa de estar frente al sagrario. “La Eucaristía es Jesús, es todo Jesús.” Desde el primer día quiere ser el hermano de todos y para todos en el amor a Jesucristo. A él acuden todo tipo de gentes: peregrinos, necesitados, enfermos, esclavos. El solo no puede dar abasto, necesita otros hermanos que le ayuden, pero allí no llega nadie, el único que se acerca a visitarle es el obispo de Sahara, quien le informa de la escasez de sacerdotes en Tuaregs y Carlos se ofrece a ir allá. Se siente feliz de llevar hasta allí a Jesús Sacramentado. “Hoy, tengo la felicidad de colocar – por primera vez en zona tuareg – la Santa Reserva en el Tabernáculo.”Las conversiones no llegan, pero la presencia de Jesús Sacramentado lo llena todo. La última guerra mundial llega al África. El padre del desierto y el hermano mayor de los pobres allí se queda, donde habrá de ser asesinado el 1 de diciembre de 1916. Años después el P. Congar pedía a los padres Conciliares, que repararan en Teresa de Lisieux y Carlos Foucauld: dos faros que Dios ha puesto en nuestro camino” . Cierto; aunque se había olvidado de otro faro más para formar la terna que fue Rafael Arnaiz, el entrañable “Hermano Rafael”.

Reflexión desde el contexto actual El padre Foucauld nos insta a continuar la obra que él inició, nos pide que sigamos luchando por la fraternidad universal más allá de las fronteras, nos invita a tomar una opción preferencial por los marginados y olvidados, nos insta a amar y no a juzgar, sobre todo nos pide que testimoniemos el evangelio con la vida más que con palabras, porque los hombres de nuestro tiempo más que de maestros, lo que necesitan son testigos. Hoy, después de que hace algo más de un siglo se inmolara en el desierto, nos llega la noticia de que Foucauld va a ser declarado santo. Tu heterogénea familia espiritual ya bastante numerosa, repartida por el mundo se alegrará y lo celebrará con júbilo, hermano. Tu recuerdo sigue vivo aquí abajo entre todos los que siguen trabajando y bregando para hacer de todos los hombres una gran familia humana. Carlos Foucauld ha sido y seguirá siendo ese ejemplo de humanismo, que solo vivió pensando en el otro. Gracias hermano

Beato Carlos de Foucauld: cuanto más se ama, mejor se reza (video)

El santo del día, 1 de diciembre, por sanjuandiegoradio.com                                                                                   


Charles de Foucauld o la bondad desarmada

Desarrolló con los bereberes una forma de evangelización silenciosa.                                                                  

Publicado por Feliza Elizondo en Religión Digital (1 de noviembre de 2020)

"A la puerta de su refugio de adobes, quedo el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo"

"Charles contó hasta el final de sus días con el  apoyo - también material -  y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades"

"La que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual"

Este otoño, con motivo de su canonización, redescubriremos en la fachada de la Basílica de San Pedro la mirada del hermano Carlos, la que en las últimas fotografías trasparenta la ternura con que contempló a sus vecinos touareg y el desierto pedregoso que rodea Tamanrasset, su también último paisaje. Allí, a la puerta de su refugio de adobes, quedo el cuerpo del que quiso ser hermano de todos atravesado por un disparo. Y semienterrado en la arena el ostensorio simple ante el que había pasado noches enteras. Era el 1 de diciembre de 1916.

Hemos empezado por hablar de su muerte a los 58 años en una soledad difícil de imaginar (que hoy por hoy los reportajes nos ayudan a sospechar) y es inevitable advertir el contraste entre la figura blanca de un ermitaño pobre, prematuramente envejecido, como es la del hermano Carlos, con el porte de un joven oficial del ejército francés con que aparece en retratos de juventud. Un militar al que los informes no siempre se referían con tonos elogiosos, dado que su conducta no fue siempre la esperada en un “hombre de honor”. Entre unas y otras imágenes median decisiones que siguen llamando la atención cuando se lee alguna de las excelentes biografías accesibles.

Porque en la vida de este explorador nato, subyugado por la inmensidad del desierto, no faltaron irregularidades al tiempo que realizaba auténticas proezas y se adentraba en viajes aventurados por un Marruecos poco conocido, y una tormentosa Argelia, por entonces bajo dominio francés. Pero es inevitable también asombrarse ante lo radical de su conversión y su búsqueda sin descanso de lo que entendía requerido por el amor de Alguien cuyo nombre ha dejado escrito con trazos típicos: “Jesús-Cáritas”. 
 

Nacido en Estrasburgo en 1858, Eugène-Charles de Foucauld, en una familia de nobleza antigua, perdió muy pronto a sus padres y quedó al cuidado de su abuelo que tuvo que trasladarse por causa de la guerra franco-prusiana pero se ocupó de que quien iba a heredar el título y las propiedades tuviera una educación adecuada a su rango, además de una cierta iniciación cristiana al estilo de su siglo. Secundando los deseos de su abuelo, ingresó en 1876 en la prestigiosa Academia de Saint Cyr. Era el comienzo de una carrera prometedora, aunque las calificaciones obtenidas en los años sucesivos no lo muestran precisamente como un alumno brillante sino más bien dado a formas de diversión en las que gastaba despreocupadamente con sus compañeros los bienes heredados a la muerte de su abuelo, por quien había sentido un gran afecto.

