La espiritualidad del Padre Carlos de Foucauld en la Oración del Abandono

Ésta resume el itinerario espiritual de su vida, de modo que advertimos Palabra para ser Vivida.                                              
  
INSTITUTO DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS “P. FÉLIX VARELA” (CUBA)
DIPLOMADO DE TEOLOGÍA
Gloria Bauzá
A Hermanitas de Jesús,
Hermanitos de Jesús,
y a la Familia Espiritual toda
del Hermano Universal Carlos de Jesús.




PREÁMBULO

¿Cómo resumir con palabras la espiritualidad del Hermano Universal, Carlos de Foucauld? ¿Cómo internarse en el espíritu de un Santo Varón? Se pudiera intentar, en vez de discursos retóricos, ofrecer a los hambrientos, a los sedientos de cielo, pistas que los conduzcan al manantial, al árbol. Estas pistas serían palabras-semillas: desierto, pobreza, abajamiento, abyección, oración contemplativa, silencio. Palabras-Gestos de vida: conversión, clausura sin claustro, inmolación, redención, amor de corazón, convivencia con nómadas, estancia en la nada, adoración permanente, bautismo de fuego: una bala en su cabeza de nimbo angélico… Por dar extrema síntesis a su espiritualidad, se podría incluso trazar en la arena el emblema de su pechera: la Cruz clava en el valle intramontano de las aurículas del Corazón de Jesús.

La espiritualidad del Padre Carlos de Foucauld es la del último más contemporáneo de los Padres del Yermo, que fue llamado por Dios a vivir para sembrar la Presencia en todo lugar del mundo; hasta el último confín. Él quería ser el último, pero sabía que el último lugar nadie puede arrebatárselo a Jesús; quien es a la vez el Buen Pastor y la oveja noventa y nueve, la cien: en verdad el Alfa y la Omega.

Es el P. de Foucauld adelantado y continuador de Su obra en lo oculto de todo Nazaret. Es un discípulo actualizador, un cristo pequeñito. No nos detengamos en peripecias, ni descripciones sensuales de su devenir; es imprescindible ir a la esencia, si de espiritualidad se trata. No veamos lo espiritual en términos blandos, sino en su sentido fuerte “animado del Espíritu Santo”, porque animado por Él vivió toda su vida el P. Carlos de Foucauld (Estrasburgo 15 septiembre 1858- Tamanrasset 1º diciembre 1916; Francia-Sahara Argelino).

No intentemos fijar etapas con precisión: la de su orfandad, la de su expedición por Marruecos, la del militar en Argel, la del noble de vida galante en París, la de su conversión, la de su ordenación: benedictino, trapense, jadinero de las Clarisas de Nazaret y Jerusalén; la del sacerdote del Gesto Oculto que siembra la Presencia, entre los tuaregs, en lo más árido del Sáhara… Todo itinerario espiritual es, en definitiva, el continum de una búsqueda a Él que Desde Siempre, nos busca.


INTRODUCCIÓN A LA ORACIÓN DE ABANDONO

Yo no hago ninguna petición solamente para mí,
yo no digo “Mi Padre” sino Nuestro Padre…
todo lo que pido en el Padre Nuestro lo pido,
o para Dios, o para toda la Humanidad”.
(Meditación sobre el Padre Nuestro del P. de Foucauld 23 de enero de 1897)

La Oración de Abandono1 no está hecha verso a verso por el P. Carlos de Foucauld como poema. Los fragmentos que la componen son extractos de sus escritos, agrupados, estructurados y participados por sus hijos espirituales en maravillosa co-operación o co-laboración, o mejor aún en comunión orante. Ésta resume el itinerario espiritual de su vida, de modo que advertimos Palabra para ser Vivida. No hay retórica, no percibimos en ella el regusto por lo sensible lo florido, la búsqueda de vocablos que paladean con fruición lo sensual. Estamos frente al Silencio en el Camino. El sentido es de Adoración, contemplación gratuita. Si gozamos su poiésis es porque el trascendental de la Gloria de Dios, el pulcrum, lo Bello lo ha traspasado. Las palabras son esenciales. Los verbos equilibran acción y pasión orante. Hay en el texto de la Oración de Abandono una teodramática donde subyace el tráfico conflicto del hombre y su voluntad frente a la Voluntad del Padre. La onagnórisis y la catarsis le traspasan: el bonum, lo bueno del segundo trascendental, propicia el restablecimiento de la Unidad, a través de la circularidad y el continum del Amor que logra la Teológica: la Verdad, veritas del tercer trascendental, que sale del Padre y al Padre va. Los trascendentales son intercambiables; la fijeza está en el ser-ente, que marca la Senda, el camino angosto, el ojo de la aguja.

