Para Carlos de Foucauld las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús fueron cruciales en su camino espiritual...
Por J. L.
Vázquez Borau en
Para
mostrar como las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús perviven hoy,
quinientos años después de su tránsito, me centraré en el
testimonio de Carlos de Foucauld, próximos a celebrar el año que
viene el centenario de su muerte, para quien la guía de la santa fue
crucial en su camino espiritual, y por ende a sus seguidores,
dispersos hoy por todo el mundo como “levadura en la masa”, en
comunión de destino con los más pobres.
Semejanza
espiritual
Santa
Teresa fue una influencia decisiva para Carlos de Foucauld
(1858-1916) durante los años que estuvo en la Trapa. Ya antes de
entrar en ésta, había leído gran parte de sus escritos, pues el
año 1888, la señora Flavigny, su prima, le había ofrecido los
escritos de santa Teresa, excepto las Fundaciones, que compró el
mismo en septiembre de 1889. Entusiasmado con estos escritos se los
recomienda a todas aquellas personas conocidas suyas que quieren
adelantar en el camino de la perfección. Así, al padre Jerónimo le
dirá: “Con
gran apuro mío, me permito darle un consejo: leer y releer mucho,
continuamente, a santa Teresa, parándose especialmente en lo que se
refiere al amor de Jesús y a las verdades religiosas”1.
En 1909, siete años antes de su muerte, tenemos constancia de su
resolución de leer cada día dos páginas se santa Teresa2.
Y un año antes de su muerte escribe a un amigo hablando de santa
teresa: “Comprendo
cuanto te gusta la vida de esta gran santa. Después de la Vida, lee
Fundaciones, el Camino de perfección, las Cartas, en fin, todas las
obras. Todo es en ella incomparable y, al lado de cosas especiales,
por doquiera se hallan otras aplicables a todos. Después de leerla,
la releerás. Santa Teresa es uno de esos autores de que se hace el
pan de cada día”3.
Y el 28 de abril de 1916, siete meses antes de su asesinato, le dice
de nuevo a su amigo:”Jamás
se leerá bastante a santa Teresa. Se halla en ella un conjunto
incomparable de ejemplos de virtud y una doctrina de seguridad
perfecta. ¡Qué espíritu apostólico! Como Dios, su caridad se
extendía a todos los hombres. ¡Cómo la conducía el amor a Jesús
al de las almas”4.
La santa de Ávila fue la guía predilecta de Carlos de Foucauld,
que con su vida le indicaba lo que Dios quería de él. Se reconocía
de la misma familia espiritual que ella.
Semejanza
de temperamento
Caracteres
de temple excepcional, Teresa y Carlos se arrojan sobre los
obstáculos y los vencen gracias a una voluntad inflexible. Ambos se
crecen ante los obstáculos y hallan en el riesgo y el peligro, una
audacia extrema. Son dos seres que tienen sed de absoluto. Tienen
centrada el alma sobre las máximas realizaciones posibles, porque
los dos poseen un sentido eminente de la trascendencia de Dios, ante
quien, estas almas excepcionales, se descubren débiles, pero
apoyándose en la omnipotencia de Dios, serán un medio para realizar
su voluntad. Por su unión con Dios, vivirán más y más en el
olvido de sí mismos5.
Es por esto que Carlos de Foucauld de 1908 a 1916, momento de su
muerte, concluye cada uno de sus diarios con el “Sólo Dios basta”
de santa Teresa.
Lo que encuentra Carlos
de Foucauld en los escritos de santa Teresa en cuanto “verdades
religiosas” no es una teología sistemática, aunque su pensamiento
es muy seguro. Lo que vemos que Carlos de Foucauld copia en sus
cuadernos son “experiencias de vida”, ya que ambos no son
personas de abstracción. No son intelectuales, sino temperamentos de
acción. Si bien el itinerario místico trazado por san Juan de la
Cruz forma una síntesis razonada de la vida espiritual, fruto de una
teología sistemática, la aportación de santa Teresa es otra. Se
trata de una descripción de los hechos sobrenaturales que ella vive,
no de un estudio metódico de su naturaleza. Teresa presenta los
estados y la progresión de la vida espiritual como ella los ha
experimentado pero no intenta dar un ejemplo tipo de toda evolución
del alma. Es la experiencia de esta “hermana mayor” lo que admira
Carlos de Foucauld. Y una concreción del impacto de Teresa en
Foucauld será, en referencia a la persona de Jesús, la Sacratísima
Humanidad de Cristo de la que habla Teresa, que, cuando ésta se
refiere a la Humanidad de Cristo, siempre tiene presente a Jesús
resucitado, ya que “el
encuentro entre la persona humana y Cristo, que se da en la oración,
tiene lugar desde esa realidad de la resurrección de Jesús, y
cuando Teresa se representa y contempla la humanidad de Jesús, lo
hace desde la perspectiva de su carne glorificada, aun cuando mire al
Jesús que caminaba por los caminos polvorientos de su tierra natal,
cumpliendo la misión de proclamar el Evangelio”6.