En su expediente han quedado registradas algunas dificultades que tuvo con la disciplina militar. Así, sabemos que, enviado como oficial en 1880 a Sétif (Argelia) fue despedido pronto por “notoria mala conducta", aunque poco después reincorporado para participar en la guerra contra el jeque Bouamama. Pero también hay constancia de que el joven vizconde de Foucauld, de carácter inquieto, en 1882 se embarcó en la empresa de explorar el entonces poco conocido Marruecos haciéndose pasar por judío y no despertar la hostilidad de los nativos. Pero la calidad de su trabajo de reconocimiento de aquel territorio africano le valió nada menos que la medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París y la publicación de su libro Reconnaissance au Maroc (1883-1884) que le valió un nombre entre los estudiosos.
 

Una conversión no tan repentina

En Marruecos quedó impactado por la fe de los musulmanes: “el Islam me produjo una impresión profunda. La vista de aquella fe, de aquellas almas que vivía en la presencia continua de Dios, me hizo entrever algo más grande y más verdadero que la ocupaciones mundanas: ad maiora nati sumus”, escribe al recordarlo.

De vuelta a París, reapareció en él la inquietud, que era un rasgo saliente de su espíritu aventurero y, sobre todo, le asaltó la pregunta por el sentido de su vida: “Mi corazón y mi espíritu – anota en 1886– seguían lejos de vos (...) pero...vos habíais roto los obstáculos, reblandecido el alma y preparado la tierra, quemando las espinas y la maleza”. La soledad de un apartamento en aquella ciudad que ahora le resultaba “extraña”, y el reencuentro con su prima Marie de Bondy, una de las personas más apreciadas y admiradas por él desde que era un niño, fueron factores decisivos en su acercamiento a la iglesia. Sentía que, en contacto con ella, la fe de la infancia asomaba de algún modo, y empezó a repetir a modo de súplica espontánea: «Dios mío, si existís, haced que yo os conozca», mientras entraba y salía de alguna iglesia. Charles contó hasta el final de sus días con el apoyo - también material - y el consejo de esta mujer, a la que confió en sus muchas cartas, con la mayor sinceridad, sus búsquedas y oscuridades. Fue Marie quien le presentó al abate Huvelin.
 

Entre los relatos de conversiones de finales del XIX y la primera mitad del siglo XX se suele colocar el encuentro en la iglesia de Saint-Augustin y la confesión de Charles de Foucauld con este sacerdote, que le dio también la comunión y fue en adelante un verdadero guía en su camino de fe. Era el 29 o 30 de octubre de 1886. El pasado quedó muy atrás cuando entendió que, “una vez conocida la existencia de Dios, ya no podría vivir sino para Él”, según sus propias palabras.

Oyó decir también al P. Huvelin una frase que se le grabó a fuego y marcó sus decisiones ulteriores: “Nuestro Señor tomo el último lugar, que nadie pudo arrebatárselo”. Así, desde el principio, conversión y vocación se sueldan. El desordenado lector de autores ajenos a la fe comenzó a dedicar toda su atención a la lectura y meditación de los Evangelios y a algunos tratados de vida cristiana conocidos en la Francia de su tiempo.
 
Nazaret: punto de partida

En 1888 (el mismo año en que Teresa de Lisieux ingresa en el Carmelo) peregrinó a Tierra Santa para rastrear allí las huellas de Jesús de Nazaret. Hizo cesión del título y los bienes a favor de su hermana y, tras una dolorosa despedida de los suyos de la que en sus cartas habla como de un sacrificio terrible -”sacrificio que, a lo que parece, me costó todas mis lágrimas, pues desde entonces, desde aquel día ya no lloro...” - entró en la Trapa de Notre-Dame des Neiges. De esta pasó, siempre en el intento de seguir al Nazareno en la mayor pobreza, a la de Akbès, en Siria, entonces bajo el Imperio otomano, en la que vivió varios años. 


Allí encontró la ayuda de buenos maestros de la vida monástica y leyó las obra de Santa Teresa, de las que ha dejado copiados cuidadosamente, con su letra diminuta, unos cuantos textos, Hasta el punto que J. F. Six, uno de los que has estudiado con dedicación su itinerario, habla a este propósito de “una influencia directa y absolutamente predominante que envuelve toda la vida de espiritual de Charles de Foucauld”. Porque una y otro se muestran fuertemente atraídos por la presencia amiga de Jesucristo.

Pero estando en Akbés, a distancia de su país de origen y “bajo otro cielo”, la visión de la pobreza de las gentes que rodeaban a la ya de por sí austera Trapa, le lleva a soñar con otras posibilidades de seguir más radicalmente a Jesús, y compone incluso una Regla para una fundación que querría fuera de veras “socialmente pobre”. Un sueño éste de imitar más de cerca al Maestro que duró tanto como su vida.

Así, sin cesar en una búsqueda que no parece cesar en su trayectoria, abandona su pertenencia a la Trapa, aunque la despedida le resultó nuevamente algo muy costoso. Y en 1897 vuelve a Tierra Santa donde, acogido al monasterio de clarisas de Nazaret, ensaya una forma de vida eremítica en la que era posible realizar su ideal de pobreza, que reúne el trabajo humilde y la adoración eucarística: la que hoy es reconocida como una forma de vida típicamente suya: oculta, hecha de contemplación y de trabajo manual. Una vida silenciosa que irradia con su testimonio.
 