En su estructura externa la Oración de Abandono está constituida por diecisiete versos, a veces dieciséis, otras un poco más. Hay respiraciones más cortas y respiraciones más largas, inspiraciones hondas y suspiros… Está escrita en arte menor, y si sentimos su-presión, es porque está hecha para ser vivida desde la pobreza del hombre necesitado, del hombre en la sarx.

ORACIÓN DE ABANDONO


Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que tu voluntad 
se haga en mí
y en todas tus criaturas.




No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre

MOVIMIENTO DE LA ORACIÓN
(Algunas correspondencias a partir de una lectura verso a verso)

1. Padre mío,
Dirigida al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo, como toda Oreación cristiana expresa ante todo la condición filial, reconocemos la grandeza de su amor y su generosidad al poder llamarlo Padre. La Oración de Abandono es cristocéntrica y contemplativa; espejea en la Oración Universal que Jesús nos entregara (Mt. 6,9-13). La O. de Abandono es la llamada silenciosa del orante para entablar conversación. Renuevo de conversión en la búsqueda permanentemente actualizada del encuentro con Dios. El personalísimo Padre mío posibilita una solitud, una comunicación expedita; que no exime el carácter comunitario de toda Oración cristiana.


2. Me abandono a Ti.
Es el anonadamiento per se. El reflejo de la kénosis del Verbo entrando en la sarx. La Encarnación de Jesús expresada tan sintéticamente en el prólogo joánico renunciando a su divina majestad. Paralelamente es el desapego y desprendimiento del orante cntemplativo, la comprensión de su nadidad; el vacío vuelto recinto para el Huésped. El horror vacuis salvado por la FE. Abandono es clave, llave desde la misma titulación de esta Oración, que nos muestra a través de su nombre identidad y misión. Abandono es oblación. Al mismo tiempo que es obediencia (ob-audire); ese estar atentos para escuchar, que vierte agus en el viejo shemá (Dt. 6, 4-6), en el ahora Nuevo Israel.


3. Haz de mí lo que quieras.

El verbo hacer aparecerá tres veces en el texto, propiciando una continuidad gradual. Hacer es uno de los verbos que junto a crear determinan la acción de dios desde el mismo Genésis. Tanto en Gén. 1 como en Gén. 2 están referidos a la Creación. En el corpus del himno joánico aluden directamente a la Nueva Creación. Las reiteraciones del verbo hacer le confieren a la Oración de Abandono carácter litúrgico, amén de la expansión-continuidad de un verbo “aoristo”… Haz de mí lo que quieras no es haz de mí esto o aquello por magno o mínimo que sea: es abandono total; también petición súplica; reclamo reverente. Evoca la letanía: “Quiero Señor lo que quieras/ quiero porque lo quieres/quiero hasta que quieras”.

4. Lo que hagas de mí te lo agradezco,
Es Acción de Gracia. ¡Aleluya! Conciencia amorosa del orante de que la obra de la Creación toda tiene por fin la Salvación (soteriológico). Hay en la gratitud ofrecida, santificación santificante. La certeza de la generosidad del Señor. Jesús, renuevo de Creación, es la manifestación en la carne del Misterio de Dios y el Misterio del Hombre reunidos; son dos naturalezas y un mismo ser, propiciando la creación del hombre nuevo. El agradecimiento es una forma plena de ad-orar. Porque si no sabemos orar no podemos adorar.

