Artículo publicado el día 2 de Diciembre de 2016 por Agustín Ortega en www.periodistadigital.com.
Estamos celebrando el aniversario del Beato Carlos de Foucauld, uno de los testimonios espirituales y de la iglesia más significativos de nuestra época. Como se ha dicho, hay claras semejanzas entre Foucauld y Francisco de Asís, que recoge lo más valioso de la fe, de la santidad y tradición de la iglesia. Efectivamente, ambos europeos, la primera etapa de su existencia llevaron una vida más superficial y egolátrica, centradas en sus ambiciones e intereses individuales. Tras lo cual, experimentaron un proceso de conversión a Jesús en una espiritualidad de encarnación en la pobreza fraterna y solidaria con los pobres de la tierra; frente a los ídolos del poder y de la riqueza-ser rico. Como manifestaba Foucauld, “no sé si habrá alguien que pueda contemplarte en el pesebre y seguir siendo rico: yo no puedo”.
Una vida de fe mística en comunión con Dios en Cristo, con la iglesia y con los otros, con los pobres, excluidos y últimos de este mundo. Esta espiritualidad de encarnación, desde el último lugar en la pobreza solidaria y liberadora, como se revela en Jesús de Nazaret, asume la realidad y el mundo. Con sus alegrías e injusticias, sus gozos, trabajos, sufrimientos u opresiones. En el espesor u hondura de la realidad e historia, se realiza una vida espiritual profunda y madura que integra e inter-relaciona: la fe y la misión, la mística y el servicio, la contemplación y la lucha por la justicia; la oración y el compromiso liberador con los pobres, la celebración de la liturgia con sus sacramentos, como la eucaristía, y una vida honrada. Con una moral que promueve el desarrollo humano e integral.
Ante las autoridades y poderosos de la tierra, Foucauld denuncia constantemente la injusticia, tal como es la esclavitud. Como él mismo afirma, "hace falta querer la justicia y odiar la iniquidad, y cuando se comete una gran injusticia contra alguien, tenemos responsabilidad, hace falta decirlo…No tenemos derecho a ser centinelas dormidos o perros mudos o pastores indiferentes”. En Foucauld, como en Francisco de Asís, no hay dualismos espiritualistas o esquizofrenias entre la mística y la vida, la fe y la cultura o razón, la oración y la militancia por la justicia frente al mal e injusticia. El proceso de conversión en el seguimiento de Jesús, con una vida espiritual madura e intensa, se va realizando en la misión del Evangelio que se hace servicio de la fe, de la solidaridad y de la justicia con los pobres. Con un diálogo profundo con los otros, con las otras culturas, naciones o etnias y religiones que acoge todo lo bueno, bello y verdadero de esta alteridad. Y que, al mismo tiempo, va promoviendo la liberación integral de todo mal, pecado e injusticia.
La vida de humildad, entrega y pobreza encarnada en la solidaridad fraterna con los pobres, lleva a Foucauld a este diálogo de la fe con la cultura empleando las mediaciones de la razón e inteligencia. Frente a todo fundamentalismo y sectarismo, fanatismo e integrismo, es una espiritualidad y ética efectiva e inteligente que promueve la cultura, el estudio e investigación. En un conocimiento, compresión y transformación de la realidad, que es imprescindible en la misión evangelizadora. Es la misión de la inteligencia de la fe que transmite el Evangelio de la no violencia, de la paz y de la justicia con los pobres. Para testimoniar así el bien, la bondad y la misericordia, la verdad y la belleza del Dios que se revela en Jesús de Nazaret.
Todo un testimonio de inculturación de la fe que encarna el Evangelio en la realidad. Una mística de los ojos abiertos, asumiendo toda la realidad de los otros, la realidad social e histórica, para promover la salvación liberadora e integral de todo lo que deshumaniza u oprime. Como se observa, esta mística y espiritualidad que expresa todo este humanismo solidario e integral, es y debe ser la raíz de Europa. Frente a la Europa de los mercaderes, del capital y del mercado convertidos en falsos dioses con sus ídolos del poder y de la riqueza-ser rico. La Europa de las armas, guerras y violencias, de la destrucción cultural, social y ecológica, con sus vallas y fronteras excluyentes, que no respeta la vida, dignidad y derechos de las personas.
Por tanto, Carlos de Focauld en el espíritu de Asís, que es la más auténtica raíz de Europa como son sus santos, nos ofrecen toda una alternativa espiritual, cultural, moral y social. Desde la fraternidad y moral universal (católica) de la fe, que se hace pobreza solidaria en la paz y justicia con los pobres de la tierra. Con la acogida y cuidado de los otros, de los pueblos, culturas y de esa casa común como es el planeta (la naturaleza y hábitat ecológico). En un dialogo (encuentro) inter-religioso e inter-cultural que lleva al desarrollo y ecología integral, espiritual, humana, social y ambiental. Una espiritualidad y trascendencia de la existencia, hacia los otros y los pobres, hacia el cosmos y Dios que, en Cristo, es comunión con todo el universo.