Esta huella teresiana llevará a Foucauld a realizar una pequeña
síntesis de lo que dicen los evangelios sobre la persona de Jesús y
elaborar un pequeño texto que lee y relee durante toda su vida,
denominado El
Modelo Único7.
Llamados
a la santidad
¿Qué
puede aportar el testimonio de vida y los escritos de la santa de
Ávila a las personas del siglo XXI? Las personas de hoy, sin fe o
desasosegadas por el “mundanal ruido” que se aproximen a esta
biografía tanto interna como externa, pueden ver en santa Teresa
como nunca es tarde para iniciar una aventura de amor, después de
haber desaprovechado parte de nuestra vida. Esta aventura espiritual
supone un proceso progresivo de espiritualización en la persona
orante, que conlleva una donación de sí, por amor a Dios. Teresa
cuenta sus experiencias espirituales y nos enseña a orar,
convirtiendo frecuentemente su relato en una oración. En la primera
parte del libro Teresa nos relata su infancia y juventud, la muerte
de su madre y la posterior de su padre. También su ingreso a los
veinte años en la vida religiosa el año 1535. Pero, la intensidad
de su vivencia religiosa comienza a adquirir más fuerza desde que
lee las Confesiones de San Agustín, y también le causa grave
impresión un Cristo muy llagado que trajeron a guardar al oratorio.
Así se expresa la santa: “Acaecióme
que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían
traído allí a guardar, que se havia buscado para cierta fiesta que
se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota, que en
mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representava bien lo
que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había
agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía,
y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”8.
Santa Teresa de Jesús
nos enseña de una manera sencilla cómo entrar en diálogo con Dios.
Es una forma muy sugerente para las personas de hoy, pues somos seres
sociables que necesitamos desarrollar en nosotros esta tendencia
hacia los otros, y hacia el Ser de Dios, de cuya imagen y semejanza
participamos.9
De ahí el testimonio de la santa: “Procurava
representar a Cristo dentro de mí, y hallávame mijor - a mi parecer
- de las partes a donde le vía más solo”10.
Representar a Jesucristo dentro de sí era para ella la manera de
contactar con Dios. Manera que cobraba todo su realismo en el momento
de la comunión eucarística. Orar es para ella prestar atención a
la Persona, Dios, dentro del propio espacio interior para llegar a
ser amigos: “No
es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad,
estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”11.
Para explicar este
lenguaje de la oración, Santa Teresa recurre a una serie de
comparaciones muy hermosas acerca de las relaciones de amistad entre
los dos protagonistas: Dios y la persona. Son los cuatro grados de la
oración. Santa Teresa compara al alma como un huerto donde Dios
quita las malas hierbas y planta las buenas. La persona es el
hortelano que debe cuidar el huerto de su alma para que no se sequen
las plantas de virtudes que Dios siembra en ella. Todo está en la
solicitud del hortelano, en ese tener cuidado de no malograr la
siembra que Dios hace en su huerto-alma. El punto de referencia para
la persona es siempre contentar a Dios. De esta manera la persona se
libra de caer en un egocentrismo espiritual malsano, y del
descontento en la relación de amistad con Dios. a) Primer grado de
oración En este primer modo de oración se experimenta trabajo y
esfuerzo, por no estar acostumbrado a recogerse en el interior del
alma. “De
los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el
agua del pozo, que es muy a su travajo, como tengo dicho, que han de
cansarse en recoger los sentidos; que, como están acostumbrados a
andar derramados, es harto travajo”12.
A la persona que vive en su exterior la oración se le hace costosa
y con escaso fruto. Sentirá malestar y disgusto cuando a pesar de su
trabajo en recogerse y meditar no halle en sí más que sequedad y
sinsabor. Santa Teresa invita a quienes comienzan este camino a no
quedarse en una praxis de la oración que solo agrada al sentido. No
hay que quedarse preso del ejercicio de la oración dura, sino
abrirse a una relación de amistad desinteresada. Es la amistad pura.