5. Estoy dispuesto a todo,
Conformado a Cristo y en perfecta Imitación y Seguimiento se apresta el orante al pleno, es la disponibilidad para asumir el mandato del Padre. No obstante, marca una primera instancia potencial, tiene matiz de preparación, de velar estando despierto; esto no es pasivo: Jesús muchas veces exhorta a sus discípulos a la vigilia vigilante (Lc. 22,46). Pues nadie sabe cuándo será la Hora, sólo el Padre. Solo Él propiciará el pleno.

6. Lo acepto todo.
Aceptación más que potencia es acto. El orante como Cristo, llegará hasta las últimas consecuencias de su prosternarse activo y militante, revestido el orante de la armadura de Dios (Ef. 6, 10-17). En su Oración en los Caminos, entre un paso y otro, no evadirá el descendimiento y la abyección. No hay redención sin sacrificio, no habrá plenitud, sin asumir incondicionalmente la pertenencia exclusiva a Dios.

7. Con tal que Tu voluntad se haga en mí
Este es el centro y núcleo de la Oración. Si el anonadamiento es Vía Crucis, el cumplimiento de la Voluntad Divina, el fiat volutas tua es lo que propicia el cierre en el consumatum es, que abrirá la Puerta a Hombres Nuevos. El Misterio de la Voluntad de Dios atraviesa toda la Historia de la Salvación. Este verso de la Oración de Abandono recibe aguas de múltiples arroyos tanto del AT como del NT. Del AT, pudiéramos puntualizar el Sal. 40 que leído a la luz kerigmática refiere de modo especial a Cristo y también expresa la súplica del pueblo en las pruebas. La auténtica Fe y Esperanza que obedece y se somete a la Voluntad de Dios. Obediencia conducente a la plenitud del Camino, la Verdad y la Vida. Está también presente el Sal. 22, el que ora Jesús en la Cruz; pues éste en el salterio termina manifestando la confianza en Dios. En el NT están las aguas del Padre Nuestro: “Hágase Tu voluntad”; que nada tiene que ver con legalismos. El Padre Nuestro es resumen del Evangelio. La Oración Universal que deja Jesús a sus discípulos… En Getsemaní (lagar de aceite), donde el Ungido tendrá el preámbulo de su Pasión también alude ala Voluntad del Padre orando: “Padre, si es posible que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú (Mt. 26,39) Tendremos luego en las siete palabras finales de Jesús en la Cruz, nuevamente, dado con gestos explícitos y palabras implícitas el “Hágase Tu Voluntad”, y su cumplimiento: consumatum es…El Padre Nuestro es Documentun, y la Oración del Padre de Foucauld, espejo: documentum.

8. Y en todas tus criaturas,
El Hermano Universal en su amorosa sapiencia nos deja entrever que la Voluntad del Padre lo envuelve todo, todo lo penetra en su omnipotencia. ES unificación de todo lo creado, unificación de la familia universal, de remotas alusiones tanto en Gén. 1 y 2, como en el pasaje veterotestamentario de Noé con “su arco en el cielo” (Gén. 9, 13-14,16). Es el todo creado que se expresa en el Símbolo de los Apóstoles que se explicita en el Credo Niceno constantinopolitano. Es la voluntad de vida histórica y transhistórica de cariz salvífico, parúsico y escatológico que apunta a la Nueva Creación, plasmada en el Apocalipsis Joánico.

9. No deseo nada más Dios mío.
Aquí está el decir de Santa Teresa de Jesús, tan leída por el P. Carlos de Jesús. Se perfila su síntesis: “Solo Dios basta”. Abandonarse a su voluntad no es escape del mundo, todo lo contrario. El P. de Foucauld sabe que el abandono no está en nuestro poder, pero debe ser querido y deseado; esperando ser consumado por acción de Dios. Esta es la verdadera iniciativa del contemplativo: No desear nada más que la voluntad de Dios. Como nos dice el P. René Voillaume, el materializador de las Fundaciones, que soñara y reglamentar de Foucauld: “Clausura y silencio son los medios, más no es un volcarse sobre la técnica”…Esta vez el Padre Carlos se dirige al Señor, Dios mío; lo invoca a través del Nombre que entraña todos Sus nombres, o sea, su totalidad. Entregado a Él, mediante la fe, por la Gracia de la Presencia de Cristo, en el Espíritu Santo; es que alcanzamos un rayo de contemplación. Será como dijo otro de los místicos muy leídos por el Padre de Foucauld, San Juan de la Cruz: “Olvido de lo creado, Memoria del Creador”. La Voluntad de Dios enlaza el Misterio de Dios y el Misterio del Hombre en Jesús. La criatura humana no es Dios, mas Cristo nos dice: “Dioses sois”. Pero no nos envanezcamos; sino adviértase la Responsabilidad.

