Ésta resume el itinerario espiritual de su vida, de modo que advertimos Palabra para ser Vivida.
INSTITUTO
DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS “P. FÉLIX VARELA” (CUBA)
DIPLOMADO
DE TEOLOGÍA
Gloria
Bauzá
A
Hermanitas de Jesús,
Hermanitos
de Jesús,
y
a la Familia Espiritual toda
del
Hermano Universal Carlos de Jesús.
PREÁMBULO
¿Cómo
resumir con palabras la espiritualidad del Hermano Universal, Carlos
de Foucauld? ¿Cómo internarse en el espíritu de un Santo Varón?
Se pudiera intentar, en vez de discursos retóricos, ofrecer a los
hambrientos, a los sedientos de cielo, pistas que los conduzcan al
manantial, al árbol. Estas pistas serían palabras-semillas:
desierto, pobreza, abajamiento, abyección, oración contemplativa,
silencio. Palabras-Gestos de vida: conversión, clausura sin
claustro, inmolación, redención, amor de corazón, convivencia con
nómadas, estancia en la nada, adoración permanente, bautismo de
fuego: una bala en su cabeza de nimbo angélico… Por dar extrema
síntesis a su espiritualidad, se podría incluso trazar en la arena
el emblema de su pechera: la Cruz clava en el valle intramontano de
las aurículas del Corazón de Jesús.
La
espiritualidad del Padre Carlos de Foucauld es la del último más
contemporáneo de los Padres del Yermo, que fue llamado por Dios a
vivir para sembrar la Presencia en todo lugar del mundo; hasta el
último confín. Él quería ser el último, pero sabía que el
último lugar nadie puede arrebatárselo a Jesús; quien es a la vez
el Buen Pastor y la oveja noventa y nueve, la cien: en verdad el Alfa
y la Omega.
Es
el P. de Foucauld adelantado y continuador de Su obra en lo oculto de
todo Nazaret. Es un discípulo actualizador, un cristo pequeñito. No
nos detengamos en peripecias, ni descripciones sensuales de su
devenir; es imprescindible ir a la esencia, si de espiritualidad se
trata. No veamos lo espiritual en términos blandos, sino en su
sentido fuerte “animado del Espíritu Santo”, porque animado por
Él vivió toda su vida el P. Carlos de Foucauld (Estrasburgo 15
septiembre 1858- Tamanrasset 1º diciembre 1916; Francia-Sahara
Argelino).
No
intentemos fijar etapas con precisión: la de su orfandad, la de su
expedición por Marruecos, la del militar en Argel, la del noble de
vida galante en París, la de su conversión, la de su ordenación:
benedictino, trapense, jadinero de las Clarisas de Nazaret y
Jerusalén; la del sacerdote del Gesto Oculto que siembra la
Presencia, entre los tuaregs, en lo más árido del Sáhara… Todo
itinerario espiritual es, en definitiva, el continum de una búsqueda
a Él que Desde Siempre, nos busca.
INTRODUCCIÓN
A LA ORACIÓN DE ABANDONO
“Yo
no hago ninguna petición solamente para mí,
yo
no digo “Mi Padre” sino Nuestro Padre…
todo
lo que pido en el Padre Nuestro lo pido,
o
para Dios, o para toda la Humanidad”.
(Meditación
sobre el Padre Nuestro del P. de Foucauld 23 de enero de 1897)
La
Oración de Abandono1
no está hecha verso a verso por el P. Carlos de Foucauld como poema.
Los fragmentos que la componen son extractos de sus escritos,
agrupados, estructurados y participados por sus hijos espirituales en
maravillosa co-operación o co-laboración, o mejor aún en comunión
orante. Ésta resume el itinerario espiritual de su vida, de modo que
advertimos Palabra para ser Vivida. No hay retórica, no percibimos
en ella el regusto por lo sensible lo florido, la búsqueda de
vocablos que paladean con fruición lo sensual. Estamos frente al
Silencio en el Camino. El sentido es de Adoración, contemplación
gratuita. Si gozamos su poiésis es porque el trascendental de la
Gloria de Dios, el pulcrum, lo Bello lo ha traspasado. Las palabras
son esenciales. Los verbos equilibran acción y pasión orante. Hay
en el texto de la Oración de Abandono una teodramática donde
subyace el tráfico conflicto del hombre y su voluntad frente a la
Voluntad del Padre. La onagnórisis y la catarsis le traspasan: el
bonum, lo bueno del segundo trascendental, propicia el
restablecimiento de la Unidad, a través de la circularidad y el
continum del Amor que logra la Teológica: la Verdad, veritas del
tercer trascendental, que sale del Padre y al Padre va. Los
trascendentales son intercambiables; la fijeza está en el ser-ente,
que marca la Senda, el camino angosto, el ojo de la aguja.