En este grado el orante debe mantenerse en la oración con el
ejercicio de la meditación, es decir, discurrir con el
entendimiento. Con buenos libros que le lleven al trato de amistad
con Dios, o pensando sobre las grandezas de Dios, sus misericordias,
su amor, etc. Pero la santa insiste en que no se le vaya en esto todo
el tiempo de la oración. Sino que “se
representen delante de Cristo, y sin cansancio del entendimiento, se
estén hablando y regalando con El”13.
Teresa advierte que el orante no debe intentar suspender la actividad
del entendimiento para ayudarse en la oración, sino dejar que Dios
se lo suspenda cuando quiera. No está en nosotros procurarnos sentir
los gustos de Dios, de lo contrario perdería el tiempo. Por lo
tanto, en esta primera manera de regar el huerto se saca el agua del
pozo, esto es, discurriendo con el entendimiento. b) Segundo grado de
oración: Siguiendo adelante, la persona saca el agua con una noria:
“…con
noria y arcaduces, que se saca con un torno - yo lo he sacado algunas
veces - : es a menos travajo que estroto, y sácase más agua”14.
Aquí la persona experimenta en sí unos gustos muy particulares que
no vienen de ninguna manera procurados por su mucho meditar en las
cosas de Dios. Aunque en este grado no se ha de dejar del todo la
oración mental, Teresa nos habla de la oración de quietud, que es
precisamente una comunicación de Dios al alma en la que la persona
siente en sí un recogimiento hacia lo profundo de su ser, en el que
su voluntad siente y goza claramente de unos gustos, contentos, que
no había conocido antes en ninguna cosa de este mundo: “Aquí
se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa sobrenatural,
porque en ninguna manera ella puede ganar aquello por diligencias que
haga”15.
Dios actúa directamente en la voluntad intensificando el amor. La
persona ve con certeza que estuvo el Señor con ella. Va creciendo en
virtudes y desea más ratos de soledad para gozar más de Dios, pues
comprende que la oración es principio de todos los bienes y que por
nada querría dejarla. c) Tercer grado Llegados aquí la huerta del
alma se riega con agua que “es
agua corriente de río o de fuente, que se riega muy a menos travajo,
aunque alguno da el encaminar el agua. Quiere el Señor aquí ayudar
al hortelano de manera que casi El es el hortelano y el que hace
todo”16.
La experiencia de la gracia es mucho más clara que en la situación
anterior. La acción de Dios alcanza a la persona en las potencias,
de manera más intensa que en la oración de quietud. Esta acción de
Dios la “adormece” en relación a todo lo creado, porque está
profundamente cautivada por Dios. La persona siente en sí
“embriaguez de amor”. “Glorioso
desatino, una celestial locura”17.
La actitud de la persona en esta experiencia de oración es
abandonarse del todo en los brazos de Dios, porque su alma ya no es
suya sino de Dios. Ya no querría vivir sino en El. La persona se ve
fortalecida en las virtudes y deseosa de servir a su Señor. d)
Cuarto grado de oración Se trata de la oración de unión de todas
las potencias en la que la acción de Dios envuelve y domina a la
persona. El huerto se riega con “agua
que viene del cielo para con su abundancia henchir y hartar todo este
huerto de agua”18.
Santa Teresa describe así la oración de unión: “Acá
no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza. Entiéndese
que se goza un bien adonde juntos se encierran todos los bienes, mas
no se comprehende este bien. Ocúpanse todos los sentidos en este
gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra
cosa esterior ni interiormente”
ocuparse19.
La acción de Dios es tan fuerte que suspende todas las potencias, de
modo que la persona orante no puede ocuparse en nada. En esta
oración hay una concentración total de la persona entera en Dios:
interior y exterior. Santa Teresa llama a esta gracia de unión
levantamiento de espíritu o vuelo de espíritu y unión.
¿Qué
nos enseña hoy Teresa?