En Nazaret redacta la Regla que desea para los que llamará “ermitaños del Sagrado Corazón” y él mismo se firma como “fray Carlos de Jesús”, consciente de lo que implica ese nuevo nombre. En el rincón que le ceden las religiosas, adora y medita largamente los pasajes bíblicos, y se detiene en los de la vida de Jesús. Lee autores de la tradición como el Crisóstomo y, sobre todo, los místicos. Allí, entre 1897 y 1900, escribió muchas páginas con meditaciones que se consideran fundamentales para conocer su vivencia espiritual, como la reflexión en la que se inscribe la conocida Oración de abandono.
 
Padre me pongo en tus manos...

A propósito de esta oración, una de las más bellas del siglo XX y ampliamente divulgada, a veces en forma más breve, sabemos que se encuadra en las meditaciones de los Evangelios que Carlos de Foucauld escribió en la Trapa de Akbés (Siria) (1890-1896). Al comentar las últimas palabras de Jesús: “Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46), escribe: “Esta es la última oración de nuestro Maestro, de nuestro Bienamado… Pueda ser la nuestra… Y que ella sea, no solamente la de nuestro último instante, sino la de todos nuestros momentos”. 

 
Y a continuación:

‘Padre mío, me entrego en vuestras manos;

Padre mío, me abandono a Vos;

Padre, Padre mío, haz de mí lo que os plazca;

sea lo que hagáis de mí, os lo agradezco;

gracias de todo, estoy dispuesto a todo;

lo acepto todo; os agradezco todo;

con tal que vuestra Voluntad se haga en mí, Dios mío;

con tal que vuestra Voluntad se haga en todas vuestras criaturas,

en todos vuestros hijos, en todos aquellos que vuestro Corazón ama,

no deseo nada más Dios mío;

en vuestras manos entrego mi alma;

os la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón,

porque os amo y porque esto es para mí una necesidad de amor:

darme, entregarme en vuestras manos sin medida;

me entrego en vuestras manos con infinita confianza,

pues Vos sois mi Padre…”

(Escritos espirituales, Ed. Studium, Madrid 1958, 32).
 

En el Sahara y con los tuareg

Sólo después de superar una resistencia al cambio de estatus que implicaría ser sacerdote, aceptó realizar estudios de teología en Roma y ser ordenado sacerdote en la diócesis de Viviers (Francia) en junio de 1901. La voluntad de servir fue factor decisivo en la aceptación. Y comenzó esa tarea en Béni Abbès, un enclave del ejército francés en pleno Sahara argelino, donde pudo advertir y denunciar aspectos deplorables de la colonización como la que llamó “la monstruosidad de la esclavitud”. Semejante constatación le indujo a seguir nuevamente la llamada a estar entre “los últimos” y ocupar “el último lugar”. Sin contar con seguidores – su sueño de crear alguna forma de unión que compartiera su ideal misionero era persistente - desarrolló con los bereberes una forma de evangelización silenciosa, basado en el compartir su vida, en el despliegue de bondad y en el ejemplo de una vida humilde y desinteresa.

Si al entrar en la Trapa había hecho cesión de sus bienes, también presentó su cese en el ejército francés y en la Sociedad Geográfica que le había dado fama entre los especialistas. Despojado de todo y sin llegar a encontrar compañeros para sus proyectos, acometió una última travesía hasta alcanzar en 1906 las montañas de el Hoggar en donde encontró juntas la soledad del desierto y la posibilidad de “hacerse hermano” sirviendo a gentes endurecidas y difícilmente abordables como eran los tuaregs.
 

En medio de parajes desérticos, de una aridez extrema y asolados por un viento también extremo, estudió la cultura y la lengua targuí, la de aquellas tribus nómadas, durante más de doce años y compuso el primer diccionario tuareg-francés. Un obra de investigador que constituye hasta ahora mismo una referencia fundamental.

Sin otro éxito que el recuento de nombres franceses que simpatizan con su propuesta de una Unión que sostuviera una presencia misionera como la que él vive, atraviesa momentos de debilidad extrema, que se compensan con el poder celebrar alguna vez la eucaristía en Asekrem o Tamanrasset. Aunque para Foucauld, la presencia eucarística que irradia realmente si es llevada hasta lugares a donde casi nadie llega para percibirla, es inseparable de la de algunos cristianos que, también realmente, testimonien una amistad y una bondad a toda prueba que roturen el terreno del anuncio. Su forma de entender la tarea es la de abrir caminos, una preparación que seguramente requerirá de tiempos largos antes de que el evangelio pueda ser escuchado. Una presencia humilde en la que el respeto y el diálogo sean garantes de la buena noticia de Jesús que se ofrece en libertad.

Los estatutos de la Unión redactados por él pormenorizan esa forma de misión. En un pequeño cuaderno el hermano Carlos la resume en unas líneas: “Mi apostolado ha de ser el apostolado de la bondad... Si se me pregunta por qué soy dulce y bueno, tengo que responder que porque soy servidor de uno mucho mejor que yo”.
 

En 1915, por causa de la guerra, no pudo viajar a Francia donde había hallado entre otras adhesiones la acogida de un conocido arabista como Massignon, que mantuvo vivo su recuerdo tras su muerte. Y como adelantábamos, el 1 de diciembre de 1916, el hermano Carlos fue asesinado por un muchacho atemorizado ante un grupo de rebeldes que irrumpieron en la ermita levantada en pleno Sahara argelino.