En
su estructura externa la Oración de Abandono está constituida por
diecisiete versos, a veces dieciséis, otras un poco más. Hay
respiraciones más cortas y respiraciones más largas, inspiraciones
hondas y suspiros… Está escrita en arte menor, y si sentimos
su-presión, es porque está hecha para ser vivida desde la pobreza
del hombre necesitado, del hombre en la sarx.
ORACIÓN
DE ABANDONO
Padre
mío,
me
abandono a Ti.
Haz
de mí lo que quieras.
Lo
que hagas de mí te lo agradezco,
estoy
dispuesto a todo,
lo
acepto todo.
Con
tal que tu voluntad
se haga en mí
y
en todas tus criaturas.
|
|
No
deseo nada más, Dios mío.
Pongo
mi vida en Tus manos.
Te
la doy, Dios mío,
con
todo el amor de mi corazón,
porque
te amo,
y
porque para mí amarte es darme,
entregarme
en tus manos sin medida,
con
infinita confianza,
porque
Tú eres mi Padre
|
MOVIMIENTO
DE LA ORACIÓN
(Algunas
correspondencias a partir de una lectura verso a verso)
1.
Padre
mío,
Dirigida
al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo, como toda Oreación
cristiana expresa ante todo la condición filial, reconocemos la
grandeza de su amor y su generosidad al poder llamarlo Padre. La
Oración de Abandono es cristocéntrica y contemplativa; espejea en
la Oración Universal que Jesús nos entregara (Mt. 6,9-13). La O. de
Abandono es la llamada silenciosa del orante para entablar
conversación. Renuevo de conversión en la búsqueda permanentemente
actualizada del encuentro con Dios. El personalísimo Padre
mío
posibilita una solitud, una comunicación expedita; que no exime el
carácter comunitario de toda Oración cristiana.
2.
Me abandono a Ti.
Es
el anonadamiento per
se.
El reflejo de la kénosis del Verbo entrando en la sarx. La
Encarnación de Jesús expresada tan sintéticamente en el prólogo
joánico renunciando a su divina majestad. Paralelamente es el
desapego y desprendimiento del orante cntemplativo, la comprensión
de su nadidad; el vacío vuelto recinto para el Huésped. El horror
vacuis salvado por la FE. Abandono es clave, llave desde la misma
titulación de esta Oración, que nos muestra a través de su nombre
identidad y misión. Abandono es oblación. Al mismo tiempo que es
obediencia (ob-audire); ese estar atentos para escuchar, que vierte
agus en el viejo shemá (Dt. 6, 4-6), en el ahora Nuevo Israel.
3.
Haz
de mí lo que quieras.
El
verbo hacer
aparecerá tres veces en el texto, propiciando una continuidad
gradual. Hacer es uno de los verbos que junto a crear determinan la
acción de dios desde el mismo Genésis. Tanto en Gén. 1 como en
Gén. 2 están referidos a la Creación. En el corpus del himno
joánico aluden directamente a la Nueva Creación. Las reiteraciones
del verbo hacer
le confieren a la Oración de Abandono carácter litúrgico, amén de
la expansión-continuidad de un verbo “aoristo”… Haz
de mí lo que quieras
no es haz de mí esto o aquello por magno o mínimo que sea: es
abandono total; también petición súplica; reclamo reverente. Evoca
la letanía: “Quiero
Señor lo que quieras/ quiero porque lo quieres/quiero hasta que
quieras”.
4.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
Es
Acción de Gracia. ¡Aleluya! Conciencia amorosa del orante de que la
obra de la Creación toda tiene por fin la Salvación
(soteriológico). Hay en la gratitud ofrecida, santificación
santificante. La certeza de la generosidad del Señor. Jesús,
renuevo de Creación, es la manifestación en la carne del Misterio
de Dios y el Misterio del Hombre reunidos; son dos naturalezas y un
mismo ser, propiciando la creación del hombre nuevo. El
agradecimiento es una forma plena de ad-orar. Porque si no sabemos
orar no podemos adorar.