Teresa
nos enseña a encontrar a Cristo desde nuestra propia realidad
personal e histórica, nos lleva a interiorizar en la oración la
revelación que Jesús ha hecho de sí y puesta de relieve en los
Evangelios, hasta hacernos contemporáneos de su experiencia y
doctrina. La búsqueda de Jesucristo en su realidad humana, da
realismo y hondura a nuestra oración. Pero, además, Teresa tiene la
convicción que no se busca en vano a Cristo. El paga la búsqueda
con el encuentro en su compañía y en los hermanos, en los que Él
está presente y prolonga su existencia. En la oración se aprende a
vivir con Él y como Él. El capítulo 22 de la Vida
encierra una síntesis doctrinal acerca de la importancia de Cristo
en la vida de oración y en la vida espiritual. Veamos algunos
rasgos: a) Cristo en su Humanidad modelo de nuestra existencia20.
Sin la humanidad de Cristo nos faltaría el punto de referencia en el
realismo de nuestra aventura, en la fragilidad de nuestro ser y en
las situaciones dolorosas en las que tenemos que vivir. Sin Cristo
estamos como en el aire, sin un punto de arrimo, sin una referencia
realista para nosotros que somos humanos: "Es
gran cosa mientras vivimos y somos humanos, traerle humano"21.
Es la misma consideración que hace en el libro de la Vida, capítulo
37, 6: "Vía
que aunque era Dios era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de
los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a
muchas caídas por el primer pecado que El había venido a reparar.
Puedo tratar como con amigo aun que es Señor”22
. Y la razón de esto está en que "es
muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con
flaquezas y travajos y es compañía. Y habiendo costumbre, es muy
fácil hallarle cabe sí, aunque veces vernán que lo uno ni lo otro
se pueda"23.
Cristo Crucificado es como el límite de los dolores y desarraigos y
contradicciones en que nos podemos ver también nosotros. Y entonces
es necesario mirarle en el límite de su experiencia humana en el
abandono de la cruz. No es extraño que la experiencia cristiana
sufra a veces la ausencia de Dios como una identificación con el
dolor del Crucificado. Carlos de Foucauld se identifica en esto con
santa Teresa, cuando al identificarse con Cristo en el calvario pone
en labios de Jesús esta hermosa oración que decimos todos los días
los discípulos de Foucauld: “Padre
mío, me abandono a Ti, haz de mí lo que quieras. Lo que hagas de mí
te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que
tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada
más, Dios mío. Pongo mi alma en tus manos. Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón, porque te amo y porque para mí
amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida con infinita
confianza, porque Tú eres mi Padre”.
Santa Teresa nos ayuda a fijar nuestra mirada en Cristo nuestro
modelo porque la vida cristiana es vivir como Cristo; solo se puede
vivir en Cristo si se vive como Él, partiendo de su vida, de sus
compromisos y de sus actitudes vitales. Pues si: “todas
veces la condición o enfermedad, por ser penoso pensar en la Pasión,
no se sufre, ¿quién nos quitará estar con El después de
resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento, adonde ya
está glorificado, y no le miraremos tan fatigado y hecho pedazos,
corriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de los que
hacia tanto bien, no creído de los Apóstoles? Porque, cierto, no
todas veces hay quien sufra pensar en tantos travajos como pasó.
Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos, animando
a los otros, antes que subiese a los cielos, compañero nuestro en el
Santísimo Sacramento, que no parece fue en su mano apartarse un
momento de nosotros"24.
Teresa no sólo defiende la plena humanidad de Cristo en su
existencia con nosotros, sino también la perenne validez de la
humanidad de Cristo en su vida gloriosa. Cristo es el único y
absoluto mediador ante el Padre:"Mucho
contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por tercero a su
Hijo y le ama tanto..."25.
E indica que en el camino de la oración “este
Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes"26,
como desarrolla con mayores argumentos en el libro de las Moradas del
castillo interior (VI, 7,6): “Si
pierden la guía - que es el buen Jesús - no acertarán el
camino...; porque el mesmo Señor dice que es camino27;
también dice el Señor que es luz28
y que no puede nenguno ir al Padre sino por El29;y
quien me ve a mí ve a mi Padre30”31.
Esto lo puede corroborar la santa por experiencia: "Es muy
continuo no se apartar de andar con Cristo nuestro Señor por una
manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su
compañía"32.