Tenía 58 años y su nombre aparece encabezando los trabajos que realizó en campos como la geografía, la geología y la lexicografía. Pero, a distancia de un siglo de su muerte, le son reconocidas universalmente, sobre todo, una radical adhesión al evangelio, su búsqueda de los últimos y su sensibilidad para encuentro con el islam.

Y aquel final aparentemente sin sentido y en una soledad extrema se puede leer también hoy, a la vista de los numerosos grupos y los miles de seguidores de la espiritualidad del desierto que forman su Familia, como una ratificación de la verdad evangélica del grano de trigo que muere.  



La Iglesia en Marruecos ofrece un retiro con Carlos de Foucauld

La Iglesia Católica en Marruecos nos ofrece la oportunidad de conocerlo y rezar con él en línea (WhatsApp y Facebook) durante 9 días.        


PRESENTACIÓN DEL RETIRO:

Buenos días a todos y a todas,

Bienvenidos a este tiempo de retiro con el Beato Charles de Foucauld.

Durante 9 días vamos a escuchar la Palabra de Dios y tendremos como guía al mismo P. Charles de Foucauld. Dejémonos guiar por su amor apasionado por Jesús, escuchándolo y abriendo nuestro corazón al «Amado Hermano y Señor Jesús».

El retiro comienza el domingo 22 de noviembre a las 6:00 p.m. con una sorpresa.

Todos los días te ofrecemos:

➔ un tema, textos para meditar de la Biblia y del P. Charles.
➔ Se ofrecerán itinerarios de oración en la mañana (5:30 a.m.) y temprano en la tarde (3:00 p.m.)
➔ un tiempo para compartir abierto a quien lo desee al final de la tarde (a partir de las 18.30 horas)
➔ algunos consejos.

Fratelli Tutti reacciona con esperanza a la crisis mundial con pequeños gestos radicales de alcance universal

Francisco indica "dos cosas como las más altas e íntimas, porque son totalmente libres: el perdón y la amistad"                                
Padre Diego Fares, sobre Fratelli Tutti:

"Reacciona con esperanza a la crisis mundial con pequeños gestos radicales de alcance universal"
Artículo publicado en Religión Digital el 5 de noviembre de 2020.


"Francisco continúa dirigiendo el diálogo no en torno a las ideas sobre Dios, sino más bien a la apreciación de cada persona humana como una criatura llamada a ser un hijo de Dios" 

"Junto con la imagen inicial de Francisco de Asís, la imagen final de Carlos de Foucauld abarca todo el contenido de la encíclica en un abrazo esperanzado"

Fratelli Tutti tiene el estilo de una conversación entre amigos. De esas conversaciones en las que, al tratar las cuestiones vitales que nos desafían y fascinan, más que en las definiciones que damos, nos interesa la esperanza concreta que brota de esta forma amistosa y fraternal de hablar". El padre Diego Fares, colaborador de La Civiltà Cattolica, está convencido de ello.

En el número de la revista que sale el sábado, el jesuita subraya el valor de la "conversación" relanzada por el Papa Francisco y la "sana y fundamental conexión entre interioridad y universalidad" que ilumina los principios relanzados por el Pontífice: "el todo es más que la parte" y "la unidad es superior al conflicto".

Francisco también indica "dos cosas como las más altas e íntimas, porque son totalmente libres: el perdón y la amistad". Para el Papa, explica Fares, "el perdón como una decisión libre está en la raíz de cualquier política que busque el bien común", mientras que con respecto a la amistad, la "característica más propia" es "el amor al otro como tal, y esto nos mueve a buscar lo mejor para su vida". Sobre la relación entre las diversas religiones, el jesuita también señala, "Francisco continúa dirigiendo el diálogo no en torno a las ideas sobre Dios, sino más bien a la apreciación de cada persona humana como una criatura llamada a ser un hijo de Dios. De ahí la conclusión: "Es necesario reaccionar a la inmensidad de la crisis mundial que nos golpea por todos lados. El Papa nos invita a reaccionar no con palabras, sino con un nuevo sueño: ese sueño que Francisco de Asís y Carlos de Foucauld pudieron realizar en pequeños gestos de una radicalidad que lleva en sí una semilla de expansión universal". 

"Charles de Foucauld sintetiza y encarna su contenido evangélico"

"Junto con la imagen inicial de Francisco de Asís, la imagen final de Carlos de Foucauld abarca todo el contenido de la encíclica en un abrazo esperanzado, que el Papa resume dinámicamente colocando la fraternidad y la amistad social en la clave del deseo. Continúa comentando la encíclica "Fratelli tutti" el padre Fares. "El hecho de destacar la figura de Carlos de Foucauld, que pronto será canonizado, tiene en 'Fratelli tutti' una gran fuerza testimonial: recoge y actualiza el legado de Francisco de Asís, sintetiza y encarna el contenido evangélico que el Papa expone en la encíclica, y nos desafía de forma concreta allí donde se produce el mayor reto de nuestro tiempo", reflexiona el jesuita.