5.
Estoy
dispuesto a todo,
Conformado
a Cristo y en perfecta Imitación y Seguimiento se apresta el orante
al pleno, es la disponibilidad para asumir el mandato del Padre. No
obstante, marca una primera instancia potencial, tiene matiz de
preparación, de velar estando despierto; esto no es pasivo: Jesús
muchas veces exhorta a sus discípulos a la vigilia vigilante (Lc.
22,46). Pues nadie sabe cuándo será la Hora, sólo el Padre. Solo
Él propiciará el pleno.
6.
Lo
acepto todo.
Aceptación
más que potencia es acto. El orante como Cristo, llegará hasta las
últimas consecuencias de su prosternarse activo y militante,
revestido el orante de la armadura de Dios (Ef. 6, 10-17). En su
Oración en los Caminos, entre un paso y otro, no evadirá el
descendimiento y la abyección. No hay redención sin sacrificio, no
habrá plenitud, sin asumir incondicionalmente la pertenencia
exclusiva a Dios.
7.
Con
tal que Tu voluntad se haga en mí
Este
es el centro y núcleo de la Oración. Si el anonadamiento es Vía
Crucis, el cumplimiento de la Voluntad Divina, el fiat
volutas tua
es lo que propicia el cierre en el consumatum es, que abrirá la
Puerta a Hombres Nuevos. El Misterio de la Voluntad de Dios atraviesa
toda la Historia de la Salvación. Este verso de la Oración de
Abandono recibe aguas de múltiples arroyos tanto del AT como del
NT. Del AT, pudiéramos puntualizar el Sal. 40 que leído a la luz
kerigmática refiere de modo especial a Cristo y también expresa la
súplica del pueblo en las pruebas. La auténtica Fe y Esperanza que
obedece y se somete a la Voluntad de Dios. Obediencia conducente a la
plenitud del Camino, la Verdad y la Vida. Está también presente el
Sal. 22, el que ora Jesús en la Cruz; pues éste en el salterio
termina manifestando la confianza en Dios. En el NT están las aguas
del Padre Nuestro: “Hágase Tu voluntad”; que nada tiene que ver
con legalismos. El Padre Nuestro es resumen del Evangelio. La Oración
Universal que deja Jesús a sus discípulos… En Getsemaní (lagar
de aceite), donde el Ungido tendrá el preámbulo de su Pasión
también alude ala Voluntad del Padre orando: “Padre, si es posible
que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino
lo que quieres tú (Mt. 26,39) Tendremos luego en las siete palabras
finales de Jesús en la Cruz, nuevamente, dado con gestos explícitos
y palabras implícitas el “Hágase Tu Voluntad”, y su
cumplimiento: consumatum es…El Padre Nuestro es Documentun, y la
Oración del Padre de Foucauld, espejo: documentum.
8.
Y en todas tus criaturas,
El
Hermano Universal en su amorosa sapiencia nos deja entrever que la
Voluntad del Padre lo envuelve todo, todo lo penetra en su
omnipotencia. ES unificación de todo lo creado, unificación de la
familia universal, de remotas alusiones tanto en Gén. 1 y 2, como en
el pasaje veterotestamentario de Noé con “su arco en el cielo”
(Gén. 9, 13-14,16). Es el todo creado que se expresa en el Símbolo
de los Apóstoles que se explicita en el Credo Niceno
constantinopolitano. Es la voluntad de vida histórica y
transhistórica de cariz salvífico, parúsico y escatológico que
apunta a la Nueva Creación, plasmada en el Apocalipsis Joánico.
9.
No
deseo nada más Dios mío.
Aquí
está el decir de Santa Teresa de Jesús, tan leída por el P. Carlos
de Jesús. Se perfila su síntesis: “Solo Dios basta”.
Abandonarse a su voluntad no es escape del mundo, todo lo contrario.
El P. de Foucauld sabe que el abandono no está en nuestro poder,
pero debe ser querido y deseado; esperando ser consumado por acción
de Dios. Esta es la verdadera iniciativa del contemplativo: No desear
nada más que la voluntad de Dios. Como nos dice el P. René
Voillaume, el materializador de las Fundaciones, que soñara y
reglamentar de Foucauld: “Clausura y silencio son los medios, más
no es un volcarse sobre la técnica”…Esta vez el Padre Carlos se
dirige al Señor, Dios mío; lo invoca a través del Nombre que
entraña todos Sus nombres, o sea, su totalidad. Entregado a Él,
mediante la fe, por la Gracia de la Presencia de Cristo, en el
Espíritu Santo; es que alcanzamos un rayo de contemplación. Será
como dijo otro de los místicos muy leídos por el Padre de Foucauld,
San Juan de la Cruz: “Olvido de lo creado, Memoria del Creador”.
