Con Charles de Foucauld, soñar un mundo apellidado 'de Jesús'

"Un ejemplo de búsqueda en el camino de la fe, un modo de entrega a Jesús".

Artículo de Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, publicado en https://www.religiondigital.org el 27 de Mayo de 2020.

"Personalmente, lo esperaba por lo que Charles de Foucauld representa para la Iglesia que peregrina en el norte de África, Iglesia tantas veces señalada desde la arrogancia como insignificante, como incapaz de 'alargar sus tiendas' para cobijar nuevos hijos, como Iglesia muda, como pobre Iglesia indigna de cualquier reconocimiento"

"Hoy es un día de fiesta para el hermano Carlos, para su muy numerosa familia espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y a los pobres en el norte de África, y para mí"

La esperábamos desde hace años. Ésta es la noticia: Hoy, 26 de mayo de 2020, el Santo Padre Francisco autorizó la promulgación del decreto relativo al milagro atribuido a la intercesión del beato Charles de Foucauld, sacerdote diocesano.

Eso significa que ya podemos decir: Charles de Foucauld, Santo.

Lo esperábamos, por lo que este reconocimiento significa para él, por lo que significa para su familia espiritual, para cuantos en Charles de Foucauld –en Carlos de Jesús- han encontrado una forma de vida, un ejemplo de búsqueda en el camino de la fe, un modo de entrega a Jesús por quien finalmente Charles fue encontrado.

Personalmente, lo esperaba por lo que Charles de Foucauld representa para la Iglesia que peregrina en el norte de África, Iglesia tantas veces señalada desde la arrogancia como insignificante, como incapaz de “alargar sus tiendas” para cobijar nuevos hijos, como Iglesia muda, como pobre Iglesia indigna de cualquier reconocimiento.

Charles de Foucauld iba delante de nosotros. En el corazón –en el suyo y en los nuestros-, los mismos huéspedes: la Trinidad Santa, Jesús el Señor, y un mundo de hermanos, una multitud de la que eran y son parte esencial los musulmanes. En la mente, las mismas preocupaciones, porque a nadie falte libertad, alegría y pan.

Hoy es un día de fiesta para el hermano Carlos, para su muy numerosa familia espiritual, para la Iglesia que sirve a Dios y a los pobres en el norte de África, y para mí que he tenido la dicha de compartir con esa Iglesia inquietudes, trabajos, esperanzas y gozos.

Hoy quiero encerrar en un abrazo a cuantos, mujeres y hombres, llevan asociado a su nombre ese apellido espiritual que es “de Jesús”.

Y con todos ellos quiero soñar para mañana un mundo que sea finalmente y dichosamente “de Jesús”.