El Papa habla del "sueño" de Foucauld de convertirse en "hermano de todos" e "identificarse con los últimos". Para el padre Fares, la espiritualidad de Foucauld impregna toda la encíclica. Además de la referencia explícita a la fraternidad y a la amistad social, el jesuita destaca la predilección del beato por los más abandonados, que "no sólo tiene un carácter ético, sino también profundamente teológico". En él, de hecho, "el abandono en las manos del Padre (oración de abandono) y abrazar el abandono de los más pequeños son uno". Fue precisamente en su búsqueda de los "pueblos más abandonados" que Foucauld eligió establecerse en el Sahara argelino. Y "el abrazo de los abandonados" que el Papa Francisco hace suyo, "no es sólo el de la misericordia o la justicia, sino el de la amistad, personal y social".


Audio: evocando la memoria de Carlos de Foucauld

Radio Francia Internacional termina su programa "París América" del 12 de octubre de 2020 hablando de este místico francés nacido a finales del siglo XIX. Jesús Bastante, jefe de redacción del sitio Internet Religión digital, nos recuerda quién fue Charles de Foucauld.

 

Oración al Beato Charles de Foucauld, para pedir la gracia de tener un corazón misericordioso

Publicada por Carlos García Malo en https://caminocatolico.com      

                                                                                                                                 

 
Beato Charles de Foucauld,

misionero del Sahara,

apóstol de los tusregs.

Fuiste vizconde de Foucauld en Francia…

alejado de Dios en tu juventud te dejaste llevar por el mundo.

Fue el ardor de una oración musulmana la que te llevó de nuevo a la fe;

y después de muchas búsquedas

te entregaste a la Trinidad dentro de la Iglesia católica.

«Dios, si existes, házmelo saber».

Tu deseo era llevar con tu testimonio la fe a África.

Hombre activo con los enfermos y necesitados,

a la vez que contemplativo de Jesús en la custodia.

«Cuanto más se ama, más se ora».

Místico de nuestros tiempos,

cuántos hombres y mujeres han abrazado tu espiritualidad

y te han seguido por el camino de la entrega y del amor.

Entregaste tu vida en manos de un jovencito

que disparó su arma y dejó tu cuerpo tendido en el suelo.

Tu sangre hoy es semilla de nuevos cristianos

y de innumerables conversiones a la fe

del que dio su vida para que nosotros tengamos la Vida verdadera,

sin odios ni rencores sino en la caridad

y misericordia con el hermano que uno sabe en su corazón equivocado.

Beato Charles de Foucauld,

enséñanos a tener un corazón escandalosamente misericordioso

y ardiente de amor como lo tuviste tú en este mundo terreno. Amén.

Dios llama en el desierto

Encuentro por Zoom con Pablo d'Ors sobre la Espiritualidad de Charles de Foucauld (17 de Julio a las 11 AM hora de Santiago, Chile)                   



Enlace al video del encuentro:

Carlos de Foucauld, el próximo santo que encontró a Dios en el desierto

Entrevista a José Luis Vázquez Borau en el programa "El Espejo" del 10 de junio de 2020 en la Cope.                                                            



Carlos de Foucauld va a ser próximamente canonizado. Y desde luego merece la pena conocer su vida, que ha sido ejemplo para muchos. "Se queda huérfano, pierde la fe durante sus estudios y lleva una vida disoluta en una familia noble y con riquezas".

Lo cuenta José Luis Vázquez Burao en El Espejo, y también en el libro biográfico 'Charles de Foucauld: Encontrar a Dios en el desierto'. El escritor relata la historia de este próximo santo: "Hace la carrera militar, es despedido del ejército para después volver y se convierte en un ejemplo de capitán militar. Después pide poder viajar e ir a explorar Marruecos, un lugar donde todavía los europeos no habían entrado. Disfrazado de judío en este país, publica sus descubrimientos y gana la medalla de geografía francesa".

Es aquí, en mitad de su vida aventurera donde Dios empieza a llmarle: "El islam empieza a tocarle el corazón. A partir de ahí, ve que los habitantes de esta región rezan y esto le lleva a que cuando vuelve a Francia comienza una búsqueda. Su familia es cristiana y él le pide a Dios que 'si existes haz que te conozca'". Por eso "busca un

profesor de religión, alguien que le enseñe. Y va a ver a un sacerdote amigo de la familia. Este le dice que pida perdón por su pasado, se confiesa y le da la comunión". Es en ese momento cuando empieza a vivir con un lema: "Desde que sé que existes, no puedo vivir por otra cosa que para ti".

Acaba trabajando como "jardinero de las monjas clarisas, donde hace sus escritos espirituales". viaja a Nazaret y a Siria donde encuentra una gran verdad: volver a los inicios del cristianismo. En el convento, las hermanas "le invitan al sacerdocio. Vuelve a Francia se ordena sacerdote y quiere ir a Marruecos ,pero como no puede, viaja a Argelia".

A Carlos de Foucauld le caracteriza "una unión íntima con Jesús, tiempo de silencio contemplativo que le hacía preguntarse ¿qué haría Jesús en su lugar? Una vuelta personal, social y eclesialmente a Nazaret. Valorar lo sencillo y pequeño, la solidaridad, la vuelta a la naturaleza, valorar la bondad... Vivir en comunión con los últimos de la tierra. Ir a un sitio donde no hay presencia e ir desbrozando el terreno para luego cosechar el Evangelio".