La Voluntad de Dios enlaza el Misterio de Dios y el Misterio del
Hombre en Jesús. La criatura humana no es Dios, mas Cristo nos dice:
“Dioses sois”. Pero no nos envanezcamos; sino adviértase la
Responsabilidad.
Hay
una axialidad interna en la estructura de la Oración de Abandono; si
del verso uno al nueve se trabaja con el abajamiento desde la
Voluntad; del verso diez al diecisiete se trabajará por el Amor.
Será en definitivas la voluntad amorosa del acto de entrega. Verso a
verso, la Oración va aligerándose, abandonándose, dándose; parte
por parte se deconstruye el hombre viejo, y muere, para configurarse
a Cristo: Hombre Nuevo.
10.
Pongo mi vida en Tus manos.
El
orante enfatiza su oración contemplativa. Los verbos que irán
apareciendo son de rotunda donación. Si Dios nos crea con manos de
Alfarero, y el hombre por desobediencia introduce el pecado en el
mundo, resquebrajando las vasijas; el Modelo mismo, el Nuevo Adán
nos habrá de restituir y salvar, si nos ponemos en sus manos. En
este acto de desapego y muerte al hombre viejo, al Nicodemo (Jn. 3,
1-21) de los oscuros callejones y la cita a escondidas con Cristo en
un oculto recinto, nos propiciará la metanoia a partir de morir a
todo lo que no es Dios.
11.
Te
la doy, Dios mío,
Dar
la vida es acto supremo de inmolación: sacrificio. Todo lo verdadero
lo entraña. El ser a Imagen y Semejanza de Él. Hacerse
transparencia en Él, para que en la renuncia el mundo pueda decir, y
cito al Padre de Foucauld: “Porque si tal es el esclavo, cómo será
el Señor”. El sacrificio es la Cruz del Cristo Redentor. La
contemplación es reparación y redención. La Cruz símbolo de
Cristo y la cristiandad es escogida por el Hermano Carlos de Jesús
como uno de los aspectos que componen el emblema de su pechera.
12.
Con todo el amor de mi corazón,
El
proyecto cristiano es de reunión de todo en el Amor. El Sagrado
Corazón de Jesús es adoración permanente del P. de Foucauld. El
corazón desde la cultura judaica ancestral es el símbolo de lo más
íntimo del ser, el leb, es la plenitud de la conciencia. Ya en
Cristo, el corazón es el Logos mismo, lo más noble e íntimo de su
Caridad, de su Misericordia (miseri-pobre, cordia-corazón). Por eso
cuando el Padre Carlos nos dice que se da con todo el amor de su
corazón de contemplativo, asistimos a su transverberación. Es el
lenguaje espiritual de lo más altos místicos. Vemos a Santa
Margarita María de Alacoque, a Santa Teresita del Niño Jesús, a
toda la tradición de la Iglesia francesa que vibra en el Sagrado
Corazón; pero asistimo igualmente a la tradición de la Iglesia
toda. Al magisterio de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz, de San
Pedro de Alcántara, de Santa Rita de Casia, de Santa Catalina de
Siena, de Santa Catalina de Ricci… Pues vemos en cada momento de
crisis del mundo corazones de contemplativos transverberados. En
regresiva, pudiéramos llegar hasta los Santos Padres y los Padres
del Desierto: los Abba, como cariñosamente llamaban a sus eremitas;
que por acercarnos la Parusía se inflamaban de Amor hasta arder como
zarza en las arenas. Sagrado Corazón: núcleo mismo del Modelo del
hombre, centro de Cristo que hirió la lanza del centurión y de
donde manó agua y la sangre que lavan el pecado del mundo; estás
evocado del sehmá del Credo judaico que nos dice: “Escucha Israel
con todo tu corazón…” Más si todo esto tenemos en regresiva,
tenemos también pares de permanente actualidad, entre los que
podemos contar al Padre Carlos de Foucauld; el Corazón de Cristo es
el pilar que completa su emblema: un Corazón con una Cruz clavada en
el valle intramontano de las dos aurículas. Todo rojo cruz y
corazón; símbolo de sacrificio amoroso en la pechera de un blancor
inmaculado, que reposa sobre el propio corazón de, de Foucauld,
trasvasándolo. Este Padre, de finas intuiciones inspiradas por el
Espíritu Santo, hizo muchas veces extraordinarias maqueta sígnicas
de espiritualidad: planos, trazados, dibujos, amén de sus escritos.
