Ecos del desierto

Artículo de Álvaro Ricas publicado en el Boletín Ecuménico Comunidad Horeb Carlos de Foucauld nº 94.                                                     
"La humildad no consiste en considerarse inferior, sino en estar libre de la importancia de uno mismo. Es un estado de simplicidad natural que está en armonía con nuestra propia naturaleza y permite disfrutar de la frescura del instante presente. La humildad es una manera de ser, de permanecer, no de parecer.
(M. Ricard).
Hermano Carlos… Tú lo sabías. Sabías que ibas a morir ese día, como Él… Sabías que había llegado tu hora, aunque las circunstancias no te importaban porque no tenías necesidad de perdonar, como Él… Estabas solo, como Él… Te habías permitido “desaprender a rezar”, no por alarde de vanidad sino porque sabías de sobra que no eras tú… Descendiste a los abismos del silencio para ascender a las cumbres del silencio, como Él… Hasta que descubriste que la verdadera dimensión del amor no era ser como Él, sino ser Él… Descubriste también que aquello de irse a buscar ovejas, las más descarriadas, no tenía sentido porque no había ovejas… Y no porque fueras demasiado lejos a buscarlas –te hubieran dejado colgado otra vez…- sino porque la llamada era del silencio… Eso era el desierto, silencio y búsqueda… Silencio y encuentro… Y en aquellas cumbres descubriste que la dimensión del silencio en que te habías sumergido tenía un brillo especial, y descubriste entonces que aquello de “perdí el corazón” sólo era porque tampoco eras tú, sino Él… Y en aquellas noches inefables de silencio iluminado, ardiente, descubriste que eras LUZ en TI… Que la energía amorosa del Creador se filtraba a través de TI, como en Él… Y llegó el milagro, descubriste lo más maravilloso: que eras carne de sacrificio, como Él, porque era la única manera de permanecer, de ser Voluntad Divina, como Él…
  
Y descendiste de las cumbres para ascender… Todo fue rápido…
A partir de entonces las ovejas empezaron a acudir… De eso se trataba… Tú lo sabías, como Él… Necesitabas morir como Él para que las ovejas dispersas salieran a tu encuentro…
  
Sí, hermano Carlos, tienes razón, tu realidad es sencilla, humilde, como permanecer en el silencio para salir al encuentro de los que salen a tu encuentro, como hizo Él… Es verdad, hay demasiada literatura sobre ti y falta leña en el fuego del sacrificio… La leña sutil de la entrega verdadera, silenciosa, sin cacareos ni ficciones ni hipocresías ni silbidos estruendosos para llamar a las ovejas…
  
Que el milagro de atravesar el desierto reside en gozar del horizonte de cada paso…
  
Y yo, mientras, hermano Carlos, me muero de amor, instante a instante, como tú, como Él, pero no os alcanzo…
  
Tal vez en eso consiste, en descubrir, como TÚ, como ÉL, la noche iluminada…
Y descender para ascender, instante a instante, DESCUBRIENDO…