Carlos de Foucauld, una luz para nuestro tiempo

Publicado  el 5 de Diciembre de 2008 en el nº 2.639 de Vida Nueva por José Luis Vázquez Borau.                                                   

Foucauld

En cada época histórica, el Espíritu Santo suscita un faro, una luz, un testigo nuevo del Evangelio para dar un nuevo impulso al crecimiento del Reino de Dios. Hace ahora 150 años, el 15 de septiembre de 1858, nacía en Estrasburgo Carlos de Foucauld. Fruto de su entrega, viviendo en su propio Nazaret junto a sus hermanos tuareg del desierto argelino, hoy la Iglesia lo presenta como testimonio y muchas personas viven de su carisma, formando la “familia Foucauld”.

Pero podríamos preguntarnos, ¿dónde están estos seguidores suyos, que apenas los medios de comunicación dan eco de sus vidas? Los encontrareis en medio de los más pobres, en los lugares a donde nadie quiere ir, en el servicio humilde y desinteresado y en la oración ferviente y adoradora. Algunos, formando pequeñas fraternidades en ambientes pobres no cristianos; otros, solos o en familia, desbrozando los terrenos para que un día pueda sembrarse la semilla del Evangelio, o anunciando en otras ocasiones la Palabra de Dios y formando nuevas comunidades cristianas. Pero, todos ellos, practicando el apostolado de la bondad y predicando el Evangelio con el testimonio de sus vidas, como lo hicieron, a su vez, los buenos vecinos que fueron José, María y Jesús en Nazaret.

Justo en estos días se cumple el aniversario de su muerte. Carlos de Foucauld fue asesinado el 1 de diciembre de 1916. Tenía en ese momento poco más de 58 años. Se puede decir que estaba en la etapa de madurez de su vida. Ya a los 43 había iniciado su opción fundamental instalándose en Beni-Abbes, en el corazón del Sahara argelino, donde se da cuenta de que hay una muchedumbre de personas por evangelizar y un ministerio muy importante que realizar. Pero durante los años que pasa en este oasis del desierto va experimentando una nueva transformación. Rompe con su autoimpuesta clausura. Acepta con sencillez los acontecimientos que van en contra de lo que siempre había creído que era la voluntad de Dios y se deja llevar por las circunstancias, que son manifestación de la voluntad divina. Así, esta obediencia a cada instante y con el discernimiento de su padre espiritual, le conduce a los tuareg, instalándose en medio de ellos, el año 1905, en Tamanrasset. 

Testigo de Dios

El padre Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la experiencia de Dios en medio del mundo. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem, el punto más alto de las montañas del Hoggar, o en Tamanrasset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, por ser éste un lugar de tránsito de las caravanas, que ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba, estableciendo relaciones de amistad.

Once años convivió con ellos, haciéndose uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etc., con ánimo evangelizador, aunque nada más fuese realizando gestos de bondad. Así, resumiendo, Carlos de Foucauld vivió dieciséis años en tierras argelinas, y especialmente once entre los tuareg hasta que llegó su muerte como acto supremo de entrega a imitación de su hermano mayor, Jesús de Nazaret.

A nosotros, ahora, nos interesa señalar los rasgos esenciales de esta última etapa de su vida para entresacar los nervios espirituales de su existencia y, así, poderlos encarnar en nuestra realidad. Vida de oración, vida de trabajo, realizando una tarea lingüística inmensa; preocupación por el pro- greso espiritual y material de las personas con las que vivía; luchando contra toda injusticia; y, finalmente, lanzando un movimiento misionero universal hacia los más pobres y alejados de la Iglesia, que incluye a sacerdotes, religiosos y laicos, unidos “por la comunión de los santos”, predicando el Evangelio con la propia vida y practicando allí donde se encuentren el “apostolado de la bondad”, asumiendo con la “paciencia de Dios” el desarrollo del misterio de la salvación.

¿Cómo puede ayudarnos el carisma de Carlos de Foucauld a afrontar nuestro tiempo? Primero, y principalmente, su deseo de imitar a Jesús de Nazaret. Imitar no quiere decir “hacer lo mismo”, sino dejarse conducir por el mismo espíritu de fuego que animaba a Jesús de Nazaret. Como aconseja el propio Foucauld, “pensar y hacer en cada momento lo que haría Jesús en nuestro lugar, y hacerlo”. Jesús de Nazaret es nuestro “Modelo único”, por eso hay que leer y releer su Evangelio. Ser pobres como Jesús, viviendo en medio de ellos o siendo solidarios con ellos, y luchando contra toda injusticia.

Otro aspecto esencial es vivir una intensa amistad con Dios, en la oración silenciosa y la oración de la Iglesia. Y, finalmente, practicando el apostolado de la bondad, intentando curar todas las “enfermedades” y predicando el Evangelio con el testimonio de la propia vida, hasta entregar la vida por aquéllos a quien se ama.

Nazaret…

Si hay una palabra que exprese mejor el mensaje de aquél que se dejó conducir por el Espíritu de Amor para realizar su misión concreta, ésta es “Nazaret”: una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida, como Él, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, realizando un oficio, mo- rando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina. La misión del hermano Carlos es hacer notar que Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa, en la vida de familia, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una “espiritualidad de la relación” en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios y relación de amor con las personas que compartimos la vida. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, que vivió, en medio de las relaciones interpersonales más comunes, una relación única con el Padre.

Jacques Maritain actualizaba el testamento del hermano Carlos de Foucauld de este modo a todos sus discípulos: “Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados”.