13.
Porque
te amo,
La
necesidad de mayor es el principio de toda la vida del Padre Carlos
de Foucauld, ella explica toda su espiritualidad. Dios es Amor. El
mandato único de Jesús es el del Amor, de modo que darse en amor es
simplemente ser en Cristo. El Amor es simple, muy simple, simplemente
Es. Por eso es una de las definiciones más universales y completas
de Dios. Jesucristo es la Buena Nueva de Amor, anunciada desde el AT:
y que tiene cumplimiento en su kerigma, en el sentido fuerte de este
término. Mas si queremos tomar un hermoso pasaje bíblico acerca del
Amor vayamos a la epístola paulina de 1 Cor. 13.
14.
Y
porque para mí amarte es darme,
Vemos
que el Padre Carlos va subiendo la secreta escala, lo advertimos en
los peldaños de donación de sus verbos, en la casi litúrgica
reiteración que va del doy al darme; en el próximo verso dirá
entregarme…
En la definición dada con “amarte es darme”, el Padre de Fouauld
delinea la entrega total del orante a Dios. En los versos doce, trece
y catorce tenemos un jalonamiento de Amor, pues para amar hace falta:
un Amado, un Amante y el Amor, es una trinidad inseparable. Por eso
de Foucauld nos dice: “Este es el secreto de mi vida: Perdí el
corazón por este Jesús de Nazaret… y paso la vida tratando de
imitarlo en la medida que lo permite mi debilidad”. Porque quien
ama se da, se ofrece y quiere imitar al Amado. El P. Carlos quiere
ser comido por todos como Jesús Eucaristía.
15.
Entregarme en Tus manos sin medida,
El
cristianismo todo es una sucesión de entregas. De entregas por Amor
está escrita la historia de la Salvación. Por amor el Padre entrega
al Hijo. Por amor el Hijo se entrega y abaja en la Encarnación. Por
amor el Hijo entrega el Espíritu en la Cruz. Por amor a los hombres
y su hermandad con nosotros es que Cristo entrega y propicia nuestra
filiación divina… El Hermano Carlos de Foucauld se entrega sin
medida, sin tasa; porque la medida de todas las cosas es Cristo, y
él, su Hermano Universal se está entregando sin medida a la Medida
Inconmensurable. Este es el amor de una Amada a su Amado, que nos
remite a los finísimos tapices del entretejido místico del Cantar
de los Cantares, atribuido a Salomón. Entregar todo el ser a Dios,
“ir a la oración para dar sin que sepáis muy a menudo que dais,
sin ver lo que dais”, como nos esclarece el Padre Voillaume.
16.
Con infinita confianza,
Volvemos
al Sal. 40,5: “Feliz el hombre que pone en Dios su confianza”. Se
trata de la fe, de la fe viva, que halla su eco más claro y antiguo
en Abrahán, pero que traspasa toda la Sagrada Escritura; haciéndose
hermosa en los poemas del servidor Is. 49-53. Fe que nos pide a todos
vocación de sacrificio, vocación de cristos. Tener confianza es
abandonarse en el Señor y tener conciencia de corazón, de que el
plan salvífico es para la instauración del Reino. La salvación es
por la fe (Rom. 3, 21; Fil. 3,9). Pero la fe no se limita a la
aceptación tácita de creencias, sino que reconoce el designio de
Dios (Mt. 11, 16-24; Lc. 7, 30). A través los acontecimientos de hoy
es importante tener en claro que la fe tiene que ser actuante y
actual. De esto tuvo perfecta conciencia inspirada en el Espíritu,
el Padre Carlos de Foucauld, quien actualizó una amplia serie de
modos, un tanto anquilosados en el entonces… En el ejercicio del
magisterio eclesial las grandes crisis históricas siempre han parido
cristos, verdaderos seguidores del Espíritu de la Palabra. El
Concilio Vaticano II recogería en sus Actos Conciliares muchas de
las más preciosas y adelantadas inspiraciones de la espiritualidad
foucauldiana. Su largo itinerario espiritual ha tamizado en su carne
lo que pudiéramos llamar períodos y períodos de la historia de la
cristiandad; esos, los impulsan a dar unos cuantos pasos más en el
adelantamiento humano, y buscar más que un camino de oración una
Oración en Camino…de Nazaret…de Getsemaní y la Cruz. Como
Cristo, él abre sus brazos, no solo en cato de acogida sino de
ofrecimiento; entre una mano y la otra tiende el puente entre los
cismas humanos. Se entrega, como sutura, que cierrra la herida del
mal. La perfecta imitación de Cristo, del Padre Carlos, permite que
Dios nos regale un Hermano Universal a su imagen y semejanza. Un
santo varón que puede terminar su Oración contemplativa y activa de
Abandono, diciendo:
17.