Hay una axialidad interna en la estructura de la Oración de Abandono; si del verso uno al nueve se trabaja con el abajamiento desde la Voluntad; del verso diez al diecisiete se trabajará por el Amor. Será en definitivas la voluntad amorosa del acto de entrega. Verso a verso, la Oración va aligerándose, abandonándose, dándose; parte por parte se deconstruye el hombre viejo, y muere, para configurarse a Cristo: Hombre Nuevo.

10. Pongo mi vida en Tus manos.
El orante enfatiza su oración contemplativa. Los verbos que irán apareciendo son de rotunda donación. Si Dios nos crea con manos de Alfarero, y el hombre por desobediencia introduce el pecado en el mundo, resquebrajando las vasijas; el Modelo mismo, el Nuevo Adán nos habrá de restituir y salvar, si nos ponemos en sus manos. En este acto de desapego y muerte al hombre viejo, al Nicodemo (Jn. 3, 1-21) de los oscuros callejones y la cita a escondidas con Cristo en un oculto recinto, nos propiciará la metanoia a partir de morir a todo lo que no es Dios.

11. Te la doy, Dios mío,
Dar la vida es acto supremo de inmolación: sacrificio. Todo lo verdadero lo entraña. El ser a Imagen y Semejanza de Él. Hacerse transparencia en Él, para que en la renuncia el mundo pueda decir, y cito al Padre de Foucauld: “Porque si tal es el esclavo, cómo será el Señor”. El sacrificio es la Cruz del Cristo Redentor. La contemplación es reparación y redención. La Cruz símbolo de Cristo y la cristiandad es escogida por el Hermano Carlos de Jesús como uno de los aspectos que componen el emblema de su pechera.

12. Con todo el amor de mi corazón,
El proyecto cristiano es de reunión de todo en el Amor. El Sagrado Corazón de Jesús es adoración permanente del P. de Foucauld. El corazón desde la cultura judaica ancestral es el símbolo de lo más íntimo del ser, el leb, es la plenitud de la conciencia. Ya en Cristo, el corazón es el Logos mismo, lo más noble e íntimo de su Caridad, de su Misericordia (miseri-pobre, cordia-corazón). Por eso cuando el Padre Carlos nos dice que se da con todo el amor de su corazón de contemplativo, asistimos a su transverberación. Es el lenguaje espiritual de lo más altos místicos. Vemos a Santa Margarita María de Alacoque, a Santa Teresita del Niño Jesús, a toda la tradición de la Iglesia francesa que vibra en el Sagrado Corazón; pero asistimo igualmente a la tradición de la Iglesia toda. Al magisterio de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz, de San Pedro de Alcántara, de Santa Rita de Casia, de Santa Catalina de Siena, de Santa Catalina de Ricci… Pues vemos en cada momento de crisis del mundo corazones de contemplativos transverberados. En regresiva, pudiéramos llegar hasta los Santos Padres y los Padres del Desierto: los Abba, como cariñosamente llamaban a sus eremitas; que por acercarnos la Parusía se inflamaban de Amor hasta arder como zarza en las arenas. Sagrado Corazón: núcleo mismo del Modelo del hombre, centro de Cristo que hirió la lanza del centurión y de donde manó agua y la sangre que lavan el pecado del mundo; estás evocado del sehmá del Credo judaico que nos dice: “Escucha Israel con todo tu corazón…” Más si todo esto tenemos en regresiva, tenemos también pares de permanente actualidad, entre los que podemos contar al Padre Carlos de Foucauld; el Corazón de Cristo es el pilar que completa su emblema: un Corazón con una Cruz clavada en el valle intramontano de las dos aurículas. Todo rojo cruz y corazón; símbolo de sacrificio amoroso en la pechera de un blancor inmaculado, que reposa sobre el propio corazón de, de Foucauld, trasvasándolo. Este Padre, de finas intuiciones inspiradas por el Espíritu Santo, hizo muchas veces extraordinarias maqueta sígnicas de espiritualidad: planos, trazados, dibujos, amén de sus escritos.

