José
Luis Vázquez Borau es Doctor en Filosofía y en Teología. Dedicado
especialmente al estudio y la docencia del universo religioso se ha
especializado en la espiritualidad de uno de los personajes espirituales más
seductores del siglo XX : Carlos de Foucauld. A él le dedica, precisamente su
último libro
"365 días con Carlos de Foucauld" (San Pablo). Siguiendo su estela, el autor
pide una "Iglesia pobre", que evangelice "desde abajo" y asegura que al apóstol
de los Tuareg le entristecería el actual" proceso de islamización radical".
Una idea
original: Un libro para saborear las ideas de Foucauld
Se trata de ir
saboreando, día a día, las palabras del hermano Carlos de Foucauld, encarnado
entre los tuareg y hermano universal, para ir comprendiendo, cada vez mejor, lo
que significó para él "vivir Nazaret". Hoy, Nazaret es un reto para la Iglesia y
para los cristianos. Precisamente ahora que ciertas formas de apostolado están
en crisis. Nazaret es como la acción del Señor en medio de los hombres, viviendo
como las demás personas, sin hacer nada especial exteriormente, viviendo con los
otros y dándoles sólo su amistad. He aquí un camino nuevo en la Iglesia. Un
camino hacia una nueva manera de hacer apostolado, de estar entre los hombres:
sin hacer grandes obras ni grandes cosas, sino lo que hacen todas las personas,
pero con un testimonio de vida encarnada, de presencia del Señor, en el que el
misterio de Nazaret vivido mediante la amistad y la bondad lleve a interrogar a
las personas.
¿Qué
pretende con el libro?
Ver, día tras
día, como la acción del Espíritu va trabajando en Carlos de Foucauld, gracias al
testimonio bondadoso de su prima la Sra. De Bondy y el sacerdote Huvelin, que
son pacientes con la acción de la gracia. Esta misma paciencia, que le llevó a
su conversión, es la que aplicará con sus amigos Tuareg, esperando la hora de la
gracia. Evangelizar por medio de la amistad.
¿Cuál es la
esencia de la espiritualidad de Foucauld?
Foucauld
constató que el Hijo de Dios se encarnó en el seno de una familia humilde de
Nazaret, compartió la vida normal de cualquier niño, joven y adulto de su época
y que esto formó parte de casi la totalidad de su vida. Es decir, que todo lo
que vivió, si se realiza con su mismo espíritu, tiene "valor salvador": familia,
trabajo, pueblo, compartir las preocupaciones de sus conciudadanos, compromiso,
etc. Para Foucauld el Jesús que anuncia el Reino de su Padre, no deja de ser
nunca el Pobre y humilde obrero de Nazaret. El anuncio del Reino tiene que estar
marcado por la patente de "Nazaret". Esta espiritualidad ofrece una nueva forma
de estar entre los hombres: a) Vida normal, sencilla, encarnada con los otros,
trabajando en el mismo compromiso de los demás hombres; b) Vida en comunidad con
otros hombres o vida comunitaria; c) Vida que conoce la presencia del misterio,
sabe de la presencia del Señor, de la oración, de la mirada contemplativa.
¿Siguen
creciendo las hermanitas de Foucauld?
Si el grano de
trigo no muere no da fruto. La presencia cristiana de Foucauld en el desierto
del Sahara, quedó destruida por un ataque terrorista de su tiempo. Pero, pese a
lo que se podía pensar, floreció y no deja de florecer de una manera discreta en
todo el mundo. El número de hermanitas se mantiene, unas 1500, si bien el color
de las Fraternidad va cambiado, ya que surgen más vocaciones de los países donde
las hermanitas están instaladas, como Ruanda, Vietnam, India, etc., que de la
misma Europa.
¿Cómo
adecuar su mensaje sobre la familia de Nazaret a la situación actual de la
familia?
