Carlos de Foucauld nos enseñó a trabajar por la fraternidad universal

https://www.religiondigital.org por Cardenal Cristóbal López Romero                                                                        

"Después de su “conversión” (no cambió de religión, sino retornó a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado"

"San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente"

La mañana del 27 de mayo me ha traído, de parte de Religión Digital, esta gran “buena nueva”: Carlos de Foucauld va a ser canonizado. En efecto, el Papa ha aprobado el milagro preceptivo para proclamarle santo y proponerlo a la veneración y a la imitación de la Iglesia universal.

Para la Iglesia de Marruecos esta noticia reviste una importancia particular, puesto que fue durante su visita a este país cuando Foucauld sintió que algo se le removía por dentro, en lo más profundo. Agnóstico y descreído, se dejó tocar por el ejemplo y la piedad de los musulmanes; viéndolos rezar comprendió que la vida que llevaba no era la que debía, y que Dios le estaba esperando en todos los recodos de los caminos que recorrió a lo largo y a lo ancho del país.

Después de su “conversión” (no cambio de religión, sino retorno a su fe primera, la cristiana), Carlos no pudo volver a Marruecos, pero se instaló en el desierto, en Argelia, donde finalmente murió asesinado.

Su experiencia espiritual, su carisma, su amor a la tierra y a la gente del norte de Africa ha marcado a fuego estas Iglesias, en las que sus seguidores espirituales (espontáneos o institucionales) han querido estar siempre presentes.

De Carlos de Foucauld hemos aprendido:

-a trabajar por la fraternidad universal (él se consideraba hermano universal);

-a valorar el testimonio personal del evangelio vivido en el amor por encima de cualquier actividad evangelizadora;

-a aceptar con alegría ser pequeños, pobres y sin más recursos que los necesarios para subsistir, compartidos con quienes se convive;

-a ser pocos, a vivir en minoría, a ser “menores”, en la línea espiritual franciscana;

-a encontrar a Cristo tanto en la adoración eucarística como en el encuentro fraterno;

-a amar el silencio y la escucha más que el ruido y el parloteo.

En vida, Carlos de Foucauld no pudo organizar ningún movimiento, asociación o grupo estable… Pero su sangre fue simiente que, impulsada por el viento del Espíritu, ha ido a germinar en diferentes lugares y de muy diversas maneras, al punto de haber dado origen a una familia y un movimiento espiritual en el que unas cuantas congregaciones religiosas, asociaciones y movimientos cristianos beben el agua cristalina del más puro Evangelio.

San Carlos de Foucauld es una bendición para la Iglesia en general, pero para nuestras Iglesias del norte de Africa representa, además de bendición, un consuelo en las dificultades, un reforzamiento de nuestro estilo de vida de fe y un estímulo para seguir adelante confiadamente.

¡Foucauld, hermano universal, ruega por nosotros!