13. Porque te amo,
La necesidad de mayor es el principio de toda la vida del Padre Carlos de Foucauld, ella explica toda su espiritualidad. Dios es Amor. El mandato único de Jesús es el del Amor, de modo que darse en amor es simplemente ser en Cristo. El Amor es simple, muy simple, simplemente Es. Por eso es una de las definiciones más universales y completas de Dios. Jesucristo es la Buena Nueva de Amor, anunciada desde el AT: y que tiene cumplimiento en su kerigma, en el sentido fuerte de este término. Mas si queremos tomar un hermoso pasaje bíblico acerca del Amor vayamos a la epístola paulina de 1 Cor. 13.

14. Y porque para mí amarte es darme,
Vemos que el Padre Carlos va subiendo la secreta escala, lo advertimos en los peldaños de donación de sus verbos, en la casi litúrgica reiteración que va del doy al darme; en el próximo verso dirá entregarme… En la definición dada con “amarte es darme”, el Padre de Fouauld delinea la entrega total del orante a Dios. En los versos doce, trece y catorce tenemos un jalonamiento de Amor, pues para amar hace falta: un Amado, un Amante y el Amor, es una trinidad inseparable. Por eso de Foucauld nos dice: “Este es el secreto de mi vida: Perdí el corazón por este Jesús de Nazaret… y paso la vida tratando de imitarlo en la medida que lo permite mi debilidad”. Porque quien ama se da, se ofrece y quiere imitar al Amado. El P. Carlos quiere ser comido por todos como Jesús Eucaristía.

15. Entregarme en Tus manos sin medida,
El cristianismo todo es una sucesión de entregas. De entregas por Amor está escrita la historia de la Salvación. Por amor el Padre entrega al Hijo. Por amor el Hijo se entrega y abaja en la Encarnación. Por amor el Hijo entrega el Espíritu en la Cruz. Por amor a los hombres y su hermandad con nosotros es que Cristo entrega y propicia nuestra filiación divina… El Hermano Carlos de Foucauld se entrega sin medida, sin tasa; porque la medida de todas las cosas es Cristo, y él, su Hermano Universal se está entregando sin medida a la Medida Inconmensurable. Este es el amor de una Amada a su Amado, que nos remite a los finísimos tapices del entretejido místico del Cantar de los Cantares, atribuido a Salomón. Entregar todo el ser a Dios, “ir a la oración para dar sin que sepáis muy a menudo que dais, sin ver lo que dais”, como nos esclarece el Padre Voillaume.

16. Con infinita confianza,
Volvemos al Sal. 40,5: “Feliz el hombre que pone en Dios su confianza”. Se trata de la fe, de la fe viva, que halla su eco más claro y antiguo en Abrahán, pero que traspasa toda la Sagrada Escritura; haciéndose hermosa en los poemas del servidor Is. 49-53. Fe que nos pide a todos vocación de sacrificio, vocación de cristos. Tener confianza es abandonarse en el Señor y tener conciencia de corazón, de que el plan salvífico es para la instauración del Reino. La salvación es por la fe (Rom. 3, 21; Fil. 3,9). Pero la fe no se limita a la aceptación tácita de creencias, sino que reconoce el designio de Dios (Mt. 11, 16-24; Lc. 7, 30). A través los acontecimientos de hoy es importante tener en claro que la fe tiene que ser actuante y actual. De esto tuvo perfecta conciencia inspirada en el Espíritu, el Padre Carlos de Foucauld, quien actualizó una amplia serie de modos, un tanto anquilosados en el entonces… En el ejercicio del magisterio eclesial las grandes crisis históricas siempre han parido cristos, verdaderos seguidores del Espíritu de la Palabra. El Concilio Vaticano II recogería en sus Actos Conciliares muchas de las más preciosas y adelantadas inspiraciones de la espiritualidad foucauldiana. Su largo itinerario espiritual ha tamizado en su carne lo que pudiéramos llamar períodos y períodos de la historia de la cristiandad; esos, los impulsan a dar unos cuantos pasos más en el adelantamiento humano, y buscar más que un camino de oración una Oración en Camino…de Nazaret…de Getsemaní y la Cruz. Como Cristo, él abre sus brazos, no solo en cato de acogida sino de ofrecimiento; entre una mano y la otra tiende el puente entre los cismas humanos. Se entrega, como sutura, que cierrra la herida del mal. La perfecta imitación de Cristo, del Padre Carlos, permite que Dios nos regale un Hermano Universal a su imagen y semejanza. Un santo varón que puede terminar su Oración contemplativa y activa de Abandono, diciendo:

17. Porque Tú eres mi Padre.
Perfecto cierre de circularidad peregrinante, donde del Padre mío inicial se acerca más aún, al mi Padre: al Padre Nuestro. Ese que un día un discípulo rogara al Maestro, lo enseñara a orar, y que la tradición y el magisterio eclesial, han mantenido siempre por ser Palabra de Dios. La Oración de Abandono termina como comienza: invocando a Dios como Padre; porque como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Invocamos al Padre porque el Hijo hecho hombre nos lo ha revelado y su Espíritu nos lo hace conocer… Nos hace entrar en su misterio con sombro siempre nuevo y despierta en nosotros el deseo de un comportamiento filial”…El Padre Carlos de Jesús, santo varón, es como todos los santos, maestro de oración. Su Oración es modelo de oración contemplativa, que contiene en sí las formas esenciales de oración cristiana: adoración, petición, intercesión, acción de gracia y alabanza…Su eficacia es obra del Espíritu Santo, Maestro interior de la oración cristiana, quien nos hace posible la ascesis y la profundidad en la contemplación y en la unión con el insondable misterio de Cristo. La Oración de Abandono es trinitaria. El encuentro con Dios es centro, entraña anticipo de la Visión beatífica que busca el orante, no para sí, sino para nosotros y el mundo, y para DIOS.

 
CONCLUSIÓN DE LA ORACIÓN DE ABANDONO.

La oración de Abandono del Padre Carlos de Foucauld, una vez impresa en el orante contemplativo sale por los poros de su piel y es trasvasada al mundo. Cada verso es pauta; toda ella pulsión: Presencia vibrante del Ser en el ser. Tiene la Grcia de Dios y su Espíritu. Los signos válidos y permanentes de ayer, hoy y siempre de todo orante contemplativo. Pudiéramos considerarla una oración modélica de gesto interior de quien ora oculto entre el pueblo, en la actitud de un Jesús de Nazaret, que anda en el mundo como levadura en la masa.

El Padre Carlos de Jesús Foucauld junto a su familia espiritual, trae a la Iglesia renuevo de espiritualidad con brotes muy verdes en el Árbol de la Vida; es como dijera, en 1967, el Papa Pablo VI: “Un acto de la providencia”. El reclamo de abandono, abajamiento, abyección, palabra ésta que tanto gustar al Padre Carlos; es espejo vivo del abajamiento del Verbo, del supremo misterio cristiano que es la Encarnación de ese Rostro Bello de Dios: ese Jesús de la pobreza irradiante, que debemos imitar para el cumplimiento de la voluntad salvífica; por amor a Él, a los hombres y a todo lo creado.

El Hermano Universal nos ofrece con sus diecisiete versos vividos en grito silencioso, el gesto callado que estremece la cortina; esa que Cristo rasgó para indicar el camino al mundo. Carlos de Jesús no tuvo temor de poner a sus contemplativos desiertos de pobreza; pues sabía que entre los hombres estaban ocultos numerosos contemplativos que Dios mismo había sellado, besado en la frente. Por eso repitió con su Maestro: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el Reino de los Cielos”.

Gloria Bauzá.


1 El desasimiento absoluto es la condición primera e irremplazable de toda acción del Espíritu Santo en vosotros (P. Voillaume)