Nazaret
significa la condición humana, los trabajos y los días, una escucha incesante de
las circunstancias y de los acontecimientos, una búsqueda apasionada para
explorar lo mejor posible todos los datos de la existencia, avanzando en el
conocimiento de las cosas como en el aprendizaje del saber vivir con las demás
personas. Además, el reconocimiento de que cada ser humano es mi hermano, con la
misma dignidad que yo, junto con la confianza espiritual de que en la vida
ordinaria se puede vivir unido al Dios-Trinitario. Pero compete a toda persona
bautizada poner en obra su bautismo, su vocación propia, de una manera creadora;
conducirse como hermano del Resucitado allí donde se encuentre, en su "Nazaret",
en la existencia cotidiana.
No parece
que, entre el clero joven, esté de moda hoy la inserción social que preconizaba
Foucauld. A su juicio, ¿a qué se debe?
Si bien existen
para el clero secular Fraternidades sacerdotales en todo el mundo, hoy los aires
que corren no van en ese sentido. Foucauld propone, siguiendo a Jesús de Nazaret
el "último lugar", el encarnarse entre los más pobres, el hacerse hermano y
amigo. Y esto hoy, influidos por el ambiente consumista en el que vivimos, no se
valora suficientemente.
¿El camino de la cercanía, de la humildad y de la sencillez es el que podría acercar de nuevo la Iglesia católica a la gente?
El testimonio del hermano Carlos ha sido clave en el camino de unión entre la vida y la espiritualidad. No hay separación entre fe y vida. La vida total está unida. El misterio de Cristo es uno. Es ser, sobre todo, más que hacer. De todo esto se deducen algunas pistas: a) Vivir el misterio de Nazaret como un camino de profundización en la fe; b) Un camino comunitario, encarnado, viviendo con las personas y como ellos, no como casta aparte. Se trata de realizar una pastoral desde abajo y no desde arriba. Se trata de construir tejido fraterno desde lo pequeño y humilde para construir pequeñas comunidades de hermanos y hermanas de base. Odres nuevos para vino nuevo.
¿El camino de la cercanía, de la humildad y de la sencillez es el que podría acercar de nuevo la Iglesia católica a la gente?
El testimonio del hermano Carlos ha sido clave en el camino de unión entre la vida y la espiritualidad. No hay separación entre fe y vida. La vida total está unida. El misterio de Cristo es uno. Es ser, sobre todo, más que hacer. De todo esto se deducen algunas pistas: a) Vivir el misterio de Nazaret como un camino de profundización en la fe; b) Un camino comunitario, encarnado, viviendo con las personas y como ellos, no como casta aparte. Se trata de realizar una pastoral desde abajo y no desde arriba. Se trata de construir tejido fraterno desde lo pequeño y humilde para construir pequeñas comunidades de hermanos y hermanas de base. Odres nuevos para vino nuevo.
¿Qué le
pediría a la jerarquía católica, cuando mira la realidad social que estamos
viviendo?
Para nosotros,
hombres y mujeres, que vivimos este tiempo de transición y de cambios, en el que
participamos de los gozos y las sombras de lo que nace y de lo que muere,
Nazaret significa la caridad que traspasa todas las reglas y nos hace
disponibles para todos los hombres. Es el modo de salvar el mundo con Jesús,
siendo hermanos de los hombres. Nazaret es aceptar ser hombres con una historia,
una cultura, una familia, unas relaciones. Es ser compañero, amigo, hermano, que
camina con los demás, que escucha y que respeta al otro, dando, recibiendo,
buscando y aprendiendo. Nazaret es la gracia de entender que la vida cotidiana,
la nuestra y la de los demás, no es común. Es descubrir que la fidelidad a lo
cotidiano es la fidelidad a Dios, que quiere que seamos antes que hacer. Nazaret
nos enseña a leer los signos del Reino en el mundo. Nazaret es el tiempo de la
paciencia. Saber que Dios trabaja siempre. Querer trabajar con Él, buscar lo que
Dios quiere, hacer proyectos y renunciar a ellos buscando siempre el proyecto de
Dios. Nazaret es la oportunidad de ir hacia los menos amados, los más pequeños,
los que siempre estorban. Sin eso, ¿cómo podrían recibir la Buena Noticia? Es
también el tiempo de la soledad, en el cual podemos descubrir que Dios nos
quiere solitarios para hacernos solidarios. Nazaret es el tiempo de la oración,
de la contemplación y del silencio, en el que descubrimos que Dios ama el mundo
y trabaja en él. Es el lugar donde aprendemos a ser hijos para ser hermanos.