Porque Tú eres mi Padre.
Perfecto
cierre de circularidad peregrinante, donde del Padre mío inicial se
acerca más aún, al mi Padre: al Padre Nuestro. Ese que un día un
discípulo rogara al Maestro, lo enseñara a orar, y que la tradición
y el magisterio eclesial, han mantenido siempre por ser Palabra de
Dios. La Oración de Abandono termina como comienza: invocando a Dios
como Padre; porque como dice el Catecismo de la Iglesia Católica:
“Invocamos al Padre porque el Hijo hecho hombre nos lo ha revelado
y su Espíritu nos lo hace conocer… Nos hace entrar en su misterio
con sombro siempre nuevo y despierta en nosotros el deseo de un
comportamiento filial”…El Padre Carlos de Jesús, santo varón,
es como todos los santos, maestro de oración. Su Oración es modelo
de oración contemplativa, que contiene en sí las formas esenciales
de oración cristiana: adoración, petición, intercesión, acción
de gracia y alabanza…Su eficacia es obra del Espíritu Santo,
Maestro interior de la oración cristiana, quien nos hace posible la
ascesis y la profundidad en la contemplación y en la unión con el
insondable misterio de Cristo. La Oración de Abandono es trinitaria.
El encuentro con Dios es centro, entraña anticipo de la Visión
beatífica que busca el orante, no para sí, sino para nosotros y el
mundo, y para DIOS.
CONCLUSIÓN
DE LA ORACIÓN DE ABANDONO.
La
oración de Abandono del Padre Carlos de Foucauld, una vez impresa en
el orante contemplativo sale por los poros de su piel y es trasvasada
al mundo. Cada verso es pauta; toda ella pulsión: Presencia vibrante
del Ser en el ser. Tiene la Grcia de Dios y su Espíritu. Los signos
válidos y permanentes de ayer, hoy y siempre de todo orante
contemplativo. Pudiéramos considerarla una oración modélica de
gesto interior de quien ora oculto entre el pueblo, en la actitud de
un Jesús de Nazaret, que anda en el mundo como levadura en la masa.
El
Padre Carlos de Jesús Foucauld junto a su familia espiritual, trae a
la Iglesia renuevo de espiritualidad con brotes muy verdes en el
Árbol de la Vida; es como dijera, en 1967, el Papa Pablo VI: “Un
acto de la providencia”. El reclamo de abandono, abajamiento,
abyección, palabra ésta que tanto gustar al Padre Carlos; es espejo
vivo del abajamiento del Verbo, del supremo misterio cristiano que es
la Encarnación de ese Rostro Bello de Dios: ese Jesús de la pobreza
irradiante, que debemos imitar para el cumplimiento de la voluntad
salvífica; por amor a Él, a los hombres y a todo lo creado.
El
Hermano Universal nos ofrece con sus diecisiete versos vividos en
grito silencioso, el gesto callado que estremece la cortina; esa que
Cristo rasgó para indicar el camino al mundo. Carlos de Jesús no
tuvo temor de poner a sus contemplativos desiertos de pobreza; pues
sabía que entre los hombres estaban ocultos numerosos contemplativos
que Dios mismo había sellado, besado en la frente. Por eso repitió
con su Maestro: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de
ellos será el Reino de los Cielos”.
Gloria
Bauzá.
1
El desasimiento absoluto es la condición primera e irremplazable de
toda acción del Espíritu Santo en vosotros (P. Voillaume)