Importancia de la imagen En estos tiempos de corrientes de Nueva Era
donde se acude al Zen, al Yoga o a la Meditación Trascendental es
importante la referencia a la Humanidad de Cristo que nos hace santa
Teresa:: “Una
cosa quiero decir, a mi parecer importante. Si a vuestra merced le
pareciere bien, servirá de aviso, que podría ser haverle menester;
porque en algunos libros que están escritos de oración tratan que,
aunque el alma no puede por sí llegar a este estado - porque es todo
obra sobrenatural que el Señor obra en ella - que podrá ayudarse
levantando el espíritu de todo lo criado (…) Y avisan mucho que
aparten de sí toda imaginación corpórea y que se lleguen a
contemplar en la divinidad; porque dicen que, aunque sea la Humanidad
de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que embaraza o impide a
la más perfecta contemplación… Yo no lo contradigo, porque son
letrados y espirituales, y saben lo que dicen, y por muchos caminos y
vías lleva Dios las almas; cómo ha llevado la mía quiero yo ahora
decir - en lo demás no me entremeto- y en el peligro en que me vi
por querer conformarme con lo que leía”33.
La contemplación de
Santa Teresa de la imagen de Cristo y su recomendación de traer ante
los ojos algún retrato, signo, dibujo relacionados con Cristo, nos
demuestran la pedagogía acertada de la maestra de oración, avalada
además por la iconografía de las Iglesias orientales y los buenos
maestros para adentrarnos en la relación teologal, creyente y
transformadora de la conducta con el Señor. Así se expresa la
santa: “… tratando
con un gran letrado dominico, el maestro fray Domingo Váñez, le
dijo que era mal hecho que ninguna persona hiciese esto; porque
adondequiera que veamos la imagen de nuestro Señor es bien
reverenciarla, aunque el demonio la haya pintado, porque él es gran
pintor, y antes nos hace buena obra queriéndonos hacer mal, si nos
pinta un crucifijo u otra imagen tan al vivo, que la deje esculpida
en nuestro corazón. Cuadróme mucho esta razón, porque cuando vemos
una imagen muy buena, aunque supiésemos la ha pintado un mal hombre,
no dejaríamos de estimar la imagen ni haríamos caso del pintor para
quitarnos la devoción; porque el bien o el mal no está en la
visión, sino en quien la ve y no se aprovecha con humildad de ellas;
que si ésta hay, ningún daño podrá hacer aunque sea demonio; y si
no la hay, aunque sean de Dios, no hará provecho”34.
Teresa guía en el camino
En una época como la nuestra necesitamos de maestros que nos hablen
desde la autenticidad de una experiencia capaz de llenar de sentido
la vida y de transformarla. Teresa es una luz no solo en el camino
espiritual religiosos, sino incluso en el ámbito humanista y de la
psicología, pues nadie como los místicos es capaz de profundizar
tanto en ese espacio interior del ser humano. En las actuales
circunstancias de la Iglesia es muy importante acudir a las
enseñanzas de la santa. Es muy importante encontrar el rostro humano
de Jesús y dejarnos seducir por su vida. Hay que releer en los
Evangelios para que el Señor se nos revele plenamente en sus
palabras y sus ejemplos y dé sentido a nuestra realidad personal y
social. De esta forma podemos vivir una existencia comprometida que
tenga el mismo realismo del vivir de Cristo propuesto a sus
discípulos. Y El nos revelara plenamente su presencia en los
hermanos y en la Iglesia para que nuestro amor a Cristo, Verdadero
Dios y verdadero Hombre, se traduzca en una vida en Cristo que se
prolonga en nuestra humanidad y en un servicio por amor a nuestros
hermanos, hecho de obras significativas y eficaces en el actual
contexto y en el momento de nuestra historia. Teresa de Jesús nos
brinda su rica experiencia del Señor Jesús para que des de su
doctrina y pedagogía podamos revivir hoy nosotros nuestra
experiencia de Cristo en nuestra Iglesia y en nuestra historia. No se
trata simplemente de copiar o de repetir, porque las circunstancias
eclesiales y sociales son diversas. El que sigue a Cristo abraza su
causa, como Teresa la supo abrazar en plenitud, abierta a esa visión
de la Iglesia como Reino de Dios que padece violencia en la lucha.
Todo el proceso pedagógico espiritual al que Teresa nos invita nos
debe conducir a una verdadera metamorfosis de unión con Cristo, lo
que aportará a la persona una vida fecunda y transformadora.