CRONOLOGÍA DE SU VIDA

1858. Carlos de Foucauld nace el 15 de septiembre en Estrasburgo (Francia); a los seis años se queda huérfano. Pierde la fe a los 17 años. 

1876. Ingresa en la Escuela Militar de Saint-Cyr. El subteniente Foucauld marcha hacia Argelia en 1880. Expulsado del ejército por indisciplina y mala conducta, pide reintegrarse al enterarse de que su regimiento iba a entrar en  combate debido a una insurrección en el Sur de Orán. 

1882-1884. Preparación y realización del libro Reconocimiento de Marruecos, donde explica el viaje de exploración que realizó haciéndose pasar por judío.

1886. Se instala en París. Período de búsqueda y de interrogaciones. Quiere encontrar a Dios. A finales de octubre, en la iglesia de San Agustín de París, se confiesa y recibe la comunión de manos del padre Huvelin, produciéndose su conversión. Viaja a Tierra Santa.

1890. Entra en la Trapa, el 26 de enero, en Nuestra Señora de las Nieves. Llamado hacia una más perfecta imitación de la vida de Nazaret, saldrá de la Trapa el 14 de febrero de 1897, después de que sus superiores ratifiquen su vocación. 

1897. Llega a Nazaret el 4 de marzo. Vive como criado de las monjas clarisas de Nazaret, “exactamente lo que buscaba”. De este tiempo en Tierra Santa son la mayoría de sus escritos, meditaciones y notas espirituales. 

1900. Vuelve a Francia el 22 de septiembre. Va a la Trapa de Nuestra Señora de las Nieves para prepararse para la ordenación sacerdotal, que tendrá lugar el día 9 de junio de 1901. 

1901. Llega a Beni-Abbes, el 28 de octubre. Durante este período, su correspondencia va aumentando. Escribe también El Evangelio presentado a los pobres del Sahara, y revisa la Regla de los Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón

1905. Se instala en Tamanrasset. Allí escribe los estatutos para la asociación de hermanos y hermanas del Sagrado Corazón de Jesús, dirigidos a sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos evangelizadores: Consejos Evangélicos o Directorio.

1916. El hermano Carlos de Jesús muere el 1 de diciembre violenta y dolorosamente, como había anotado en su diario aquella misma tarde: “Vivir como si tuvieses que morir mártir hoy”.

1917. Luis Massignon manifiesta a su director espiritual, Luis Poulin, párroco de la Trinité, el deseo de continuar la Asociación Foucauld, única asociación eclesial fundada por el propio Foucauld, a la que pertenecía Massignon, y publica el Directorio o Consejos Evangélicos del padre Foucauld.

1920. Luis Massignon, el día de Viernes Santo, pasa una terrible angustia al ver que el testamento del padre de Foucauld no se realiza. Se siente heredero y continuador de su obra.

1921. René Bazin, por indicación de Massignon, publica una biografía de Foucauld que tendrá gran impacto en la sociedad francesa de la época: Charles de Foucauld, explorateur du Maroc, ermite du Sahara.

1922. Massignon publica en La Vie espirituelle un artículo sobre la Unión de oraciones.

1923. Suzanne Garde funda el “Grupo de Carlos Foucauld”, formado únicamente por laicos.

1928. Se funda la primera congregación religiosa nacida del padre de Foucauld, las Hermanitas del Sagrado Corazón.

1933. El padre René Voillaume tomó el hábito junto con otros cuatro compañeros en la basílica de Montmartre, instalándose en El Abiodh Sidi Cheikh, en el sur argelino. Al principio se llamaban “Petits Frères de la Solitude”.

1939. La hermanita Magdaleine de Jesús funda las “Hermanitas de Jesús”, hoy en día repartidas por todo el mundo en 321 fraternidades, manifestando el amor gratuito de Dios a través de la amistad y la solidaridad.

1947. René Voillaume funda, junto con otros tres hermanos, la primera fraternidad obrera de los “Hermanos de Jesús” en Aix-en-Provence.

1950. Luis Massignon es ordenado sacerdote y va a Tamanrasset, donde murió su querido padre espiritual, pasando una noche de oración, como la que tuvo con el propio Carlos de Foucauld en el Templo del Sagrado Corazón de París la noche del 21-22 de febrero de 1909, dando origen a la “Unión de hermanos y hermanas de Jesús, Sodalidad Carlos de Foucauld”.

1951. René Voillaume publica En el corazón de las masas, sobrepasando los 100.000 ejemplares.

1956. René Voillaume funda los “Hermanos del Evangelio” como respuesta al crecimiento evangélico allí donde los hermanos están encarnados. Posteriormente, surgirán las “Hermanitas del Evangelio”, expandidas también por distintos países del mundo. 

En la actualidad, la Asociación Carlos de Foucauld reúne a un importante número de grupos que se dicen y son discípulos del hermano Carlos de Foucauld. Además de los ya mencionados, hay que citar a las Hermanitas de Nazaret; los Hermanitos de la Cruz (Canadá); las Hermanitas y Hermanitos de la Encarnación (Haití); las Hermanitas del Corazón de Jesús (República Centro Africana); la Fraternidad Jesús Caritas (Instituto Secular Femenino); la Fraternidad Sacerdotal Jesús Caritas; la Fraternidad Secular Carlos de Foucauld; la Comunidad de Jesús (Asociación privada de fieles: matrimonios consagrados, célibes consagrados y laicos comprometidos); la Comunidad Jesús Caritas de Italia (sacerdotes diocesanos en comunidad parroquial); la Fraternidad Carlos de Foucauld (Asociación de fieles: laicas con celibato); el Grupo Charles de Foucauld, otro en Vietnam y, además, en España han surgido a Fraternidad de Betania, la Fraternidad de Emaús, las Fraternidades de la Amistad y la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld.