Así, el camino del misterio de Nazaret, descubierto por el hermano Carlos, es un
camino nuevo en la presencia de la Iglesia entre los pobres y que después del
Concilio se generalizó en múltiples experiencias, que como un fermento están
naciendo en el mundo, pero que como todo lo nuevo no está exento de
sufrimientos. Hoy existe un gran peso institucional-clerical y poco peso
comunitario-laical. Si queremos seguir el ejemplo y las enseñanzas de Jesús de
Nazaret, la pastoral debería ir de abajo a arriba y no al revés. Que nuestro
proceder no funciona con marketing sino con testimonio solidario. Que hay que
abandonar viejos moldes que paralizan y escandalizan a los hombres y mujeres de
hoy, y que hay que mostrar una Iglesia pobre como lo fue su Maestro.
Personaje
querido y respetado, pero todavía sin canonizar
Copio un fragmento de la vigilia y día de la beatificación de Carlos de Foucauld, que tuvo lugar el domingo día 13 de noviembre de 2005 en Roma.
Especial emotividad tuvo la "vigilia de oración" el sábado por la tarde en el monasterio de Tre Fontane, lugar dónde, según la tradición, murió San Pablo. Hermanas y hermanos venidos de cualquier parte del mundo nos reunimos para dar gracias a Dios por el don de la vida del hermano Carlos. Después, al día siguiente, en la basílica de Sant Pedro, completamente llena, subieron a la gloria de los altares, junto con el hermano Carlos, dos hermanas fundadoras: Maria Pia Pastena (1881-1951), fundadora de las hermanas del Santo Rostro y Maria Crocifissa Curcio (1877-1957) fundadora de las hermanas carmelitas misioneras de santa Teresa del Niño Jesús. La misa de beatificación fue concelebrada miedo 65 cardenales y obispos, entre ellos el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma; el cardenal Policarpo Pengo, arzobispo de Dar-es-Salaam; monseñor André Vingtrois, arzobispo de París; monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat (Marruecos); y monseñor Maroun Elias Nimeh Lahham, obispo de Tunicia. Tras la celebración eucarística, en la que el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, leyó la carta apostólica papal en la que inscribía a estos tres sirvientes de Dios en lo catálogo de los beatos, el pontífice vino a la Basílica para venerar sus reliquias. A continuación, dirigió unas palabras de saludo a los peregrinos que llenaban por entero la basílica y la plaza, entre quienes había algunos Tuareg del desierto del Sahara, con sus vestidos azules y su turbante blanco. Hablando en francés, dio gracias a Dios por el testimonio del padre de Foucauld diciendo que «a través de su vida contemplativa escondida en Nazaret encontró la verdad de la humanidad de Jesús, invitándonos a contemplar el misterio de la Encarnación. descubrió que Jesús, vino pora unirse a nosotros en nuestra humanidad, invitándonos a la fraternidad universal, que vivió mes tarde en el Sahara, dándonos ejemplo del amor a Cristo». «Como sacerdote -continuó diciendo-, puso a la Eucaristía y el Evangelio en el centro de su existencia».
¿Qué
pensaría Foucauld de la primavera árabe? ¿Y de la guerra en Mali?
Foucauld, como
hijo de su tiempo y con su historia personal de antiguo militar y explorador de
Marruecos, vería con tristeza que, en relación a su tiempo, el proceso de
islamización radical haya crecido. En cuanto a los Tuareg es un caso especial.
Son un pueblo que los han dejado sin tierra, sin Estado, y que lucha por sus
derechos desde los campos de refugiados donde están instalados. En Mali
mantienen una postura ambigua ya que, si bien quieren una nación-territorio para
ellos, no se les puede identificar con los yihadistas de Al Qaeda.