Experimentará una profunda paz interior al estar inundada por la luz
de Cristo; sentirá la constante compañía de este Cristo
crucificado y resucitado, con quien ha entrado en comunión, en una
presencia que se prolongará en el tiempo. También experimentará
resultados hacia el exterior: desde una mutación en su escala de
valores, hasta una concepción distinta de la vida y de la muerte,
del mundo y de las demás personas. Es una espiritualización de la
vida a la que todos estamos llamados. Así se expresa teresa en el
libro de las Moradas
7, 4, 9:”Mirad
que importa esto mucho más que yoos sabré encarecer. Poned los ojos
en el crucificado, y haráseos todo poco. Si su Majestad nos mostró
el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis
contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis que es ser espirituales de
veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien – señalados con su
hierro, que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad
– los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue,
que no les hace ningún agravio ni pequeña merced”35.
El Matrimonio
Espiritual
“es la
culminación de una experiencia de recogimiento y oración que
comprende la vida entera y supone una transformación de raíz en la
persona, que atañe a todo su ser, como fruto de la vivencia de este
diálogo transformante que desgarra los viejos esquemas vitales. Esta
transformación conlleva sus frutos, y ha de ser visible,
necesariamente, en la vida de la persona que ha recibido tal gracia.
Se trata, pues, de un proceso de espiritualización que Dios obra en
el ser humano, con el consentimiento y la colaboración de este; y
consistirá en dejarle hacer a Dios, abandonándose en sus manos,
como corresponde a toda criatura, pues dejarse hacer es la primera
cualidad de toda criatura, y la principal atención espontánea de
esta para con su creador”36.
La Santa eligió la causa de los más necesitados y tuvo una
sensibilidad especial por los pobres, enfermos y necesitados. El
mismo Señor le recordó en una ocasión a Teresa, que tenía que
estar con los pobres y tener cuidado de los enfermos porque El había,
fundado la Iglesia con pobres pescadores y los que no se compadecen
de los que sufren son como los amigos de Job. Para vivir en Cristo,
ideal contemplativo de Teresa y ofrecimiento que ella hace a todos
los que siguen su camino de oración, hay que vivir como Cristo. Y El
nos indica el camino del amor y del servicio a los más necesitados,
Por eso la búsqueda de Cristo en la oración nos descubre el rostro
de Cristo en esos rostros de nuestros hermanos en los que Cristo está
presente y nos pide ser servido por amor para que también ellos
consigan una plenitud de vida cristiana en el desarrollo de su plena
humanidad y de su divinidad de hijos de Dios.
_______________________________________
1 G.
FRANCHESCHI, Charles de
Foucauld, Dedebec, Buenos
Aires, 1950, 332.
2 Ibíd.
333.
3 Carta
a Joseph Hours, Cahiers
Charles de Foucauld, 16,
103.
5 Justamente éste es el título, El
olvido de sí, que PABLO D
ORS FÜHRER da a la biografía novelada de Carlos de Foucauld en la
Editorial Pre-Textos, 2013.
6 C. HERRANDO, El camino
espiritual de Teresa de Jesús,
Editorial San Pablo, Madrid 2009, 94.
7 Este
texto se puede encontrar en J. L. VÁZQUEZ BORAU, Consejos
evangélicos o Directorio de Carlos de Foucauld,
BAC, Madrid 2005, 25-50.
8 SANTA
TERESA DE JESÚS, Obras
completas, Libro de la Vida,
8,2, BAC, Madrid 202, 63.
9 “Dios
creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó” (Gn 1,
27).
10 Ibíd.
64.
11 Ibid.
61.
12 Ibíd., 72.
13 Ibíd.
80-81.
14 Ibíd.
71.
15 Ibíd. 84.
16 Ibíd.
93.
17 Ibíd.
93
18 Ibíd.
101.
19 Ibíd. 99.
20 Recordemos el impacto de la humanidad
de Cristo en Foucauld reflejado en su Modelo
Único.
21 Ibíd.
123.
22 Ibíd.
204.
23 Ibíd.
123.
24 Ibíd.
122.
25 Ibíd.
123.
26 Ibíd.
122.
27 Jo
14,6.
28 Jo
8,12.
29 Jo
14,6.
30 Jo
14,9.
31 SANTA
TERESA DE JESÚS, Obras
completas, Moradas del castillo interior,
BAC, Madrid 202, 549.
32 Ibid.550.
33 Libro
de la Vida, 22,1.2,
o.c.,120.
34 SANTA
TERESA DE JESÚS, Obras
completas, Libro de las Fundaciones, 8,3, BAC, Madrid, 202, 703-704.
35 o.
c. 580.