Carlos de Foucauld nos enseñó a trabajar por la fraternidad universal

https://www.religiondigital.org por Cardenal Cristóbal López Romero                                                                        

"Después de su “conversión” (no cambió de religión, sino retornó a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado"

"San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente"

La mañana del 27 de mayo me ha traído, de parte de Religión Digital, esta gran “buena nueva”: Carlos de Foucauld va a ser canonizado. En efecto, el Papa ha aprobado el milagro preceptivo para proclamarle santo y proponerlo a la veneración y a la imitación de la Iglesia universal.

Para la Iglesia de Marruecos esta noticia reviste una importancia particular, puesto que fue durante su visita a este país cuando Foucauld sintió que algo se le removía por dentro, en lo más profundo. Agnóstico y descreído, se dejó tocar por el ejemplo y la piedad de los musulmanes; viéndolos rezar comprendió que la vida que llevaba no era la que debía, y que Dios le estaba esperando en todos los recodos de los caminos que recorrió a lo largo y a lo ancho del país.

Después de su “conversión” (no cambio de religión, sino retorno a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado.

Su experiencia espiritual, su carisma, su amor a la tierra y a la gente del norte de Africa ha marcado a fuego estas Iglesias, en las que sus seguidores espirituales (espontáneos o institucionales) han querido estar siempre presentes.

De Carlos de Foucauld hemos aprendido:

-a trabajar por la fraternidad universal (él se consideraba hermano universal);

-a valorar el testimonio personal del evangelio vivido en el amor por encima de cualquier actividad evangelizadora;

-a aceptar con alegría ser pequeños, pobres y sin más recursos que los necesarios para subsistir, compartidos con quienes se convive;

-a ser pocos, a vivir en minoría, a ser “menores”, en la línea espiritual franciscana;

-a encontrar a Cristo tanto en la adoración eucarística como en el encuentro fraterno;

-a amar el silencio y la escucha más que el ruido y el parloteo.

En vida, Carlos de Foucauld no pudo organizar ningún movimiento, asociación o grupo estable… Pero su sangre fue simiente que, impulsada por el viento del Espíritu, ha ido a germinar en diferentes lugares y de muy diversas maneras, al punto de haber dado origen a una familia y un movimiento espiritual en el que unas cuantas congregaciones religiosas, asociaciones y movimientos cristianos beben el agua cristalina del más puro Evangelio.

San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente.

¡Foucauld, hermano universal, ruega por nosotros!


Con Charles de Foucauld, soñar un mundo apellidado 'de Jesús'

"Un ejemplo de búsqueda en el camino de la fe, un modo de entrega a Jesús".

Artículo de Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, publicado en https://www.religiondigital.org el 27 de Mayo de 2020.

"Personalmente, lo esperaba por lo que Charles de Foucauld representa para la Iglesia que peregrina en el norte de África, Iglesia tantas veces señalada desde la arrogancia como insignificante, como incapaz de 'alargar sus tiendas' para cobijar nuevos hijos, como Iglesia muda, como pobre Iglesia indigna de cualquier reconocimiento"

"Hoy es un día de fiesta para el hermano Carlos, para su muy numerosa familia espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y a los pobres en el norte de África, y para mí"

La esperábamos desde hace años. Ésta es la noticia: Hoy, 26 de mayo de 2020, el Santo Padre Francisco autorizó la promulgación del decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión del beato Charles de Foucauld, sacerdote diocesano.

Eso significa que ya podemos decir: Charles de Foucauld, Santo.

Lo esperábamos, por lo que este reconocimiento significa para él, por lo que significa para su familia espiritual, para cuantos en Charles de Foucauld –en Carlos de Jesús- han encontrado una forma de vida, un ejemplo de búsqueda en el camino de la fe, un modo de entrega a Jesús por quien finalmente Charles fue encontrado.

Personalmente, lo esperaba por lo que Charles de Foucauld representa para la Iglesia que peregrina en el norte de África, Iglesia tantas veces señalada desde la arrogancia como insignificante, como incapaz de “alargar sus tiendas” para cobijar nuevos hijos, como Iglesia muda, como pobre Iglesia indigna de cualquier reconocimiento.

Charles de Foucauld iba delante de nosotros. En el corazón –en el suyo y en los nuestros-, los mismos huéspedes: la Trinidad Santa, Jesús el Señor, y un mundo de hermanos, una multitud de la que eran y son parte esencial los musulmanes. En la mente, las mismas preocupaciones, porque a nadie falte libertad, alegría y pan.

Hoy es un día de fiesta para el hermano Carlos, para su muy numerosa familia espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y a los pobres en el norte de África, y para mí que he tenido la dicha de compartir con esa Iglesia inquietudes, trabajos, esperanzas y gozos.

Hoy quiero encerrar en un abrazo a cuantos, mujeres y hombres, llevan asociado a su nombre ese apellido espiritual que es “de Jesús”.

Y con todos ellos quiero soñar para mañana un mundo que sea finalmente y dichosamente “de Jesús”.